Lon Chaneyi
dijo una vez que no había nada menos gracioso que la visión de un
payaso bajo la luz de la luna. Dos imágenes de Chaney, una como
Erik, el fantasma de la ópera en la versión cinematográfica
silente del clásico de Gaston Leroux de 1925 y la otra como ceñudo
payaso cuyo origen he sido incapaz de identificar, aparecen bajo los
marciales compases de la saeta compuesta por Roque Baños en los
impresionantes títulos de crédito de esta feroz película de Álex
De la Iglesia Balada triste de trompeta.. Junto a Chaney,
alternando imágenes de personajes reales con otros de ficción,
aparecen imágenes del fin de la guerra civil que desangró al país
dando la victoria a Francisco Franco en 1939 para infectar la herida que aún
hoy parece mal cicatrizada, también aparece un compungido Arias
Navarro, unos feligreses en procesión de Semana Santa, Jose Luís
López Vázquez atrapado en La cabina de Antonio Mercero,
Cristo crucificado, el Emperador Ming (el malo de Flash Gordon),
la Raquel Welch de Hace un millón de años qué, por un
perturbador golpe de montaje da paso al pútrido cadáver de la mujer
empalada que ilustraba el cartel de Holocausto caníbal…
Realidad y ficción, dolor y placer, eros y tánatos y la máxima de
Chaney como rumor de fondo ponen en marcha un proceso de sublimación
que sienta las interesantes pero limitadas por poco desarrolladas
bases del film.
Puede verse la secuencia de créditos como una
amalgama de las imágenes y las emociones que estas despiertan en el
director Álex De la Iglesia de los tiempos en los que se centra gran
parte del film; los estertores del Régimen franquista, pero también
de otra; el como una imagen de un personaje de ficción tiene su
reflejo deformado en una de una persona real y viceversa o incluso un mundo (el de la cabeza del bilbaíno) en el que conviven personajes reales como Carrero Blanco dando sus últimos suspiros en el mismo plano de realidad que los dos payasos protagonistas. Pero si nos ceñimos a lo simbólico los créditos nos dan como
discutible pero coherente resultado dos formas con un mismo fondo, o
yendo a lo que nos interesa, dos españas que son causa y
consecuencia la una de la otraii
La historia que narra
Balada triste de trompeta es rematadamente simple: un
triángulo amoroso entre una mujer y sus dos amantes que luchan por
ella. Si hacemos caso de lo dicho anteriormente tendremos además una
propina que acaba revelándose envenenada: los dos hombres son
aparentemente antitéticos, uno de ellos, Sergio (Álvaro de la
Torre) es un tipo temible y violento, de modales autoritarios que
maneja con mano dura de chantajista el circo en el que trabaja como
payaso estrella y además es el amante maltratador de la trapecista
Natalia (la turgente Carolina Bang). El otro es Javier (Carlos
Areces), un hombre apocado y gris que rehuye el sexo con una
vergüenza casi infantil pero que se enamora platónicamente de
Natalia provocando el tóxico cisma amoroso sobre el que se sustenta
el film… La propina antes mencionada es que tal y como está
planteada la película y sobretodo por como está desarrollada no hay
más remedio que tomarse a Sergio, el payaso triste, como la España franquista que ve
como su autoridad se resquebraja y a Javier, el payaso tonto, como la pujante España
republicana que por fin se ve con fuerzas para plantarle cara. La
España de tintes sadomasoquistas en juego sería entonces Natalia, y el simbolismo, efectivo
pero algo simplista y como veremos de corto alcance, está servido.
El enfrentamiento entre
ambos hombres por el amor y el cuerpazo de la mujer va creciendo
progresivamente en violencia y negrura a la par con la debacle del
régimen, culminando como no podía ser de otra manera sobre el Valle
de los Caídosiii con la deformación moral de ambos payasos a flor de piel.
Los hombres comienzan siendo payasos para quitarse el maquillaje y
volver a ser hombres, para de nuevo quitarse el de hombres y
convertirse en grotescos bufones al servicio de la Historia cuyos
acontecimientos más recordados van teniendo lugar durante la
escalada de violencia entre ellos por amor…Y, en resumen, poco más.
El talón de Aquiles del
film está en un guión, que por primera vez en su carrera escribe el
propio De la Iglesia en solitario (su coguionista habitual, Jorge
Guerricaechevarría no pudo participar en esta película por
incompatibilidad de agendas), no consigue avanzar una vez ha sentado
las bases que quizás para algunos le dan legitimidad para las
entonadas barbaridades que luego se van viendo, pero que parecen algo
deslavazadas de un conjunto que pedía a gritos no más calma ni
mesura como se ha dicho por ahí, sino algo más de humanidad en su
punto de vista. Los personajes devienen títeres de acontecimientos
históricos y los inevitables sentimientos de su creadoriv
respecto al tema de la Memoria histórica que ha sacado a algunos
trogloditas de su caverna y que están fuera de su realidad a pesar
de que el espectador mínimamente informado sobre la conducta humana
(ni eso, con que haya salido de casa algún día ya podrá reconocer la
mayoría de sentimientos en juego) pueda llenar los huecos dramáticos
que faltan. Todo ello tiene sus consecuencias; nada parece surgir de
los protagonistas, especialmente en el caso de Natalia que va de un hombre a otro
sin que haya otra explicación que la simbólica para explicar su
comportamiento. Los turbulentos conflictos humanos de los personajes;
los celos, la venganza como motor vital, el desamor y la locura se diluyen en otros mucho más abstractos y generales
como son los de la Historia. No es que les vayan grandes ya que el
tamaño de un conflicto depende de la óptica bajo el que se mire, es
que no colman las expectativas creadas por un guión que debería
haberse puesto a la altura de los ojos de sus personajes en lugar de
mirarlos desde la privilegiada posición de la perspectiva histórica
que para más inri, a veces se exhibe de forma autoconscientev
aunque nunca sin destaparse del todo, como sí haría en la mucho más
frontal y equilibrada La chispa de la vida, su film posterior
y último hasta la fecha.
Si la película aguanta
bien es por el buen pulso de De la Iglesia para todo lo demás. El
director nos resarce de la sobriedad que devenía en soserío en su
anterior película, la demasiado despreciada y bastante más
coherente con su filmografía de lo que se dijo en su día Los
crímenes de Óxford. En Balada triste de trompeta las
imágenes son puro horror vacui, rabiosamente físicas y con
el suficiente desparpajo como para no cortarse en las escenas de
explosiva violencia psicótica y rabia fuera de control que a medida
que avanza el metraje son más frecuentes. La película hace gala de
una enrarecida y muy conseguida atmósfera y los actores, excelentes,
están todos ellos muy bien dirigidos como es habitual en el director
bilbaíno.
Pero de alguna manera no
acaba de ser suficiente, a pesar de escenas poderosas como el
enfrentamiento en el Valle de los Caídos que, siendo siempre King Kong, aúna el final del
primer Batman de Tim Burton con La vaquilla de Berlanga
y Con la muerte en los talones de Hitchcock para desembocar en
la magnífica conclusión de La broma asesina, el cómic
escrito por Alan Moore. O la definitiva transformación de Javier en
algo más parecido a un terrorífico Sacerdote del infierno que en un
ser humano y que firma el acta de defunción de su timidez
autodestructiva (ya anunciada poco antes, al comerse un ciervo crudo)
en aras de la locura homicidavi…
Todo lo que, por sí
mismo es más que válido y cuanto más enfermizo más efectivo en su
brutalidad, queda algo diluido al faltarle el armazón dramático
necesario para aunar la forma, orgánica, rabiosa y palpitante con el
fondo, de una frialdad de tesis que no alcanza la profundidad deseada
al optar por someter a sus personajes antes que por escucharlos. A
veces da la sensación de que lo que no funciona es debido a las
prisas, que no dio tiempo a darle un rebozado al guión (aunque
podría haber otro motivo, lo reducido de su presupuesto tratándose
de una película de esta escala, es de “sólo” 6 millones de
euros) antes de empezar a rodar; el inconveniente es que a veces esas
prisas acercan algunos momentos, los más descolgados de la película,
a la chapuza (ese motorista fantasma…) que pone en cuestión hasta
la lógica más básica del guión, o incluso de montaje con la
sensación de que faltan planos necesarios para completar según que
escenas colaborando a un caos que a cuando suma va a las mil
maravillas pero que cuando resta corroe el film hasta un tuétano
demasiado endeble.
Balada triste de
trompeta es, bajo mi punto de vista, una caótica y fascinante
película que pierde cuando mira sus cimientos con distancia, perdiendo algo del desaforado romaticismo del que haría gala de no ser
por una tesis que hace de corsé demasiado apretado para
la rabiosa libertad que exhibe en sus mejores momentos. A pesar de lo
dicho, no la invalida como una recuperación de un Álex de la
Iglesia que mira sus anárquicos orígenes desde una perspectiva más
madura y para los espectadores con una mentalidad lo suficientemente
retorcida llega a ser un festín. No es un regreso porque eso sería
imposible, pero si un sangrante ajuste de cuenta con un pasado que,
con sus motivos en el caso del realizador, afortunadamente se resiste
al olvido.
Título: Balada triste de trompeta. Dirección y guión: Álex De la Iglesia. Producción: Tornasol Films, La Fabrique 2, uFilm, Canal+ España, Castafiore Films, Televisión Española. Fotografía: Kiko De la Rica. Dirección artística: Eduardo Hidalgo. Música: Roque Baños. Montaje: Alejandro Lázaro.
Intérpretes: Carlos Areces (Javier), Antonio de la Torre (Sergio), Carolina Bang (Natalia), Manuel Tallafé (Ramiro), Sancho Gracia (Coronel Salcedo), Santiago Segura (Padre de Javier), Terele Pávez (Dolores).
Título: Balada triste de trompeta. Dirección y guión: Álex De la Iglesia. Producción: Tornasol Films, La Fabrique 2, uFilm, Canal+ España, Castafiore Films, Televisión Española. Fotografía: Kiko De la Rica. Dirección artística: Eduardo Hidalgo. Música: Roque Baños. Montaje: Alejandro Lázaro.
i
Leonidas Frank Chaney (1883-1930), más conocido como Lon Chaney,
fue el célebre interprete norteamericano de películas como la
maravillosa El fantasma de la ópera, El jorobado de Notre Dame
de 1923, El trío fantástico en 1930 o Garras
humanas. Su habilidad con el maquillaje que él mismo diseñaba
y muchas veces se aplicaba, le mereció el apodo de “El hombre de
las mil caras” y su tendencia a interpretar a personajes sufridos
y torturados tanto en lo psicológico como en lo físico lo colocó
en un lugar de honor durante su vida cinematográfica que se
extiende hasta nuestros días. Nacido de padres sordomudos,
probablemente Chaney aprendió en su niñez a expresarse antes por
gestos que con palabras con sus propios progenitores, y también a
comprender y relacionarse con aquellos que ven el mundo o se
comunican con él de una forma “diferente”, lo que seguramente
marcaría, vistos los resultados, su posterior carrera en el mundo
del circo (que lo conecta con el director de lo bizarro por
excelencia con el colaboró en repetidas ocasiones, Tod Browning),
en los escenarios y más adelante en el mundo del cine. Murió a los
57 años de cáncer de pulmón siendo aún a día de hoy una de las
estrellas del Hollywood silente (a pesar de haber hecho también
bastantes films sonoros) más aplaudidas por sus interpretaciones.
Su hijo, Lon Chaney Jr. interpretó a uno de los más célebres
hombres lobo de la historia del cine con permiso de Paul Naschy en
El hombre lobo (Wolf man) en 1941 dirigido por Paul
Wegener, en uno de los hitos –un poco pobre en esta ocasión- de
los monstruos de la Universal… Sus dotes interpretativas quedaban
muy por debajo de las de su progenitor, pero su grado de histeria
ante su licantropía vista hoy puede resultar divertida. Volviendo a
Chaney padre, y a modo de recomendación, vean la personificación
hecha por James Cagney en El hombre de las mil caras, biopic
de Lon Chaney dirigido por Joseph Pevney en 1957.
ii
A diferencia de un film del propio De la Iglesia, una de sus mejores
películas que además es puro Chaney y cuyo punto de partida recuerda bastante a este: Muertos
de risa de 1996. Esa falsa, porque así nos la vendieron,
comedia que en realidad era un oscuro y rabioso drama protagonizado
por dos cómicos cuyo enfrentamiento va alcanzando cada vez mayores
grados de sadismo con la historia de España como telón de fondo
puede verse como un precedente más calmado en su forma de los payasos de Balada
triste de trompeta en una filmografía en la que proliferan los cómicos tristes. Pero aquella prefirió apuntar más que a la
política a la tragedia que a veces esconde la comedia y como ésta,
cuando más bruta es, más catártica puede resultar para el
espectador, con lo que ello implica para el cómico, su ego y sus
relaciones con los demás y que en ocasiones se mata en el escenario
sólo para hacer reír. Vean y comparen.
iiiComo
es habitual en el director, este clímax culmina también sobre una
construcción representativa de Madrid… Uno de sus finales más
famosos, el de El día de la bestia en las torres Kio ha
devenido además pura y irónica premonición: el lugar de
nacimiento del Anticristo que traerá el Mal a la tierra es ahora…
la sede de Bankia.
iv
“…como cuento en “Balada triste de trompeta” yo lo que
sentía en esos momentos era una rabia incontenible y un afán de
venganza por una situación que yo no había generado ni provocado
tanto a nivel político, como a nivel social o familiar” en
Álex de la Iglesia. Pasión por rodar. De Jesús Angulo y
Antonio Santamarina. Ed Euskadiko Filmategia Fundazioa. 2012.
vEn
un momento culminante de la película se da la más flagrante; un
miembro de la troupe circense exclama “No es culpa nuestra ¡Es
este país!”.
vi
Y que tiene lugar en una capilla abandonada ¿quizás porque parte
de la resistencia antifranquista se reunía en iglesias afines a sus
causas o interesadas en derrocar el régimen sabiéndose inmunes o
de mucho más difícil acceso en registros por parte de las
autoridades franquistas para dispersar reuniones clandestinas? O
quizás una excelente escena de impacto que subraya el martirio de
cariz religioso del personaje de Javier que lo inviste de una
peligrosa confianza moral cercana a la iluminación del que se cree
con autoridad para hacer lo que le da la real gana siguiendo lo que
le dicen sus visiones paganas de Raphael, al que se debe el título
del film, basado en una de sus canciones, la bonita Balada de la trompeta que pueden escuchar aquí: http://www.youtube.com/watch?v=Ipi9pFoIMS0.