miércoles, 27 de junio de 2012

BALADA TRISTE DE TROMPETA


 Lon Chaneyi dijo una vez que no había nada menos gracioso que la visión de un payaso bajo la luz de la luna. Dos imágenes de Chaney, una como Erik, el fantasma de la ópera en la versión cinematográfica silente del clásico de Gaston Leroux de 1925 y la otra como ceñudo payaso cuyo origen he sido incapaz de identificar, aparecen bajo los marciales compases de la saeta compuesta por Roque Baños en los impresionantes títulos de crédito de esta feroz película de Álex De la Iglesia Balada triste de trompeta.. Junto a Chaney, alternando imágenes de personajes reales con otros de ficción, aparecen imágenes del fin de la guerra civil que desangró al país dando la victoria a Francisco Franco en 1939 para infectar la herida que aún hoy parece mal cicatrizada, también aparece un compungido Arias Navarro, unos feligreses en procesión de Semana Santa, Jose Luís López Vázquez atrapado en La cabina de Antonio Mercero, Cristo crucificado, el Emperador Ming (el malo de Flash Gordon), la Raquel Welch de Hace un millón de años qué, por un perturbador golpe de montaje da paso al pútrido cadáver de la mujer empalada que ilustraba el cartel de Holocausto caníbal… Realidad y ficción, dolor y placer, eros y tánatos y la máxima de Chaney como rumor de fondo ponen en marcha un proceso de sublimación que sienta las interesantes pero limitadas por poco desarrolladas bases del film. 
Puede verse la secuencia de créditos como una amalgama de las imágenes y las emociones que estas despiertan en el director Álex De la Iglesia de los tiempos en los que se centra gran parte del film; los estertores del Régimen franquista, pero también de otra; el como una imagen de un personaje de ficción tiene su reflejo deformado en una de una persona real y viceversa o incluso un mundo (el de la cabeza del bilbaíno) en el que conviven personajes reales como Carrero Blanco dando sus últimos suspiros en el mismo plano de realidad que los dos payasos protagonistas. Pero si nos ceñimos a lo simbólico los créditos nos dan como discutible pero coherente resultado dos formas con un mismo fondo, o yendo a lo que nos interesa, dos españas que son causa y consecuencia la una de la otraii

La historia que narra Balada triste de trompeta es rematadamente simple: un triángulo amoroso entre una mujer y sus dos amantes que luchan por ella. Si hacemos caso de lo dicho anteriormente tendremos además una propina que acaba revelándose envenenada: los dos hombres son aparentemente antitéticos, uno de ellos, Sergio (Álvaro de la Torre) es un tipo temible y violento, de modales autoritarios que maneja con mano dura de chantajista el circo en el que trabaja como payaso estrella y además es el amante maltratador de la trapecista Natalia (la turgente Carolina Bang). El otro es Javier (Carlos Areces), un hombre apocado y gris que rehuye el sexo con una vergüenza casi infantil pero que se enamora platónicamente de Natalia provocando el tóxico cisma amoroso sobre el que se sustenta el film… La propina antes mencionada es que tal y como está planteada la película y sobretodo por como está desarrollada no hay más remedio que tomarse a Sergio, el payaso triste, como la España franquista que ve como su autoridad se resquebraja y a Javier, el payaso tonto, como la pujante España republicana que por fin se ve con fuerzas para plantarle cara. La España de tintes sadomasoquistas en juego sería entonces Natalia, y el simbolismo, efectivo pero algo simplista y como veremos de corto alcance, está servido.
El enfrentamiento entre ambos hombres por el amor y el cuerpazo de la mujer va creciendo progresivamente en violencia y negrura a la par con la debacle del régimen, culminando como no podía ser de otra manera sobre el Valle de los Caídosiii con la deformación moral de ambos payasos a flor de piel. Los hombres comienzan siendo payasos para quitarse el maquillaje y volver a ser hombres, para de nuevo quitarse el de hombres y convertirse en grotescos bufones al servicio de la Historia cuyos acontecimientos más recordados van teniendo lugar durante la escalada de violencia entre ellos por amor…Y, en resumen, poco más.

El talón de Aquiles del film está en un guión, que por primera vez en su carrera escribe el propio De la Iglesia en solitario (su coguionista habitual, Jorge Guerricaechevarría no pudo participar en esta película por incompatibilidad de agendas), no consigue avanzar una vez ha sentado las bases que quizás para algunos le dan legitimidad para las entonadas barbaridades que luego se van viendo, pero que parecen algo deslavazadas de un conjunto que pedía a gritos no más calma ni mesura como se ha dicho por ahí, sino algo más de humanidad en su punto de vista. Los personajes devienen títeres de acontecimientos históricos y los inevitables sentimientos de su creadoriv respecto al tema de la Memoria histórica que ha sacado a algunos trogloditas de su caverna y que están fuera de su realidad a pesar de que el espectador mínimamente informado sobre la conducta humana (ni eso, con que haya salido de casa algún día ya podrá reconocer la mayoría de sentimientos en juego) pueda llenar los huecos dramáticos que faltan. Todo ello tiene sus consecuencias; nada parece surgir de los protagonistas, especialmente en el caso de Natalia que va de un hombre a otro sin que haya otra explicación que la simbólica para explicar su comportamiento. Los turbulentos conflictos humanos de los personajes; los celos, la venganza como motor vital, el desamor y la locura se diluyen en otros mucho más abstractos y generales como son los de la Historia. No es que les vayan grandes ya que el tamaño de un conflicto depende de la óptica bajo el que se mire, es que no colman las expectativas creadas por un guión que debería haberse puesto a la altura de los ojos de sus personajes en lugar de mirarlos desde la privilegiada posición de la perspectiva histórica que para más inri, a veces se exhibe de forma autoconscientev aunque nunca sin destaparse del todo, como sí haría en la mucho más frontal y equilibrada La chispa de la vida, su film posterior y último hasta la fecha.

Si la película aguanta bien es por el buen pulso de De la Iglesia para todo lo demás. El director nos resarce de la sobriedad que devenía en soserío en su anterior película, la demasiado despreciada y bastante más coherente con su filmografía de lo que se dijo en su día Los crímenes de Óxford. En Balada triste de trompeta las imágenes son puro horror vacui, rabiosamente físicas y con el suficiente desparpajo como para no cortarse en las escenas de explosiva violencia psicótica y rabia fuera de control que a medida que avanza el metraje son más frecuentes. La película hace gala de una enrarecida y muy conseguida atmósfera y los actores, excelentes, están todos ellos muy bien dirigidos como es habitual en el director bilbaíno.
Pero de alguna manera no acaba de ser suficiente, a pesar de escenas poderosas como el enfrentamiento en el Valle de los Caídos que, siendo siempre King Kong, aúna el final del primer Batman de Tim Burton con La vaquilla de Berlanga y Con la muerte en los talones de Hitchcock para desembocar en la magnífica conclusión de La broma asesina, el cómic escrito por Alan Moore. O la definitiva transformación de Javier en algo más parecido a un terrorífico Sacerdote del infierno que en un ser humano y que firma el acta de defunción de su timidez autodestructiva (ya anunciada poco antes, al comerse un ciervo crudo) en aras de la locura homicidavi
Todo lo que, por sí mismo es más que válido y cuanto más enfermizo más efectivo en su brutalidad, queda algo diluido al faltarle el armazón dramático necesario para aunar la forma, orgánica, rabiosa y palpitante con el fondo, de una frialdad de tesis que no alcanza la profundidad deseada al optar por someter a sus personajes antes que por escucharlos. A veces da la sensación de que lo que no funciona es debido a las prisas, que no dio tiempo a darle un rebozado al guión (aunque podría haber otro motivo, lo reducido de su presupuesto tratándose de una película de esta escala, es de “sólo” 6 millones de euros) antes de empezar a rodar; el inconveniente es que a veces esas prisas acercan algunos momentos, los más descolgados de la película, a la chapuza (ese motorista fantasma…) que pone en cuestión hasta la lógica más básica del guión, o incluso de montaje con la sensación de que faltan planos necesarios para completar según que escenas colaborando a un caos que a cuando suma va a las mil maravillas pero que cuando resta corroe el film hasta un tuétano demasiado endeble.

Balada triste de trompeta es, bajo mi punto de vista, una caótica y fascinante película que pierde cuando mira sus cimientos con distancia, perdiendo algo del desaforado romaticismo del que haría gala de no ser por una tesis que hace de corsé demasiado apretado para la rabiosa libertad que exhibe en sus mejores momentos. A pesar de lo dicho, no la invalida como una recuperación de un Álex de la Iglesia que mira sus anárquicos orígenes desde una perspectiva más madura y para los espectadores con una mentalidad lo suficientemente retorcida llega a ser un festín. No es un regreso porque eso sería imposible, pero si un sangrante ajuste de cuenta con un pasado que, con sus motivos en el caso del realizador, afortunadamente se resiste al olvido.

Título: Balada triste de trompeta. Dirección y guión: Álex De la Iglesia. Producción: Tornasol Films, La Fabrique 2, uFilm, Canal+ España, Castafiore Films, Televisión Española. Fotografía: Kiko De la Rica. Dirección artística: Eduardo Hidalgo. Música: Roque Baños. Montaje: Alejandro Lázaro.
Intérpretes: Carlos Areces (Javier), Antonio de la Torre (Sergio), Carolina Bang (Natalia), Manuel Tallafé (Ramiro), Sancho Gracia (Coronel Salcedo), Santiago Segura (Padre de Javier), Terele Pávez (Dolores).

i Leonidas Frank Chaney (1883-1930), más conocido como Lon Chaney, fue el célebre interprete norteamericano de películas como la maravillosa El fantasma de la ópera, El jorobado de Notre Dame de 1923, El trío fantástico en 1930 o Garras humanas. Su habilidad con el maquillaje que él mismo diseñaba y muchas veces se aplicaba, le mereció el apodo de “El hombre de las mil caras” y su tendencia a interpretar a personajes sufridos y torturados tanto en lo psicológico como en lo físico lo colocó en un lugar de honor durante su vida cinematográfica que se extiende hasta nuestros días. Nacido de padres sordomudos, probablemente Chaney aprendió en su niñez a expresarse antes por gestos que con palabras con sus propios progenitores, y también a comprender y relacionarse con aquellos que ven el mundo o se comunican con él de una forma “diferente”, lo que seguramente marcaría, vistos los resultados, su posterior carrera en el mundo del circo (que lo conecta con el director de lo bizarro por excelencia con el colaboró en repetidas ocasiones, Tod Browning), en los escenarios y más adelante en el mundo del cine. Murió a los 57 años de cáncer de pulmón siendo aún a día de hoy una de las estrellas del Hollywood silente (a pesar de haber hecho también bastantes films sonoros) más aplaudidas por sus interpretaciones. Su hijo, Lon Chaney Jr. interpretó a uno de los más célebres hombres lobo de la historia del cine con permiso de Paul Naschy en El hombre lobo (Wolf man) en 1941 dirigido por Paul Wegener, en uno de los hitos –un poco pobre en esta ocasión- de los monstruos de la Universal… Sus dotes interpretativas quedaban muy por debajo de las de su progenitor, pero su grado de histeria ante su licantropía vista hoy puede resultar divertida. Volviendo a Chaney padre, y a modo de recomendación, vean la personificación hecha por James Cagney en El hombre de las mil caras, biopic de Lon Chaney dirigido por Joseph Pevney en 1957.

ii A diferencia de un film del propio De la Iglesia, una de sus mejores películas que además es puro Chaney y cuyo punto de partida recuerda bastante a este: Muertos de risa de 1996. Esa falsa, porque así nos la vendieron, comedia que en realidad era un oscuro y rabioso drama protagonizado por dos cómicos cuyo enfrentamiento va alcanzando cada vez mayores grados de sadismo con la historia de España como telón de fondo puede verse como un precedente más calmado en su forma de los payasos de Balada triste de trompeta en una filmografía en la que proliferan los cómicos tristes. Pero aquella prefirió apuntar más que a la política a la tragedia que a veces esconde la comedia y como ésta, cuando más bruta es, más catártica puede resultar para el espectador, con lo que ello implica para el cómico, su ego y sus relaciones con los demás y que en ocasiones se mata en el escenario sólo para hacer reír. Vean y comparen.

iiiComo es habitual en el director, este clímax culmina también sobre una construcción representativa de Madrid… Uno de sus finales más famosos, el de El día de la bestia en las torres Kio ha devenido además pura y irónica premonición: el lugar de nacimiento del Anticristo que traerá el Mal a la tierra es ahora… la sede de Bankia.

iv “…como cuento en “Balada triste de trompeta” yo lo que sentía en esos momentos era una rabia incontenible y un afán de venganza por una situación que yo no había generado ni provocado tanto a nivel político, como a nivel social o familiar” en Álex de la Iglesia. Pasión por rodar. De Jesús Angulo y Antonio Santamarina. Ed Euskadiko Filmategia Fundazioa. 2012.

vEn un momento culminante de la película se da la más flagrante; un miembro de la troupe circense exclama “No es culpa nuestra ¡Es este país!”.

vi Y que tiene lugar en una capilla abandonada ¿quizás porque parte de la resistencia antifranquista se reunía en iglesias afines a sus causas o interesadas en derrocar el régimen sabiéndose inmunes o de mucho más difícil acceso en registros por parte de las autoridades franquistas para dispersar reuniones clandestinas? O quizás una excelente escena de impacto que subraya el martirio de cariz religioso del personaje de Javier que lo inviste de una peligrosa confianza moral cercana a la iluminación del que se cree con autoridad para hacer lo que le da la real gana siguiendo lo que le dicen sus visiones paganas de Raphael, al que se debe el título del film, basado en una de sus canciones, la bonita Balada de la trompeta que pueden escuchar aquí: http://www.youtube.com/watch?v=Ipi9pFoIMS0.

domingo, 24 de junio de 2012

GENERAL IDI AMIN DADA




El dictador ugandés Idi Amin Dada, conocido como el pequeño Calígula, el Mussolini africano o el Hitler ugandés entre otros motes, parapetado detrás de su incombustible sonrisa lleva al director Barbet Schroeder[1] y a su director de fotografía y cámara Néstor Almendros a conocer los paisajes más agrestes de su país. En esta ocasión un río flanqueado por caimanes que miran pasar tranquilamente el bote en el que se encuentran los tres causantes del documental. Idi Amin le pide a uno de los inmóviles reptiles que se sumerja y a los pocos segundos, este obedece y desaparece bajo las aguas del río.  Es un momento alucinante, en el que los deseos del autoimbuido poder sobrenatural de Idi Amin Dada encuentra su eco en  una realidad que como es natural poco tiene que ver con sus enloquecidos designios... Pero la ilusión se rompe pronto, encantado de su poder para controlar hasta la más pequeña brizna de hierba de su país  y de paso preocupando con esa perturbadora maravilla al público (porque efectivamente el caimán parece haber obedecido al General), Idi Amin vuelve a intentarlo con otro caimán que toma el sol a pocos metros de la balsa con la boca abierta en una siniestra sonrisa, pero este ni se inmuta. Idi Amin parece perplejo pero se repone al instante:“está dormido”. Todos felices y, sobretodo, enteros. La realidad es la que es, con sus casualidades y sin ellas.

Uganda es un país cuya extensión alcanza la mitad de la de Francia, pero ninguno de sus diez millones de habitantes ha conocido la hambruna. De gran riqueza agrícola, exportadora de café, algodón y cobre, contaba por aquel entonces con un embrionario sector industrial, todo lo cual reducía su dependencia del mundo exterior. Fue en 1962, poco después de la independencia de esta ex colonia británica cuando el por entonces Teniente Idi Amin Dada empezó a interesarse por la política. Primero fue jefe de estado mayor y mano derecha del no demasiado querido Presidente Obote, al que él mismo derrocó por golpe de estado en 1971. El pueblo ugandés acogió a Idi Amin como el líder que les sacaría de su descontento con Obote. Se hizo popular entre los líderes internacionales y trató a Richard Nixon de “querido hermano” deseándole lo mejor para salir del escándalo Watergate que hundió la carrera e imagen del entonces presidente norteamericano. También aplaudió y felicitó a la Junta Chilena por su toma de poder y puso a disposición de la Reina de Inglaterra una guardia escocesa en su conferencia de la Commonwealth… Tamaño personaje no iba a quedarse de brazos cruzados ante la situación que tenía en su propio país con 80000 asiáticos controlando el 80% de la riqueza de Uganda, pero la solución le pilló durmiendo a pierna suelta. Tras tener un sueño revelador en 1972 los expulsó a todos, dándoles 90 días para abandonar el país iniciando lo que se vino a llamar “guerra económica”. A cada día que pasa la herencia de Idi Amin Dada es más precaria; fondos reservados bajo mínimos, inflación record del continente africano, escasez de artículos básicos… y para acabar de rematar la faena el propio Idi Amin ordenó doce ejecuciones públicas simultaneas en distintas zonas del país para dar ejemplo a pueblo llano y mandos inferiores, que a ojos de Idi Amin se dirían prácticamente lo mismo. Desde entonces se han denunciado más (cerca de un millar) de desapariciones de ugandeses entre las que se cuentan decanos universitarios, ministros y otros contrarios o disidentes a las ideas del dictador.

Este largo -mil disculpas- prólogo explicativo de la situación en Uganda, es narrado por el propio Schroeder al inicio del documental prácticamente como si fuese una fábula en la que Idi Amin Dada es un ogro que se hizo pasar por príncipe. Parece que al ponernos en contexto condicionará nuestra mirada sobre el dictador incluso antes de empezar a conocerlo. Visto lo visto, y sirva la escena del crucero entre caimanes como ejemplo, esta introducción es un subrayado innecesario o una fábula que no encuentra su eco más allá en un documental que da vueltas una y otra vez sobre la misma idea. Ha de ser muy difícil lidiar con alguien como Idi Amin Dada. Su apariencia amigable y sus buenos modales no engañan porque nunca llegan a desmentirse con lo que probablemente son verdaderos, pero la otra cara que complementa esas virtudes eclipsa con mucho, dejando de lado sus crímenes, todo lo anterior. No sólo es egocéntrico hasta lo imposible sino también la peor pesadilla de cualquier director de actores que intente ponerle vallas al campo. Idi Amin Dada es el protagonista absoluto del documental y es, en un sentido casi estricto, su propietario. Schroeder, como consciente segundo hombre más loco de los que han tenido algo que ver con todo esto y compinchado con el montador Denise De Casabianca, toma la decisión más inteligente una vez se puede ver la dinámica habitual en una conversación con Idi Amin: hacerse a un lado y dejarle hacer y hablar.
Schroeder parece esconder la cabeza debajo del ala y sólo en contadas ocasiones contradice al líder ugandés, pero al rato uno se da cuenta de lo que el propio director debió pensar al charlar con el dictador ¿Para qué jugarse la vida contradiciéndolo si eso es algo que el propio Idi Amin sabe hacer como nadie?
 
Uno empieza creyendo que el físicamente descomunal Idi Amin miente y que intenta camelarse al respetable, pero nada más lejos de la verdad. Idi Amin está como un cencerro y de alguna forma incomprensible para el resto de los mortales nunca acaba una frase sin haberla terminado cambiando por completo el principio de la misma. Para él no existen las contradicciones pero él y de rebote la propia Uganda parecen ser la mayor de todas. Su armada es de opereta y sus entrenamientos más propios de una casa de colonias llena de niños sonrientes que de soldados que se tomen en serio su labor de protectores de la patria, pero su país es temido por todos los demás por su brutal potencia militar. Su marina es algo fuera de lo común (y cuando la vemos no podríamos estar más de acuerdo) pero Schroeder le hace saber a Idi Amin que “¡usted no tiene marina!”, opinión que no detiene al líder en su perorata sobre las infinitas virtudes de su temible flota. Schroeder, en una de las pocas ocasiones en las que decide barrer de un papirotazo las opiniones de Idi Amin sobre el mundo real, pasa por corte a la imagen de una cáscara de nuez que sale de puerto y que da la sensación de que no va a llegar a tierra firme por muy cerca que pueda estar…
Sus declaraciones devienen progresivamente demenciales porque vemos que la cosa va más en serio de lo que los responsables del documental podrían haberse propuesto, y lo peor de todo es que detrás de la risa que provoca uno no deja de pensar que no sólo Schroeder y Almendros están bajo la protección de un loco. Uno capaz de hacer “desaparecer” a uno de sus ministros por dar una mala imagen pública durante el proceso de filmación del documental y que toda la población de un país ve como su vida va a rebufo de los caprichos de un iluminado como Idi Amin.

Es la espera lo que levanta un documental como este en el que nada parece especialmente planificado (cosa imposible dentro del género documental pero que con alguien así habría sido estúpido) pero al mismo tiempo siempre parece saber donde está yendo: al derribo de la imagen de Idi Amin con la única ayuda del mismo. No es que este no se esfuerce; el dictador le dice a Schroeder lo que debe filmar y no espera a pedir ser entrevistado sino que se ofrece él mismo como quien no quiere la cosa, le dice lo que hay que ver y como verlo, hasta la música del documental fue compuesta por él. Idi Amin quiere controlarlo todo, pero es incapaz de controlarse a sí mismo, con lo que el absolutismo que ejerce sobre la película y su propio país resulta a todas luces grotesco ya que Idi Amin y el mundo real son como el agua y el aceite pero este se niega a aceptar ninguna intromisión que puedan hacerle cambiar su opinión no sobre el mundo, sino sobre él mismo.
La elegía que este esperaba y creía estar recibiendo (lo que hizo posible la existencia del  documental) se vuelve un regalo envenenado que explotó en las narices de sus responsables cuando Idi Amin se enteró de que existía un montaje no aprobado por él. Con ánimo de convencer a Schroeder, Idi Amin secuestró a todos los ciudadanos franceses residentes en Uganda (alrededor de 200) reteniéndolos en un hotel y dándoles el teléfono de Schroeder para que pudieran explicarle su situación. El secuestro tendría lugar hasta que el montaje original planeado por el dictador fuese restituido. Schroeder, accedió hasta el exilio del General, momento en el que volvió a remontar la película según su propio criterio.

Algo debió aprender con la experiencia. Años más tarde, durante la producción de Barfly dirigida por él mismo y con guión de Charles Bukowski[2], amenazó a un productor de Hollywood con cortarse un dedo de la mano por cada media hora que pasara sin que acataran sus peticiones… blandiendo una sierra mecánica delante de las narices del productor y del escritor alcohólico. Bukowski aseguró, y le creemos, que Schroeder se había ganado su respeto. Y sin secuestros.

Título: Général Idi Amin Dada. Autoportrait. Año: 1974. Nacionalidad: Francia y Suiza. Dirección y guión: Barbet Schroeder. Director de Fotografía: Néstor Almendros. Montaje: Denise De Casabianca. Música: Idi Amin Dada.


[1] Que no sería la última vez que se acercara a las cloacas del poder.  Hace unos pocos años, en 2007, volvió a la carga con el documental, más inquietante todavía, El abogado del terror , más preocupante que el que nos ocupa por la cantidad de claroscuros morales no ya de causas ajenas sino algunas que son suelo de nuestra propia “sociedad libre”.
[2] El escritor plasmó su experiencia en el mundo del cine en su novela Hollywood en la que explica sus correrías bañadas en alcohol y con amigos como el propio Barbet Schroeder, Mickey Rourke; que interpretó a Bukowski en la película (a pesar de que él apostaba por Sean Penn después de casi pegarse con él por haberse metido con Madonna que salía con Penn por aquel entonces), Jean Luc Godard y demás personalidades del mundo del cine, todos ellos bajo seudónimo… Aunque tan pobretones (Godard es rebautizado como Monard) que parecen más un guiño cómplice que un verdadero intento de ocultar su identidad. Como casi toda novela de Bukowski, más que recomendable, con el plus de la puya al embelesado mundo del cine desde una óptica mucho más lúcida del foráneo de vuelta de todo.

jueves, 21 de junio de 2012

ATTACK THE BLOCK


La secuencia de apertura del debut en el largometraje del director Joe Cornish plantea los dos polos genéricos entre los parece bascular esta ópera prima: una chica es asaltada por un grupo de chavales en una barriada del sur de Londres. Hasta ahí el qué. El como es lo que aparta este inicio de los cánones del llamado “cine de compromiso social” y lo acerca a otro género de fronteras más difusas: el del terror y el fantástico que al poco rato irrumpe en el argumento sin tener que echar mano de formalismos que lo hagan reconocible. 
La forma de esta secuencia, decía, nos muestra a la chica, Sam, hablando por su teléfono móvil con su madre mientras los créditos aparecen sobre fondo negro entrecortando la imagen, al poco rato la luz que provocan unos petardos nos muestra la sombra de alguien ataviado con una gorra mirando a la chica, ajena a la presencia del mirón. Luego llega la amenaza, el grupo de chavales aparecen al fondo de la calle encapuchados y con fulares a la altura de los ojos.  Uno de ellos distrae a su víctima al pasar junto a ella con una bicicleta y cuando ella se da la vuelta para seguir andando el líder de la pandilla, Moses, ha aparecido de la nada para cortarle el paso en un abrir y cerrar de ojos. 
Si esto fuese una película de terror como cualquier otra, él sería el monstruo (algo que podría verse así desde un punto de vista "social") y el enemigo a abatir, ella sería la víctima y por tanto la sufrida protagonista. Pero un elemento aparece para romper la baraja y situarlos a todos, los "monstruos" y los inocentes de la sociedad, en el mismo bando, el de los supervivientes: un alienígena con aspecto “de mono rapado” como dice uno de los chavales cae sobre un coche abriendo un boquete en el techo, ataca al líder de la banda y da la oportunidad a la chica de escapar del atraco. La banda da caza al alien y acaba con él rebautizando al cadáver alienígena como “El monstruo de Brixton”1
No contentos con ello y tras amenazar al cielo estrellado de que cualquier alienígena que se meta en su barrio (en el sentido más estricto, los chicos son de una territorialidad que asusta) estará cayendo en el lugar equivocado se llevan el cadáver al cuarto de marihuana del camello que vive en el enorme bloque de pisos colmena -el block de marras- llamado Whydan Tower2 que ellos comparten, sin saberlo, con la víctima del atraco.
Más alienígenas caen sobre el barrio esa noche, pero estos son más belicosos todavía y de aspecto más amenazador. No son calvos sino cubiertos de un pelo negro hasta lo abisal (“es más negro que mi primo” dice uno de los chicos) y armados con dientes fluorescentes que brillan como neones (que gran trabajo han hecho los de efectos especiales sin caer en imágenes generadas por ordenador que lo habrían mandado todo al traste), son corpulentos y andan y corren a cuatro patas. Y se comen todo aquel que se les pone por delante. Pero, al contrario de lo que ocurriría en otras películas de estas características, los chicos no se despeinan para luchar contra los invasores con métodos que van del vandalismo a la guerrilla urbana sin pestañear3.

La película de Cornish ha sido justamente celebrada por su frescura y su habilidad para hacer pasar un muy divertido rato al respetable. Parte de ese éxito se debe a que Attack the block no es exactamente una película de terror, ni tampoco una de acción, ni una comedia, ni tampoco cine “social”, pero si es un poco de todo ello sin que se noten los costurones entre un género y el siguiente. Su humor proviene del contraste con otras películas “con monstruo” y lo expeditivo de los métodos de los chicos y sus desarmantes réplicas y no –afortunadamente- de la parodia a excepción del personaje del camello interpretado con sorna por Nick Frost. No hay autoironía, pero tampoco comete el error de tomarse más en serio de lo que necesita ni de ponerse falsamente trascendental.
Afortundamente no hay ni ánimo de dar lecciones ni momentos sermoneadores donde las cosas se pongan en su supuesto sitio pero Cornish no comete el error de ponerse paternalista y disculpar a los chavales de sus animaladas: la escena del atraco es desagradable para cualquiera con un mínimo de sensibilidad y la caza y matanza del primer alien choca por lo gratuito de la respuesta violenta por parte del líder de la banda y lo descerebrado del resto de sus miembros que lo siguen. 
Otros personajes secundarios como el que se jacta de ser dueño de un barrio que durante la película parece que va a cambiar de manos a garras, llamado Hi-Hatz es un matón de poca monta que recluta chavales (entre ellos el líder de la banda y protagonista del film Moses) para vender droga y que saca la pistola a la mínima de cambio y otros, aprendices de matones, no alcanzan ni los diez años como dos niños que se pasean por el bloque con su patín y una pistola de agua llena de gasolina y que se hacen llamar “Problemas” y “Caos” conforman un tapiz social bastante preocupante porque probablemente no está muy lejos de la realidad... Los chavs4 del film son probablemente mejores personas que los de la vida real, y posiblemente más ingeniosos también. Pero estos goonies5 de favela no se salvan de ser cuestionados por sus víctimas cuando las aguas están tranquilas o de sus compañeros de edificio que están hartos de ver a la policía pisándoles los talones cada dos por tres. El retrato que hace el film del ambiente está bien llevado desde el momento en el que no se pone por delante de la historia que está explicando sino que la llevan de la mano, esquivando toda moraleja social sin dejar de plantear cuestiones para quien quiera verlas y sin enaltecer a sus protagonistas.

Por otro lado y sobretodo, Attack the block es una excelente película de acción con momentos muy bien llevados como la persecución a la que someten los Peludos a la banda que intenta volver al bloque en bicis y motos para protegerse en un ambiente que puedan controlar, o sobre todo el tramo final que sorprende no sólo por su tensión (apoyada por una excelente banda sonora electrónica hecha por Steven Price que le da un cariz muy particular en los tiempos que corren de grandes orquestaciones) sino porque es la primera y diría que única en usar un efecto de montaje, la ralentización de la imagen, para provocar un determinado efecto en el espectador.
Es el único instante en una película que por el contexto en el que tiene lugar podría haber caído muy fácilmente en una épica macarra que apoyara la valentía de sus personajes frente a los monstruos a base de remarcar su determinación y fuerza en acabar con el enemigo.  No estamos, si la comparamos con otra película "de género" enmarcado en un ambiente social marginal, ante un film como la francesa La Horda (La Horde, dirigida por Yannick Dahan y Benjamin Rocher en 2009) que guarda similitudes con el film que nos ocupa y cuyo argumento situaba una invasión zombi en un barrio periférico de la capital París. En aquella se potenciaba más la "profesionalidad" y frialdad de los supervivientes para acabar con los zombis que el riesgo que corrían, a base de ralentizaciones de imagen o trabajadas coreografías en las escenas de lucha cuerpo a cuerpo. 
No es el caso de Attack the block en la que la épica reside en la supervivencia de sus personajes y Cornish nunca carga las tintas con ánimo de enaltecer a la pandilla de delincuentes sino en el riesgo que corren sus vidas. 
De muestra un botón; el momento en el que uno de los clientes del personaje de Nick Frost escuchando música rap mientras espera al ascensor. El montaje al ritmo de la música lo apoya en su épica personal, que se va al carajo a la que recibe una llamada de su madre preguntándole dónde está y a que hora tiene previsto volver a casa... La única épica es la que los mismos personajes se autoatribuyen, no la que Cornish pueda concederles.
Más que heroes, son supervivientes pasando una noche especialmente difícil para ellos, pero no tan diferente a su rutina habitual en la que a falta de monstruos alienígenas tienen que huir de otras bandas callejeras.

La puesta en escena refuerza los sentimientos de los chicos y de Moses en particular a base de una planificación que pasa desapercibida por su sobriedad pero que contribuye muy mucho a crear una determinada atmósfera sin romperla para pavonearse. Moses, el taciturno e improbable héroe de la comunidad de la que era monstruo antes de pasar al segundo escalón de la escala alimenticia en el sentido literal, empieza de malas maneras y poco a poco va quedándose solo, ya sea porque “sus chicos” van siendo devorados o porque los que lo apoyan prefieren huir al darse cuenta de que Moses “siempre trae problemas”, perseguido por los aliens después de haber asesinado al primero en llegar a la tierra. Todo ello se convierte en el sentimiento de culpa que le hace avanzar como persona. Junto con Sam, es el único que cambia durante el film tomando nota de que “toda acción tiene consecuencias” en lo que acaba siendo un imprevisto cuento moral que no cae en moralismos. Este personaje, interpretado por el joven John Boyega tiene, como el resto de los jóvenes del film, la gran fortuna de ser encarnado por un desconocido para el gran público, lo que contribuye no sólo a dar frescura a la película, sino en que uno sólo pueda ver al personaje sin darse cuenta de quién es el que le pone cara.

Cornish, además de buen director de actores, se alza como digno heredero del mejor cine de John Carpenter con su Asalto a la comisaría del distrito 13 (con mucho en común respecto a su argumento) a la cabeza en su combinación de géneros como el de acción y el de terror -en el caso del film de Carpenter el terror y el western- que aparecen con cuentagotas pero de forma muy efectiva. El primer ataque de los monstruos a los policías que detienen a Moses, poniéndolo a salvo sin saberlo dentro del furgón policial, está muy logrado: tanto nosotros como Moses y el resto de la banda que observa la detención desde un balcón, sabemos que hay algo hambriento por los alrededores, los chicos señalan los sitios por los que los monstruos se van acercando a sus presas, pero la oscuridad de la zona y del pelo de los propios aliens permiten ver “algo” aunque nunca estamos muy seguros de haberlo visto hasta que ya es demasiado tarde. La sensación de que la amenaza está muy cerca pero que es invisible en plena noche hasta que ya la tienes echándote el aliento en la cara es muy inquietante y Cornish la dosifica a las mil maravillas.
Todo ello consigue la combinación ganadora de la que sólo queda algo descolgada su conclusión, aunque es tan breve que, además de ser coherente, ni siquiera molesta. Es un bajón comprensible cuando la película no ha decaído en ningún momento sabiendo que su gran baza no es armar mucho follón sino no dejar tiempos muertos ya sea en cuanto a lo cómico, lo dramático o cualquiera de los géneros mencionados hasta aquí con una concisión ejemplar. El film pasa en un soplo, pero no se precipita ni parece dejar cabos sueltos por el camino, su fusión de géneros no parece algo premeditado sino que es de una pasmosa naturalidad, y es la demostración de que el tan denostado por ciertas élites supuestamente intelectuales cine popular no sólo puede (y debería ser) bueno: en las manos adecuadas es redondo.

Título: Attack the block. Dirección y Guión: Joe Cornish. Producción: Nira Park y James Wilson para Big Talk Pictures, Film4 y Studio canal. Fotografía: Thomas Townend. Diseño de producción: Marcus Rowland. Música: Steven Price. Montaje: Jonathan Amos.
Intérpretes: John Boyega (Moses), Jodie Whittaker (Sam), Alex Esmail (Pest), Franz Drameh (Dennis), Leeon Jones (Jerome), Simon Howard (Biggz), Luke Treadaway (Brewis), Nick Frost (Ron), Piage Meade (Dimples).

1Simplificando y resumiendo mucho, Brixton es el barrio del municipio homónimo al sur de Londres, considerado la capital no oficial de la población afrocaribeña de Inglaterra. Barrio bastante conflictivo por la pobreza de muchos de sus habitantes ha sido lugar de famosos disturbios, los peores de la historia de Gran Bretaña, casi siempre con trasfondo racial en 1981, 1985 y 1995 dando lugar a saqueos, quema de viviendas y edificios enteros, enfrentamientos con la policía (cuya actitud muchas veces combinada con la miseria social eran el detonante de tales disturbios).
2En honor a John Wydham, escritor del clásico de la ciencia ficción La noche de los trífidos, además, el bloque de pisos es colindante con la calle Ballard (de James G. Ballard probablemente, otro reputado escritor de ciencia ficción). Algunos críticos han visto también -a mí se me escapó, que quieren- una calle Herbert (de Frank Herbert, padre literario de la saga Dune, Huxley Court (de Aldous Huxley), Wekks Court (H.G. Wells), Clarke Court (Arthur C. Clarke) y Clayton Estate (por Jo Clayton, autor que desconozco) .
3La película se estrenó unos meses antes de los disturbios que hubo en Inglaterra entre el 6 y el 10 de agosto de2011, con origen en Tottenham tras la muerte a manos de la policía de un joven negro de 29 años, Mark Dugan, con cuatro hijos en su haber, muerto en un tiroteo. Tras una manifestación en el propio barrio de Tottenham se produjeron violentos incidentes que se extendiern a Hockney, Peckham o Croydon. Los acontecidos en Brixton fueron los que acapararon mayor atención emdiática. El resultado: edificios incendiados, comercios saqueados y violentos enfrentamientos con la policía por parte de jóvenes que en muchos casos no alcanzaban la mayoría de edad provenientes de bandas organizadas.
4“Chav” es el término despectivo que según parece surgió de los medios de comunicación ingleses para referirse a un sector de la población de clase baja y corta edad cuya estética es herencia del hip hop americano. Se les asocia con conductas agresivas y delincuencia. 
5Mítica producción de la factoría Spielberg, Amblin, que marcó a una generación de espectadores. Dirigida por Richard Donner en 1985 Los goonies narraba las aventuras de un grupo de chavales y combinaba humor, aventura y pinceladas de terror muy suave, marcando un antes y un después en las películas de pandillas de niños-jóvenes americanas. En el mismo año de Attack the block se estrenó Super 8, dirigida por J.J Abrams y producida por Steven Spielberg, con mucho en común con Los goonies y que provocó una absurda confrontación entre el film de Cornish (como la versión “dura” por tener como personajes principales a chavales de barrios más marginales) y el de Abrahms (como la versión “blanda” en el sentido peyorativo por tener por protagonistas niños de zonas residenciales de los EUA). A falta de haber visto Super 8 no puedo posicionarme, pero vean y juzguen ustedes mismos.

martes, 12 de junio de 2012

PERAUSTRINIA 2004


En el mundo futuro imaginado en el 1990 del estreno de Peraustrinia 2004 no existen las muertes súbitas, ni los desastres naturales que no puedan remediarse huyendo de los lugares en los que tendrán lugar, ni tampoco lluvia que pueda cogerte desprevenido mientras paseas por la calle y coches voladores pasan a unos metros por encima de tu cabeza. Sólo existe el orden, la rutina y la absoluta previsión de todo lo que pueda perturbarlos… El causante de todo ello es Tristán, el habitante más inteligente del país de la ciencia llamado Peraustrinia, y que tras acabar con el hambre en el mundo siendo tan solo un crío y recibir el premio Nóbel a los doce años, ha logrado preveer el futuro científicamente con lo que las noticias ya no informa a toro pasado sino de lo que aún está por ocurrir… Con lo que si uno está atento a los boletines informativos puede esquivar un fulminante ataque al corazón, un atropello o algo tan nimio como un chaparrón. Pero no todo es de color gris en el universo, lejos de aquí existe el Reino del Azar y sus habitantes, los azarosos; extrañas y simpáticas criaturas de perrofláutico aspecto con un terrorista sentido del humor que se alimentan del placer que les provoca el azar que se extingue por momentos en nuestro planeta. Una especie cuya divinidad tiene forma de dado y que sufre una hambruna sin precedentes al haberse quedado sin lo que les provoca mayores carcajadas a nuestra costa, cualquier desgracia (cuanto más salvaje mejor) que pueda caernos encima. Alarmado por la escasez de alimento que está acorralando a su reino, el Emperador Ton lleva a Tristán a su mundo y después de enseñarle su funcionamiento le hace una advertencia; el aburrimiento en nuestra sociedad conducirá a un estallido de violencia que iniciará la tercera guerra mundial. Así que no sólo los azarosos sufrirán las consecuencias del hipercontrol al que se ha acomodado la especie humana, si Tristán no destruye todos sus experimentos en curso (control absoluto del azar y su siguiente y definitivo paso; el control del amor) y las maquinas que dan renombre mundial a Peraustrinia como país del orden todo acabará. De propina, los azarosos se comprometen a ayudar a Tristán a conquistar a la princesa de Peraustrinia: la caprichosa y rebelde Priscila, que odia el orden imperante en el país y a su precursor Tristán.

Disculpen la parrafada introductoria para explicar tan sólo el argumento de la película, pero la veo necesaria de cara a poner las cosas en su sitio para aquellos que no han podido verla o no la recuerdan con claridad. Este es uno de esos casos en los que el fondo es más memorable que la forma y el guión del film merece, aunque solo sea por su originalidad y claridad de ideas, su espacio. Porque a caballo entre el cuento de hadas tradicional (o lo que nos ha llegado de él) y la anarquía pura y dura, Peraustrinia 2004 es una de esas raras películas que a pesar de ser prácticamente desconocidas, es recordada con un gran cariño por aquellos que tuvimos la suerte de poder verla en su día cuando éramos niños. Vista ahora, con la invasión y revalorización del cine “infantil” como un género (bastante bastardo en cuanto no lo es por temática sino por público potencial) tan noble como cualquier otro, tiene algunos defectos en cuanto a lo formal que más que restar le otorgan personalidad. Los fondos son estáticos y los personajes parecen muy sobreactuados en comparación con los intentos de realismo expresivo de muchas películas de animación actuales pero a pesar de todo se nota el trabajo y el esfuerzo hecho. El que escribe estas líneas no cree haber visto una expresión facial repetida en toda la película y pese al estatismo de sus fondos, que deviene en ver como se repiten una y otra vez para crear una algo renqueante sensación de movimiento, tampoco estamos frente a la prehistórica animación de celebridades como Los Fruittis o Delfi, a veces recordadas exclusivamente por la cutrez de su animación unos años más tarde de este Peraustrinia 2004.

Pero es a un nivel dramático dónde esta película se graba en la memoria y marca las distancias definitivas con otros films infantiles. Peraustrinia 2004 consigue colarle al respetable un par de bombas (además de su moraleja proanarquista) que vistas ahora sorprenden y divierten por su despreocupado salvajismo. Una de ellas se da en el momento de la visita de Tristán al reino del azar donde presenciamos la forma en la que los azarosos se alimentan: en unas salas con pequeñas depresiones a modo de palco, un gran dado flotante emite imágenes que van desde los orígenes de la humanidad (en la que los azarosos se divierten mareando y tendiendo trampas a los hombres de las cavernas), pasando por Newton y su teoría de la gravedad (por una manzana lanzada con mala uva por un azaroso contra la cabeza de Newton desde lo alto del árbol) hasta el chiste más salvaje de toda la película: el hundimiento del Titanic provocado, no se lo pierdan, por los mismos azarosos que situaron el iceberg a la distancia apropiada para coger desprevenidos a los mandos del buque y ganar unos kilos a base de risotadas. Son estos pequeños gremlins y reflexiones en voz alta sobre un alarmante estado de las cosas a medio camino entre la abulia y el estallido de violencia (no sé si les suena de algo) las que sitúan la película un paso más allá del film de animación al uso por encima de sus limitadas, aunque más que suficientes cuando éramos niños, posibilidades expresivas. De todos modos, no dejan de encontrarse aquí y allá algunos matices que denotan cierta intencionalidad. Los azarosos son personajes coloristas, en contraposición a la ciudad de Peraustrinia, mucho más gris a todos los niveles e incluso en la indumentaria de sus personajes que es mucho más tenue. Pero hay una excepción: la princesa Priscilla, cuya mata de pelo roja lo distancia de los peraustrinianos y la acerca a los azarosos y el diseño de estos últimos, a pesar de lo renqueante de su animación, está más que bien. Insisto en que la película resulta más memorable e interesante por su amable sentido del caos y la anarquía para espolear nuestra amodorrada vida que por su plasmación en imágenes pero no es menos cierto que la simpatía de los azarosos y su aspecto acaban por ser estandarte en la memoria del film.


Cartel promocional de la película donde pueden verse a todos los personajes principales

También resultan curiosos algunos apuntes sobre las filias de los responsables de la película, el guionista Joan Marimón y el director Àngel Garcia (sin despreciar a todo el equipo de animadores, absolutamente imprescindibles en cualquier film de estas características). Elementos como la noticia en la que se advierte de la derrota del F.C. Barcelona a manos de un equipo mucho más modesto o el nombre de algunos de los azarosos como el del desgarbado Ringolennon… que ponen la guinda personal a Peraustrinia 2004, opera prima y única experiencia en la dirección de Garcia, que se fogueó en otros proyectos como animador del carisma de Despertaferro del mismo año de estreno que el film que nos ocupa o la traumática serie de televisión Mofli el último koala… que al igual que el conflicto entre peraustrinianos y azarosos tienen un lugar de honor en el recuerdo cinematográfico de algunas afortunadas infancias. Un servidor tuvo la suerte de poder verla en sesión matinal en el difunto cine Savoy de la Ciudad Condal... actualmente otra estúpida baguetina catalana: poco pan (aunque hay que reconocer que hasta horas intempestivas) y pésimo circo.

Bendita nostalgia.


Título: Peraustrínia 2004. Año:1990. Nacionalidad: España.  Dirección: Ángel García. Guión: Joan Marimón. Producción: Joan Marimón, Laurenfilm. Música: Anthony Piley.
Voces: Josep Linuesa (Tristán), Blanca Pàmpols (Princesa Priscila), Anton Alemany (Lumumba), Manel Villanova (Rey Atanasio), Ferran Casanovas (Gran Tom), Raúl Macarinni (Flippity).


lunes, 11 de junio de 2012

Gracias por venir


Lector, 

Si estás leyendo esto o bien me conoces o simplemente has llegado aquí por accidente. Si esta es la única entrada que hay en este blog sólo los del segundo grupo sabréis de su existencia y también sabréis que eso significa que A sesión continua no ha podido ir peor. Pero no adelantemos acontecimientos.

Lo más parecido que he vivido en primera persona a una sesión continua eran los dobles y en sus mejores tiempos triples programas que uno podía ver por televisión como en Klaatu Barada Niktó en la televisión autonómica catalana o las maratones de video que uno veía una y otra vez hasta que podía oír gemir la cinta al ser reproducida por enésima vez.

Pero antes, la sesión continua, la de verdad, tenía lugar en las grandes salas de cine de muchas ciudades. No eran sesiones dobles ni triples como aquellos programas catódicos, era la posibilidad de pagar una vez y poder ver todas las veces que uno quisiera hasta que cerraran el cine la misma película hasta el hartazgo. Uno podía echarse a dormir a media película y despertarse al principio de la siguiente sesión mientras el mundo ahí fuera seguía girando, o poder ir al baño sin maldecir el haberse bebido ese vaso de agua que está a punto de costarle perder el hilo de la película que había pagado por ver en baratas pesetas.
A pesar de todo, este no es el motivo por el que este blog responde a este nombre. No hay ninguno. Sencillamente algún nombre había que ponerle y este parecía lo suficientemente bueno y abierto como el mejor de los posibles. Internet es una gran herramienta de comunicación y información, pero es también y sobretodo un puñetero escaparate. Si uno hace referencia a una película o a un género en cuestión ya se está posicionando y poniendo sobre aviso al lector. El elegido deja a las claras de lo que va a ir esto: de cine. Y punto. 

La “A” que precede al “sesión continua” del título tiene una explicación menos honrosa todavía: ya existe algo parecido a un blog llamado Sesión continua con lo que algo había que hacer al respecto y apareció la primera del alfabeto como salvadora. A sesión continua implica ir tirando sin parar nunca hasta el cierre, como la vida misma y es un buen ejemplo de cómo a base de darle vueltas a algo se puede encontrar alguna justificación mejor que casi siempre se construye sobre el inmortal “porque sí”.
 
Las opiniones que aquí escriba son mías y no pretenden sentar cátedra sobre las películas de las que se habla, pero intentaré justificarlas lo mejor que pueda dentro de lo posible aunque tampoco me siento obligado a mantenerlas o defenderlas a capa y espada, puedo cambiar de opinión ya sea dentro o fuera de este blog. 

El criterio seguido para elegir las películas que irán engrosando semanalmente (o eso espero) el número de entradas en este blog responde a mis filias, fobias y intereses particulares, pero creo que cada uno tiene derecho a ver las películas que quiera ver y de que le gusten o no según su opinión y la de nadie más. No me hagan caso si no creen que deban hacerlo y saquen sus propias conclusiones. 

También creo que mis amigos y conocidos tienen derecho a que deje de darles la tabarra hablando de cine. Ahora pueden saber mi opinión mientras miran la tele o como se desconcha la pared de la cocina y yo podré levantar delirios varios  y teorías absurdas sobre películas que ni sus responsables recuerdan haber filmado sin comprensibles interrupciones. Cualquiera podrá desmontarme el castillo de naipes, pero podrán leer la versión completa antes de echarla abajo para ver si sigue siendo una fantasmada o la cosa iba en alguna dirección. Nadie me paga por hacer esto así que mi opinión es tan libre como la del lector sobre lo que digo y las películas sobre las que hablo. El aspecto del blog debería ir mejorando con el tiempo; mis capacidades para con internet son casi nulas pero espero que el contenido merezca lo suficiente la pena como para paliar la sencillez del envase. Y también espero, sobretodo, que lo disfruten. Yo pienso hacerlo. 

Gracias por venir.