Cotilleos
amarillistas en ¡Hola!, truculentos
crímenes en El caso, humor ácido de
parte de los responsables de La codorniz,
el erotismo suave de una fotografía de portada de la curvilínea Sofia Loren al
otro lado del Mediterráneo[1]…
Son algunas de las primeras páginas impresas en papel barato que cuelgan como
anzuelos para las fantasías, miedos y anhelos del pueblo español de 1964 en la
primera imagen del pequeño clásico dirigido por Fernando Fernán Gómez El extraño viaje. Romances que esconden
mucho más de lo que la opinión pública está dispuesta a tolerar, brotes de
erotismo siempre frustrado, humor de sainete rozando el esperpento y finalmente
el crimen que une todo lo anterior son los elementos que saltan desde esa
primera imagen, desvinculada narrativamente -aunque encadenada en espíritu y
inspiración- del follestinesco guión de la película ideado por Luís García Berlanga[2]
y desarrollado por Pedro Beltrán.
Un conglomerado
que se diría impregna el aire que respiran los hombres y mujeres del pequeño
pueblecito sin nombre en el que tiene lugar el blanco y negro de El extraño viaje (extraño título donde
los haya[3])
y que limitan sus vidas a deambular por él, sólo soñando en algunos casos en
abandonarlo en pos de pastos más verdes. Entre esos pobres diablos soñadores se
encuentran la pareja de enamorados Fernando (Carlos Larrañaga) y Beatriz (Lina
Canalejas), músico él en una orquestra ambulante que cada fin de semana toca en
la sala de baile del pueblo antes de partir para Madrid y regresar cinco días
más tarde, y dependienta ella en una tienda de lencería temerosa del qué dirán
los del pueblo. Otra mujer, Angelines (Sara Lezana), una jovencita objeto de
deseo de la mayoría de hombres del pueblo que se la comen con los ojos mientras
baila enjuta en su minifalda (que le cubre hasta las rodillas), es una
aspirante a artista que sueña con irse a la capital a vivir una vida más plena
que lo que las amargadas mujeres que siempre la observan desde la distancia y
acusadoramente parecen augurar si no abandona el lugar lo antes posible. Y por
último, y desde una posición económicamente privilegiada aunque ya en
decadencia pero (o precisamente por ello) moralmente mucho más viciada y
podrida, tres hermanos; los asustadizos e infantiloides Venacio (el tristemente
desaparecido hace poco Jesús Franco, hombre orquestra del cine español donde
los haya[4])
y Paquita (Rafaela Aparicio) y su hermana mayor de dominantes aires de
institutriz Ignacia (Tota Alba), casta y recta hasta la amargura más venenosa.
La coralidad
del film de Fernán Gómez se desarrolla combinando serpenteantes planos
secuencia que unen a los personajes entre ellos, poniéndolos sobre un espacio
común en encuadres la mayoría de veces amplios (dando tanta importancia a los
personajes principales arriba comentados como haciendo dramáticamente decisivo su
entorno) muchas veces enfrentándolos mediante numerosos contraplanos llenos de
anónimos habitantes del pueblo. La diferencia entre los personajes principales
y aquellos que sirven de “fondo” no se reduce tan sólo al montaje, sino también
a su aspecto físico, mucho más adocenado entre los lugareños que se confunden
entre ellos como si de parte del paisaje se tratara que en el caso de el trío
de hermanos, la joven o la pareja de amantes, de físico no sólo más juvenil
sino también más variado, sembrando una extraña sensación de irrealidad en base
a apariencias más o menos cotidianas que va calando rápidamente. Y que ya se
detecta en el guión: la falta de psicologismos, lo amorfo del desarrollo de la
historia, sin seguir nunca una acción concreta de un personaje que se erija
como principal, sino tratándolas todas por igual a modo de fresco de la
sociedad de entonces, halla la unidad desde el libreto que tan vigorosamente
plasma Fernán Gómez en imágenes gracias a dos sencillos elementos. El primero
de ellos es sin duda el que todos, a pesar de sus diferencias, aquejan de los
mismos males: los que toman cuerpo en la oscurantista visión del mundo, propia
del tardofranquismo, del resto de habitantes del pueblo y que les impide vivir
a su gusto, víctimas también de la represión y de ideas que sólo ponen palos en
las ruedas en sus sueños de llevar una vida mejor. No por casualidad el centro
recreativo en el que tanto la pareja de amantes como la joven aspirante a
artista bailan y se lo pasan tan bien como en ningún otro lugar del pueblo
lleva el revelador nombre de “El Progreso”, y el pueblecito, del que sólo el
personaje de Carlos Larrañaga se ve capacitado para salir de vez en cuando
gracias a su oficio de músico ambulante, tiene aires de trampa mortal de la que
todos ellos quieren huir de alguna manera. Siguiendo con algunas imágenes
simbólicas que ponen entre rejas a toda una parte del pueblo al encuadrarla con
la cámara a través de los barrotes de una ventana, el que el nombre del pueblo
nunca sea revelado, o el saldo final que divide a los personajes entre
condenados de un estilo de vida que se autodestruye y los afortunados que
consiguen salir adelante, no es muy complicado entrever que el retrato traspasa
el ámbito de lo rural para alcanzar el nivel de fresco social de un país
entero, y más concretamente de la claustrofóbica, pese a algunos indicios
aperturistas, España de 1964 en que tuvo lugar la realización de la película.
La ausencia de
un pivote dramático potente hasta bien avanzada El extraño viaje, con una estructura invertebrada pero muy bien
sostenida por un grupo de personajes que a pesar de algún diálogo un tanto
forzado (los de la pareja de enamorados se resumen en un cliché detrás de otro)
resultan muy humanos por ser comprensibles sus angustias y sus ganas de huir de
un lugar que se dedica a asfixiarlos una y otra vez (y del que por mucho que se
alejen, da la sensación de que siempre llevarán a cuestas) mientras repiten a
modo de mantra sus esperanzas de irse “al
extranjero”, “París” o “la capital”, lugares que acaban por
parecer más quimeras que sitios físicos. Si a todo ello sumamos un buen grupo de
actores muy bien dirigidos, El extraño
viaje resulta una película natural y cercana pero también, y pese a los
latigazos de humor negro que aparecen esporádicamente, un film basado en un
guión que hasta aproximadamente el ecuador de la película se pasea
peligrosamente cerca de la nada. Y es aquí donde el talento de Fernán Gómez[5]
y su equipo brillan inesperadamente, por encima de sus más comprensibles dotes
de director de actores, en su capacidad para componer una atmósfera que consiga
condensar todos los elementos del guión, algunos de ellos muy diferentes entre
sí y de difícil convivencia sin que la película haga aguas a medida que avanza
y haciéndola siempre interesante.
Resulta muy
curioso (y a poco que se piense, también lógico) el que esta historia
costumbrista de ribetes esperpénticos que poco a poco va invirtiendo las
proporciones de estos dos estilos tenga como tónica visual recursos propios de
un género como el terror gótico. De esta manera, los elementos bufonescos,
concentrados en la juguetona melodía que abre la película (y que hace temer una
patochada que por suerte nunca tiene lugar) y la pareja de temerosos y
atontados hermanos que malviven bajo la autoridad de su hermana mayor aislados
de todos y todo, la historia de amor que se asfixia en una sociedad tan
restrictiva como la que refleja la película, el misterio de un crimen sin
resolver que se explica con la más rocambolesca de las resoluciones, y la
sensación de decadencia que se desprende del retrato social de El extraño viaje, encuentran un
coherente suelo común en su adhesión a un género cinematográfico que ha hecho
de todo lo anterior parte de su estandarte. A la luz del día en que tienen
lugar las vidas cotidianas de los personajes, se contraponen los bailes, el
misterio y también crímenes que se esconden bajo una orgullosa superficie de
falsedades de las que son consecuencia y que irán anclando al film, como
denuncia que es, en su lado más nocturno.
Esta atmósfera
oscura encuentra su epicentro en el pueblo en el caserío, no por casualidad de
una altura muy superior al resto de casas a modo de castillo vigilante y ejemplarizante
fuente de conductas reprimidas y/o de todo mal, en el que conviven como ricos
ermitaños el trío de hermanos con muy poco contacto del mundo exterior y sí
muchos miedos creados en base a la paranoia y una temerosa visión de la vida y
sus placeres de aires católicos. Ese autoritario caserón, casi siempre oscuro y
por el que sus habitantes deambulan iluminados tenuemente a la luz de
candelabros y de los tormentosos relámpagos que casi cada noche asolan el cielo
del pueblo, representa el culmen, y la condensación en su estado más puro, de
una forma de vida que se pudre llevándose consigo a todos los que viven a
través de ella. No es sólo el lugar del crimen que reorganiza los demás
elementos de la película dándoles unidad, también el sitio en el que los
personajes guardan sus mayores secretos siempre bajo el miedo de que estos
salgan a la luz, como hacen en el último tramo del film en que, una vez más,
Fernán Gómez sorprende por su dotes de narrador en imágenes y un temple para
esquivar la inevitable astracanada que ya quisieran para sí muchos realizadores
más reputados.
Del mismo modo
que la película puede ser vista como un arco que va desde la superficie de una
sociedad reprimida y educada hasta la parte más esperpéntica, por reprimida,
pero auténtica de la misma, Fernán Gómez ofrece la confesión del crimen por
parte de su responsable a modo de complemento a escenas que ya antes habíamos
visto pero de las que no se nos había dado una explicación. Y lo hace como con
el resto del film, de una manera dinámica y una puesta en escena tan trabajada
e imperceptible en su naturalidad como lo es también su ominosa atmósfera
equilibradísima en cuanto sostiene y aúna todos los elementos que la conforman
sin que ninguno de ellos se vea adulterado al entrar en contacto con los demás.
El extraño viaje puede verse como una
historia de misterio, una comedia bufa y esperpéntica tan del gusto del
responsable de su argumento, una historia de amor truncada o un film de terror,
o, lo que es mejor, como todo lo anterior a la vez y servido de forma
aparentemente tan sencilla que no necesita alzar la voz o cargar las tintas
para hacer valer su denuncia a un paupérrimo estado de las cosas a modo de
propina. El resultado es, además de una película de justo y creciente culto, un
vigoroso retrato del auténtico mal que aqueja a esa España: la hipocresía más
galopante y la mentira como única forma de supervivencia de un grupo de
personas anuladas por un mortecino estilo de vida que ya empieza a
resquebrajarse desde dentro. El extraño
viaje ejerce de esta forma de reflejo de aires grotescos de la sociedad
como lo es el caserón en el que viven confinados los tres hermanos en esta
ficción que, no por casualidad, sufrió el ostracismo por parte de los
distribuidores de la época por ser considerada propicia para levantar las iras
de las autoridades[6],
lo que posiblemente no deja de ser una muestra de lo certero de sus
intenciones. Y de estos lodos…
Título: El extraño
viaje. Dirección: Fernando Fernán
Gómez. Guión: Pedro Beltrán sobre
una idea de Luís García Berlanga. Producción:
José López Moreno y Francisco Molero. Fotografía:
Jose F.Aguayo. Montaje: Rosi
Salgado. Música: Cristóbal Halffter.
Año: 1964.
Intérpretes: Carlos
Larrañaga (Fernando), Lina Canalejas (Beatriz), Jesús Franco (Venacio), Rafaela
Aparicio (Paquita), Tota Alba (Ignacia), Sara Lezana (Angelines).
[1]De las tres publicaciones mencionadas, sólo la revista ¡Hola! se resiste a la desaparición que
acabó tanto con El caso como con La codorniz hace años. El caso publicado desde 1952 hasta 1987,
se hizo un hueco en la imaginería española a base de llenar de macabrazas,
crímenes y sucesos lo más desagradables posible de la España de la posguerra.
Fue fundada por Eugenio Suárez Gómez y consiguió agotar en varias ocasiones sus
muy amplias tiradas aunque su expansión se vio truncada después de tocar techo
con las noticias relacionadas con El Lute en los setenta y con la televisión
comiéndole terreno a la prensa escrita, sus ventas descendieron hasta su cierre
a finales de la década siguiente. Al otro lado del espectro editorial, La codorniz fue una publicación de humor
gráfico y literario fundada por Miguel Mihura y catapultada al éxito bajo la
tutela de Álvaro De la Iglesia. Su sentido del humor de ribetes satíricos le
valió encontronazos con la censura y hasta suspensiones de la publicación
durante toda su existencia, desde 1941 a 1978. ¡Hola! aún resiste incluso bajo las circunstancias económicas
actuales. Fundada en 1944 por Antonio Sánchez Gómez y centrada en el mundo de
la farándula y el chismorreo remunerado en general, amén de contener secciones
sobre moda, cocina, decoración, traspasó la frontera en 1989, cuando empezó a
publicarse su edición inglesa. Después vinieron, entre otras, la versión
mejicana, venezolana, canadiense, rusa, griega, chilena, argentina… y la invasión
de toda peluquería, a la espera de su próximo corte de pelo.
[2]Nombre capital del cine español surgido a mediados del siglo
pasado y director, entre muchos otros, de clásicos tristemente casi visionarios
como El verdugo, Bienvenido Mr.
Marshall, Plácido (comentada
anteriormente en este blog) y perlas menos reputadas pero brillantes como Vivan los novios o, sobretodo, Tamaño natural, en gran parte firmadas
desde el guión con otro de los monstruos del cine español: Rafael Azcona.
Algunos de los ambientes de aires de esperpento del cine de Berlanga pueden
encontrarse también en El extraño viaje,
pero son sobretodo algunas de sus obsesiones las que parecen repetirse pese a
que el realizador de El verdugo se
limitó en esta ocasión a firmar tan sólo el argumento. Si desean informarse de
manera algo más amplia (aunque tampoco demasiado), pueden leer alguna de las
notas al pie de la mencionada entrada sobre Plácido
publicada el pasado mes de diciembre.
[3]Inicialmente su título iba a ser El crimen de Mazarrón, por ser este -un crimen ocurrido realmente y
que nunca llegó a resolverse- su fuente de inspiración, pero las autoridades
temían que el remover las aguas y recordar un crimen olvidado daría mala fama a
la localidad turística de Mazarrón, espantando a los visitantes. Curiosamente,
dicho crimen saltó a la palestra de la opinión pública y fue conocida por Luís
Ggarcía Berlanga que la tomaría como idea principal del guión del film a través
de las páginas de El caso, el
sensacionalista diario comentado unas notas al pie más arriba. Sobre el porqué
del adecuado y algo lisérgico título definitivo… sigue siendo un misterio para
el que escribe.
[4]Director, guionista, montador, actor, músico, compositor,
productor… Jesús Franco, o Jess Franco como también se le conoce entre algunos
otros seudónimos fue un hombre del cine y un guerrillero del mismo en toda
regla. Firmante de alrededor de 200 películas, Franco nació en 1930 y enamorado
de la música jazz, compaginó pequeñas giras musicales en bares con actuaciones
en el mundo del teatro, en el que también dirigió algunas obras. Su primer film
llegó en 1959 bajo el título de Teníamos
18 años, y poco después, en 1962, alcanzó cierta notoriedad con Gritos en la noche y poco a poco fue
cimentándose su prestigio en los círculos de aficionados al cine de terror a la
par que crecían sus hostilidades para con el régimen dictatorial de Francisco
Franco, siendo tolerado por las ganancias que daban algunos de sus filmes.
Trabajó con y para Orson Welles (completando el proyecto frustrado de este de
adaptar Don Quijote de La Mancha de
Cervantes a la gran pantalla), Cristopher Lee, Klaus Kinski o Fernando Fernán
Gómez amén de con su musa y esposa Lina Romay. Hacia cine con cuatro duros y
con resultados no siempre logrados pero demostrando una pasión por el oficio
raramente igualado. Entre sus éxitos se encuentra su film más reconocido: Necronomicón, rodada en 1967 pero el
mayor de sus triunfos fue una carrera llena de altibajos pero siempre al pie
del cañón hasta su muerte el pasado 2 de abril. Para los que quieran saber más,
recomiendo la lectura de Memorias del tío
Jess, escrito por el propio Jesús Franco a modo de amena e inspiradora autobiografía.
[5]Nacido en Perú en 1921 aunque según su certificado de nacimiento
lo hizo en Buenos Aires debido a que su madre como actriz ambulante dio a luz
en Lima pero no pudo certificarlo hasta el día siguiente cuando ya estaba en
Argentina, Fernando Fernán Gómez fue una de las mayores y más representativas
presencias del cine español, además de uno de los grandes actores del Cine
Español. Tocó varias disciplinas como la escritura de guiones, novelas, ensayo,
artículos y obras de teatro como la afamada Las
bicicletas son para el verano, la dirección y por supuesto la
interpretación, campo en el que debutó
en la obra teatral Los ladrones somos
gente honrada, para ser contratado por la compañía cinematográfica Cifesa e
iniciar su carrera ante las cámaras con Cristina
Guzman y un año más tarde y ya como protagonista, se daría a conocer con Empezó en boda. En 1954 dirigiría su
primera película junto con Luís María Delgado: Manicomio, una muy curiosa comedia de tintes inocentemente
terroríficos que echaba mano de recursos tan modernos (aunque también
teatrales), incluso para una época en que los Nuevos Cines estaban
eclosionando, como entablar conversaciones con los espectadores mirando
directamente a cámara mientras la acción transcurre normalmente alrededor del
personaje dentro de la película. Entre sus mayores éxitos cinematográficos se
cuentan este El extraño viaje y Viaje a ninguna parte como director y un
sinfín de papeles como actor, entre los que podrían destacarse Ana y los lobos, Belle Epoque, el principal de El
abuelo, de Jose Luís Garci, que
sostiene toda la película sobre sus espaldas mientras recita el texto de Benito
Pérez Galdós, La lengua de las mariposas
o Así en el cielo como en la tierra,
dirigidas ambas por José Luís Cuerda y que en esta última, cierre de la
trilogía de humor absurdo iniciada por Amanece
que no es poco le regaló el homenaje que ni los numerosos premios Goya que
ganó Fernán Gómez no consiguieron igualar dándole el papel de Dios. Murió en
Madrid en el año 2007 a
los 86 años de edad.
[6]El extraño viaje se estrenó seis años después de su realización en un cine de
barrio, por el temor de los distribuidores a reprimendas por parte de las
autoridades. Esto, combinado con el imposible éxito del film al ver su carrera
comercial reducida a una única y poco conocida sala, llevó a Fernán Gómez a
replegarse a películas más cómodas para un régimen (y un sistema de producción y
distribución) poco dado a que le obliguen a mirarse en el espejo. Además,
Fernán Gómez sufrió por aquel entonces del ostracismo (aunque, según parece no
tuvo nada que ver con lo que ocurrió con la distribución de El extraño viaje) resultante de una
desafortunada carta enviada al ministro de Información Manuel Fraga,
preguntándole sobre si los mineros que protestaban por su situación laboral y
económica en Asturias eran silenciados mediante tortura, lo que le ganó tanto a
él como al resto de autores de la misiva un varapalo por parte de la prensa al
día de llegar la carta a su destino. En consecuencia, Fernán Gómez fue “tenido
en cuenta” por la Dirección General de Seguridad y los innumerables papeleos
para entrar, salir y estar en España fueron un auténtico quebradero de cabeza
que además barrió su nombre de los medios de comunicación, congelando su
carrera como actor durante unos años en los que el Nuevo Cine Español empezaba
a alzar la cabeza.
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