jueves, 9 de mayo de 2013

EL EXTRAÑO VIAJE

Cotilleos amarillistas en ¡Hola!, truculentos crímenes en El caso, humor ácido de parte de los responsables de La codorniz, el erotismo suave de una fotografía de portada de la curvilínea Sofia Loren al otro lado del Mediterráneo[1]… Son algunas de las primeras páginas impresas en papel barato que cuelgan como anzuelos para las fantasías, miedos y anhelos del pueblo español de 1964 en la primera imagen del pequeño clásico dirigido por Fernando Fernán Gómez El extraño viaje. Romances que esconden mucho más de lo que la opinión pública está dispuesta a tolerar, brotes de erotismo siempre frustrado, humor de sainete rozando el esperpento y finalmente el crimen que une todo lo anterior son los elementos que saltan desde esa primera imagen, desvinculada narrativamente -aunque encadenada en espíritu y inspiración- del follestinesco guión de la película ideado por Luís García Berlanga[2] y desarrollado por Pedro Beltrán.

Un conglomerado que se diría impregna el aire que respiran los hombres y mujeres del pequeño pueblecito sin nombre en el que tiene lugar el blanco y negro de El extraño viaje (extraño título donde los haya[3]) y que limitan sus vidas a deambular por él, sólo soñando en algunos casos en abandonarlo en pos de pastos más verdes. Entre esos pobres diablos soñadores se encuentran la pareja de enamorados Fernando (Carlos Larrañaga) y Beatriz (Lina Canalejas), músico él en una orquestra ambulante que cada fin de semana toca en la sala de baile del pueblo antes de partir para Madrid y regresar cinco días más tarde, y dependienta ella en una tienda de lencería temerosa del qué dirán los del pueblo. Otra mujer, Angelines (Sara Lezana), una jovencita objeto de deseo de la mayoría de hombres del pueblo que se la comen con los ojos mientras baila enjuta en su minifalda (que le cubre hasta las rodillas), es una aspirante a artista que sueña con irse a la capital a vivir una vida más plena que lo que las amargadas mujeres que siempre la observan desde la distancia y acusadoramente parecen augurar si no abandona el lugar lo antes posible. Y por último, y desde una posición económicamente privilegiada aunque ya en decadencia pero (o precisamente por ello) moralmente mucho más viciada y podrida, tres hermanos; los asustadizos e infantiloides Venacio (el tristemente desaparecido hace poco Jesús Franco, hombre orquestra del cine español donde los haya[4]) y Paquita (Rafaela Aparicio) y su hermana mayor de dominantes aires de institutriz Ignacia (Tota Alba), casta y recta hasta la amargura más venenosa.

La coralidad del film de Fernán Gómez se desarrolla combinando serpenteantes planos secuencia que unen a los personajes entre ellos, poniéndolos sobre un espacio común en encuadres la mayoría de veces amplios (dando tanta importancia a los personajes principales arriba comentados como haciendo dramáticamente decisivo su entorno) muchas veces enfrentándolos mediante numerosos contraplanos llenos de anónimos habitantes del pueblo. La diferencia entre los personajes principales y aquellos que sirven de “fondo” no se reduce tan sólo al montaje, sino también a su aspecto físico, mucho más adocenado entre los lugareños que se confunden entre ellos como si de parte del paisaje se tratara que en el caso de el trío de hermanos, la joven o la pareja de amantes, de físico no sólo más juvenil sino también más variado, sembrando una extraña sensación de irrealidad en base a apariencias más o menos cotidianas que va calando rápidamente. Y que ya se detecta en el guión: la falta de psicologismos, lo amorfo del desarrollo de la historia, sin seguir nunca una acción concreta de un personaje que se erija como principal, sino tratándolas todas por igual a modo de fresco de la sociedad de entonces, halla la unidad desde el libreto que tan vigorosamente plasma Fernán Gómez en imágenes gracias a dos sencillos elementos. El primero de ellos es sin duda el que todos, a pesar de sus diferencias, aquejan de los mismos males: los que toman cuerpo en la oscurantista visión del mundo, propia del tardofranquismo, del resto de habitantes del pueblo y que les impide vivir a su gusto, víctimas también de la represión y de ideas que sólo ponen palos en las ruedas en sus sueños de llevar una vida mejor. No por casualidad el centro recreativo en el que tanto la pareja de amantes como la joven aspirante a artista bailan y se lo pasan tan bien como en ningún otro lugar del pueblo lleva el revelador nombre de “El Progreso”, y el pueblecito, del que sólo el personaje de Carlos Larrañaga se ve capacitado para salir de vez en cuando gracias a su oficio de músico ambulante, tiene aires de trampa mortal de la que todos ellos quieren huir de alguna manera. Siguiendo con algunas imágenes simbólicas que ponen entre rejas a toda una parte del pueblo al encuadrarla con la cámara a través de los barrotes de una ventana, el que el nombre del pueblo nunca sea revelado, o el saldo final que divide a los personajes entre condenados de un estilo de vida que se autodestruye y los afortunados que consiguen salir adelante, no es muy complicado entrever que el retrato traspasa el ámbito de lo rural para alcanzar el nivel de fresco social de un país entero, y más concretamente de la claustrofóbica, pese a algunos indicios aperturistas, España de 1964 en que tuvo lugar la realización de la película.

La ausencia de un pivote dramático potente hasta bien avanzada El extraño viaje, con una estructura invertebrada pero muy bien sostenida por un grupo de personajes que a pesar de algún diálogo un tanto forzado (los de la pareja de enamorados se resumen en un cliché detrás de otro) resultan muy humanos por ser comprensibles sus angustias y sus ganas de huir de un lugar que se dedica a asfixiarlos una y otra vez (y del que por mucho que se alejen, da la sensación de que siempre llevarán a cuestas) mientras repiten a modo de mantra sus esperanzas de irse “al extranjero”, “París” o “la capital”, lugares que acaban por parecer más quimeras que sitios físicos. Si a todo ello sumamos un buen grupo de actores muy bien dirigidos, El extraño viaje resulta una película natural y cercana pero también, y pese a los latigazos de humor negro que aparecen esporádicamente, un film basado en un guión que hasta aproximadamente el ecuador de la película se pasea peligrosamente cerca de la nada. Y es aquí donde el talento de Fernán Gómez[5] y su equipo brillan inesperadamente, por encima de sus más comprensibles dotes de director de actores, en su capacidad para componer una atmósfera que consiga condensar todos los elementos del guión, algunos de ellos muy diferentes entre sí y de difícil convivencia sin que la película haga aguas a medida que avanza y haciéndola siempre interesante.

Resulta muy curioso (y a poco que se piense, también lógico) el que esta historia costumbrista de ribetes esperpénticos que poco a poco va invirtiendo las proporciones de estos dos estilos tenga como tónica visual recursos propios de un género como el terror gótico. De esta manera, los elementos bufonescos, concentrados en la juguetona melodía que abre la película (y que hace temer una patochada que por suerte nunca tiene lugar) y la pareja de temerosos y atontados hermanos que malviven bajo la autoridad de su hermana mayor aislados de todos y todo, la historia de amor que se asfixia en una sociedad tan restrictiva como la que refleja la película, el misterio de un crimen sin resolver que se explica con la más rocambolesca de las resoluciones, y la sensación de decadencia que se desprende del retrato social de El extraño viaje, encuentran un coherente suelo común en su adhesión a un género cinematográfico que ha hecho de todo lo anterior parte de su estandarte. A la luz del día en que tienen lugar las vidas cotidianas de los personajes, se contraponen los bailes, el misterio y también crímenes que se esconden bajo una orgullosa superficie de falsedades de las que son consecuencia y que irán anclando al film, como denuncia que es, en su lado más nocturno.

Esta atmósfera oscura encuentra su epicentro en el pueblo en el caserío, no por casualidad de una altura muy superior al resto de casas a modo de castillo vigilante y ejemplarizante fuente de conductas reprimidas y/o de todo mal, en el que conviven como ricos ermitaños el trío de hermanos con muy poco contacto del mundo exterior y sí muchos miedos creados en base a la paranoia y una temerosa visión de la vida y sus placeres de aires católicos. Ese autoritario caserón, casi siempre oscuro y por el que sus habitantes deambulan iluminados tenuemente a la luz de candelabros y de los tormentosos relámpagos que casi cada noche asolan el cielo del pueblo, representa el culmen, y la condensación en su estado más puro, de una forma de vida que se pudre llevándose consigo a todos los que viven a través de ella. No es sólo el lugar del crimen que reorganiza los demás elementos de la película dándoles unidad, también el sitio en el que los personajes guardan sus mayores secretos siempre bajo el miedo de que estos salgan a la luz, como hacen en el último tramo del film en que, una vez más, Fernán Gómez sorprende por su dotes de narrador en imágenes y un temple para esquivar la inevitable astracanada que ya quisieran para sí muchos realizadores más reputados.

Del mismo modo que la película puede ser vista como un arco que va desde la superficie de una sociedad reprimida y educada hasta la parte más esperpéntica, por reprimida, pero auténtica de la misma, Fernán Gómez ofrece la confesión del crimen por parte de su responsable a modo de complemento a escenas que ya antes habíamos visto pero de las que no se nos había dado una explicación. Y lo hace como con el resto del film, de una manera dinámica y una puesta en escena tan trabajada e imperceptible en su naturalidad como lo es también su ominosa atmósfera equilibradísima en cuanto sostiene y aúna todos los elementos que la conforman sin que ninguno de ellos se vea adulterado al entrar en contacto con los demás. El extraño viaje puede verse como una historia de misterio, una comedia bufa y esperpéntica tan del gusto del responsable de su argumento, una historia de amor truncada o un film de terror, o, lo que es mejor, como todo lo anterior a la vez y servido de forma aparentemente tan sencilla que no necesita alzar la voz o cargar las tintas para hacer valer su denuncia a un paupérrimo estado de las cosas a modo de propina. El resultado es, además de una película de justo y creciente culto, un vigoroso retrato del auténtico mal que aqueja a esa España: la hipocresía más galopante y la mentira como única forma de supervivencia de un grupo de personas anuladas por un mortecino estilo de vida que ya empieza a resquebrajarse desde dentro. El extraño viaje ejerce de esta forma de reflejo de aires grotescos de la sociedad como lo es el caserón en el que viven confinados los tres hermanos en esta ficción que, no por casualidad, sufrió el ostracismo por parte de los distribuidores de la época por ser considerada propicia para levantar las iras de las autoridades[6], lo que posiblemente no deja de ser una muestra de lo certero de sus intenciones. Y de estos lodos…

Título: El extraño viaje. Dirección: Fernando Fernán Gómez. Guión: Pedro Beltrán sobre una idea de Luís García Berlanga. Producción: José López Moreno y Francisco Molero. Fotografía: Jose F.Aguayo. Montaje: Rosi Salgado. Música: Cristóbal Halffter. Año: 1964.

Intérpretes: Carlos Larrañaga (Fernando), Lina Canalejas (Beatriz), Jesús Franco (Venacio), Rafaela Aparicio (Paquita), Tota Alba (Ignacia), Sara Lezana (Angelines).




[1]De las tres publicaciones mencionadas, sólo la revista ¡Hola! se resiste a la desaparición que acabó tanto con El caso como con La codorniz hace años. El caso publicado desde 1952 hasta 1987, se hizo un hueco en la imaginería española a base de llenar de macabrazas, crímenes y sucesos lo más desagradables posible de la España de la posguerra. Fue fundada por Eugenio Suárez Gómez y consiguió agotar en varias ocasiones sus muy amplias tiradas aunque su expansión se vio truncada después de tocar techo con las noticias relacionadas con El Lute en los setenta y con la televisión comiéndole terreno a la prensa escrita, sus ventas descendieron hasta su cierre a finales de la década siguiente. Al otro lado del espectro editorial, La codorniz fue una publicación de humor gráfico y literario fundada por Miguel Mihura y catapultada al éxito bajo la tutela de Álvaro De la Iglesia. Su sentido del humor de ribetes satíricos le valió encontronazos con la censura y hasta suspensiones de la publicación durante toda su existencia, desde 1941 a 1978. ¡Hola! aún resiste incluso bajo las circunstancias económicas actuales. Fundada en 1944 por Antonio Sánchez Gómez y centrada en el mundo de la farándula y el chismorreo remunerado en general, amén de contener secciones sobre moda, cocina, decoración, traspasó la frontera en 1989, cuando empezó a publicarse su edición inglesa. Después vinieron, entre otras, la versión mejicana, venezolana, canadiense, rusa, griega, chilena, argentina… y la invasión de toda peluquería, a la espera de su próximo corte de pelo.


[2]Nombre capital del cine español surgido a mediados del siglo pasado y director, entre muchos otros, de clásicos tristemente casi visionarios como El verdugo, Bienvenido Mr. Marshall,  Plácido (comentada anteriormente en este blog) y perlas menos reputadas pero brillantes como Vivan los novios o, sobretodo, Tamaño natural, en gran parte firmadas desde el guión con otro de los monstruos del cine español: Rafael Azcona. Algunos de los ambientes de aires de esperpento del cine de Berlanga pueden encontrarse también en El extraño viaje, pero son sobretodo algunas de sus obsesiones las que parecen repetirse pese a que el realizador de El verdugo se limitó en esta ocasión a firmar tan sólo el argumento. Si desean informarse de manera algo más amplia (aunque tampoco demasiado), pueden leer alguna de las notas al pie de la mencionada entrada sobre Plácido publicada el pasado mes de diciembre.


[3]Inicialmente su título iba a ser El crimen de Mazarrón, por ser este -un crimen ocurrido realmente y que nunca llegó a resolverse- su fuente de inspiración, pero las autoridades temían que el remover las aguas y recordar un crimen olvidado daría mala fama a la localidad turística de Mazarrón, espantando a los visitantes. Curiosamente, dicho crimen saltó a la palestra de la opinión pública y fue conocida por Luís Ggarcía Berlanga que la tomaría como idea principal del guión del film a través de las páginas de El caso, el sensacionalista diario comentado unas notas al pie más arriba. Sobre el porqué del adecuado y algo lisérgico título definitivo… sigue siendo un misterio para el que escribe.


[4]Director, guionista, montador, actor, músico, compositor, productor… Jesús Franco, o Jess Franco como también se le conoce entre algunos otros seudónimos fue un hombre del cine y un guerrillero del mismo en toda regla. Firmante de alrededor de 200 películas, Franco nació en 1930 y enamorado de la música jazz, compaginó pequeñas giras musicales en bares con actuaciones en el mundo del teatro, en el que también dirigió algunas obras. Su primer film llegó en 1959 bajo el título de Teníamos 18 años, y poco después, en 1962, alcanzó cierta notoriedad con Gritos en la noche y poco a poco fue cimentándose su prestigio en los círculos de aficionados al cine de terror a la par que crecían sus hostilidades para con el régimen dictatorial de Francisco Franco, siendo tolerado por las ganancias que daban algunos de sus filmes. Trabajó con y para Orson Welles (completando el proyecto frustrado de este de adaptar Don Quijote de La Mancha de Cervantes a la gran pantalla), Cristopher Lee, Klaus Kinski o Fernando Fernán Gómez amén de con su musa y esposa Lina Romay. Hacia cine con cuatro duros y con resultados no siempre logrados pero demostrando una pasión por el oficio raramente igualado. Entre sus éxitos se encuentra su film más reconocido: Necronomicón, rodada en 1967 pero el mayor de sus triunfos fue una carrera llena de altibajos pero siempre al pie del cañón hasta su muerte el pasado 2 de abril. Para los que quieran saber más, recomiendo la lectura de Memorias del tío Jess, escrito por el propio Jesús Franco a modo de amena e inspiradora autobiografía.


[5]Nacido en Perú en 1921 aunque según su certificado de nacimiento lo hizo en Buenos Aires debido a que su madre como actriz ambulante dio a luz en Lima pero no pudo certificarlo hasta el día siguiente cuando ya estaba en Argentina, Fernando Fernán Gómez fue una de las mayores y más representativas presencias del cine español, además de uno de los grandes actores del Cine Español. Tocó varias disciplinas como la escritura de guiones, novelas, ensayo, artículos y obras de teatro como la afamada Las bicicletas son para el verano, la dirección y por supuesto la interpretación,  campo en el que debutó en la obra teatral Los ladrones somos gente honrada, para ser contratado por la compañía cinematográfica Cifesa e iniciar su carrera ante las cámaras con Cristina Guzman y un año más tarde y ya como protagonista, se daría a conocer con Empezó en boda. En 1954 dirigiría su primera película junto con Luís María Delgado: Manicomio, una muy curiosa comedia de tintes inocentemente terroríficos que echaba mano de recursos tan modernos (aunque también teatrales), incluso para una época en que los Nuevos Cines estaban eclosionando, como entablar conversaciones con los espectadores mirando directamente a cámara mientras la acción transcurre normalmente alrededor del personaje dentro de la película. Entre sus mayores éxitos cinematográficos se cuentan este El extraño viaje y Viaje a ninguna parte como director y un sinfín de papeles como actor, entre los que podrían destacarse Ana y los lobos, Belle Epoque, el principal de El abuelo,  de Jose Luís Garci, que sostiene toda la película sobre sus espaldas mientras recita el texto de Benito Pérez Galdós, La lengua de las mariposas o Así en el cielo como en la tierra, dirigidas ambas por José Luís Cuerda y que en esta última, cierre de la trilogía de humor absurdo iniciada por Amanece que no es poco le regaló el homenaje que ni los numerosos premios Goya que ganó Fernán Gómez no consiguieron igualar dándole el papel de Dios. Murió en Madrid en el año 2007 a los 86 años de edad.




[6]El extraño viaje se estrenó seis años después de su realización en un cine de barrio, por el temor de los distribuidores a reprimendas por parte de las autoridades. Esto, combinado con el imposible éxito del film al ver su carrera comercial reducida a una única y poco conocida sala, llevó a Fernán Gómez a replegarse a películas más cómodas para un régimen (y un sistema de producción y distribución) poco dado a que le obliguen a mirarse en el espejo. Además, Fernán Gómez sufrió por aquel entonces del ostracismo (aunque, según parece no tuvo nada que ver con lo que ocurrió con la distribución de El extraño viaje) resultante de una desafortunada carta enviada al ministro de Información Manuel Fraga, preguntándole sobre si los mineros que protestaban por su situación laboral y económica en Asturias eran silenciados mediante tortura, lo que le ganó tanto a él como al resto de autores de la misiva un varapalo por parte de la prensa al día de llegar la carta a su destino. En consecuencia, Fernán Gómez fue “tenido en cuenta” por la Dirección General de Seguridad y los innumerables papeleos para entrar, salir y estar en España fueron un auténtico quebradero de cabeza que además barrió su nombre de los medios de comunicación, congelando su carrera como actor durante unos años en los que el Nuevo Cine Español empezaba a alzar la cabeza.

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