jueves, 7 de febrero de 2013

ED WOOD



 No hace tantos años, con Hollywood viendo como su monopolio del entretenimiento cinematográfico empezaba a resquebrajarse bajo sus pies, se revelaron nuevas sensibilidades ajenas a lo aceptable por parte del público más mayoritario (o de lo que este estaba dispuesto a aceptar) bajo las formas de un cine de bajo o ínfimo presupuesto que funcionaba y se proyectaba en circuitos ajenos a los propios de Hollywood pero con una afluencia de público creciente. De ese lento pero progresivo naufragio de la Edad Dorada del Hollywood Clásico, auspiciado por el relajamiento del código de censura conocido como Código Hays más por motivos económicos que relacionados con la libertad de expresión, afloraron nombres como Roger Corman, diminuto mogul del Nuevo Cine baratísimo bajo cuya protección vieron la luz, además de un puñado de excelentes películas, algunos de los más talentosos miembros de lo que acabó bautizándose como Nuevo Hollywood: Jonathan Demme, Martin Scorsese o Francis Ford Coppola hicieron sus pinitos bajo el padrinazgo cormaniano que se exhibía como mandamás de una factoría cinematográfica que tenía entre sus directrices no escritas el mínimo presupuesto posible, el rapto de imágenes ajenas o propias en pos del reciclaje en beneficio del film y el bolsillo de sus responsables, la participación de actores de renombre en horas y  salarios bajos y planes de rodaje ajustadísimos, dando como paradójico resultado películas en ocasiones infumables, pero otras excelentes que pusieron en el punto de mira del público y los estudios a los que serían los nuevos talentos que harían reflotar un Hollywood muy distinto del que les dio la oportunidad de crecer en sus márgenes siendo el clasicismo de la fábrica de los sueños uno de sus modelos que poco a poco irían enturbiando. Antes de esa renovación pero muy relacionada con ella, y viendo como el dinero se les escapaba de las manos, Hollywood empezó a abrir sus puertas a películas de temática más escandalosa y propia de la serie B relegándolas aún a producciones de ínfimo presupuesto pero que también tuvieron sus más desconocidos pero muy talentudos representantes.

Edward D. Wood hijo[1] no fue uno de ellos. Wood representaba y representa el quiero y no puedo que todo aquel que se considere artista teme o debería temer: un hombre de intenciones tan puras y arrebatadas como pobres son los resultados finales en los que cristalizan más mal que bien. Wood, es, en ese aspecto, un personaje tan propio del mundo del realizador de Ed Wood, el por entonces genialoide Tim Burton (perteneciente a otra nueva generación de Nuevo Hollywood, que tenía entre sus filias posmodernas el mencionado cine de serie B y los géneros populares como fuente de inspiración), como pueda serlo el protagonista homónimo de Eduardo Manostijeras con sus ansias de contacto físico y buenas intenciones lastradas por unas cortantes tijeras a modo de manos que lo destrozan todo a su paso, o el Jack Skellintong, rey de las calabazas que intenta dar lo mejor de sí con una navidad demasiado codificada como para entender las buenas intenciones que hay detrás de las cabezas cortadas y los murciélagos que salen volando de regalos cariñosamente envueltos en Pesadilla antes de navidad, ideada y estrechamente supervisada (y a ojos de una parte importante del público poco informado, también realizada) por Burton y dirigida por un meritorio corredor de fondo con el nombre de Henry Sellick. En el caso del Wood de Burton, este pretende emular a su venerado Orson Welles -otro proscrito de la industria- siguiendo sus pasos como actor, guionista y director de sus películas sin percatarse de que si para el resto de la gente aquel era un gigante del cine, Wood es un enano que además tiene los pies de barro, el cabecilla de un grupúsculo de personajes tan impermeables a un mundo real en el que las cosas caen por su propio peso como él y que creen estar ejerciendo maravillas mientras son vistos como unos iluminados que malgastan sus días en perpetrar cine de derribo a costa de engañar y mentir a cualquiera que pueda proporcionarles un mínimo de fondos para llevar a cabo sus películas, erigiéndose como otro incomprendido más de una galería de personajes que se sienten en plano diferente al del resto del mundo.

Sobre esa disyuntiva da comienzo, desarrollo y final Ed Wood, la película, que abre con sus títulos de crédito a modo de compendio de algunos de los más famosos elementos del cine de Ed Wood bajo la sinuosa forma propia de algunos instantes del cine de Orson Welles, orquestrado por el otrora titán fílmico Tim Burton. Pulpos gigantes, platillos volantes y cementerios de cartón piedra son algunos de los elementos que podremos ver en los rodajes de las películas que aparecen en Ed Wood: concretamente Glen or Glenda (1953), Bride of the monster (1955) y finalmente la más famosa de todas ellas: Plan 9 from outer space[2] (1959), a la que si sumamos la obra de teatro The Casual Company con la que da comienzo la película de Burton, acaba cubriendo los once años que hay entre 1948 y 1959 siendo este periodo el que cubre a su vez la historia de Ed Wood, situada a modo de interesante contexto en el bajo Hollywood que se describía al inicio de esta entrada y del que la película de Burton no deja de ser tanto un testigo de esa época como un producto último de la evolución hasta nuestros días de la misma. En base a eso, el film de Burton se dedica, desde el guión[3] a engarzar las diferentes situaciones que llevan a Wood y  a su creciente grupo de acólitos a conseguir el dinero y ajustarse a los planes de rodaje y las limitadas producciones de Wood, dando como resultado un cine que algunos han visto (o no, pero lo han llamado así igualmente) como catastrófico.

El abismo que se abre de esta manera entre el Wood homenajeado y el Burton que lleva a cabo dicho homenaje consigue sostener el film gracias a uno de los elementos más característicos del mejor cine de Tim Burton: su sensibilidad, pero no consigue esconder las profundas e interesantes contradicciones que sustentan una película como esta. Ed Wood parece ser una muestra más, esta por su propio argumento mucho más autoconsciente de lo que parece ser habitual en estos casos, de un cine que evoca a otro de presupuestos mucho más ínfimos a base de un didactismo cinéfilo que recrea a base de millones de dólares lo que antes se vio de forma más modesta pero muchas veces más efectiva en una pantalla de cine de barrio. Y hasta cierto punto, no puede negarse lo evidente, que Burton recrea los rodajes de Wood con un presupuesto que multiplica por doscientos todos los presupuestos de los films dirigidos por Ed Wood juntos, y que es el film sobre alguien considerado un perdedor hecho por alguien considerado, pese a sus anomalías, un triunfador. Pero por fortuna, la intención de Burton no es la chanza a costa del considerado peor director de la historia del cine al que fácilmente puede mirarse por encima del hombro. Tampoco el establecer paralelismos, aunque estos se produzcan de forma inevitable, entre su cine y el de Wood para hacer más evidentes las enormes diferencias cualitativas entre ambos, coexistiendo en esta película los paupérrimos sets de rodaje de Wood con sus malos actores por lo general pobremente dirigidos, efectos especiales de barraca de feria y errores narrativos considerables con el dinamismo que dota Burton al film gracias a su montaje y fluida puesta en escena, lleno de actores en estado de gracia y con una exquisita fotografía y banda sonora.

Ed Wood no es una película sensacionalista sobre un hombre cuyo mayor fetiche son los jerseys de angora (especialmente los de su esposa) que se traviste de mujer para sentirse más cómodo y dirige malas películas. No es una biografía al uso, tal y como advierte el prólogo introductorio con  personaje de Criswell saliendo de un ataúd como maestro de ceremonias para presentar un viaje a “lo desconocido y lo extraño” y que ya advierte, bajo la cita directa a la apertura del Plan 9 from outer space original, que lo que vamos a ver será difícil de creer aunque no imposible. Tampoco una lección sobre el acto creativo que supone hacer una película ni una descripción de procesos creativos elaborados. La película saca sus ingentes fuerzas del entusiasmo de Wood, equiparable al de Burton y su equipo para afrontar su sesgado retrato, tan básico e instantáneo en sus motivos como imperturbable ante lo que nos muestra sus contraplanos: el desastre fílmico que puede verse en sus rodajes y acaba plasmándose en pantalla, la indiferencia cuando no la burla de representantes de los grandes estudios a los que Wood va a pedir una oportunidad laboral, o el rechazo por parte del público que no hace mella en el optimismo suicida de Ed Wood para con su causa requiere algunos cambios que un tratamiento esencialmente realista, o al menos respecto a las fuentes de las que bebe el guión, no habría conseguido, o se habría hundido en la tragedia que palpita bajo las lujosas bambalinas de Ed Wood, sin obviar algunos de los elementos más grotescos y ciertos de la vida de Wood que no hacen sino alimentar el mito y hacerlo más vivaracho, alejado de todo cinismo fácil.

De esta manera, la figura de Wood se revela, desde el amorfo pero brillante guión que sirve de base a la película, pivote central de los que lo rodean y el papel que jugarán en sus vidas sin que la película nunca se transforme en una recreación plausible de su vida, sino en una visión ficcionada a conciencia de la ya de por sí bastante bizarra existencia de Wood. No se sabe como llegaron a conocerse el pobre realizador y un tristemente trasnochado Bela Lugosi, pero en la película se nos muestra por primera vez a través de los ojos de Wood tumbado en un ataúd del que no tardará en levantarse argumentando que le parece demasiado incómodo. Lo que no es sino una manera de decir que Lugosi, actor que inmortalizó para el cine el personaje de Drácula en la película del mismo nombre dirigida por Tod Browning en 1931, está “muerto”… como parece estarlo para la industria del cine que lo ha arrinconado, y que vuelve a la vida cinematográfica “resucitado” gracias a Wood pese a que, como se encarga de subrayar los continuos virajes de la banda sonora hacia el fragmento más famoso de El lago de los cisnes de Tchaikovsky que era el leitmotiv sonoro del Drácula  encarnado por Lugosi, jamás ha dejado de estar a la sombra de su más famoso personaje. Igualmente, instantes como el gran estreno de su obra magna que cómo él mismo asegura le hará pasar a la Historia pero en el sentido opuesto al que se imagina; Plan 9 from outer space, resultan harto improbables para los bastante pobres parámetros comerciales y de distribución en los que se movió el cine de Wood. Y no digamos ya la que es una de las mejores escenas de la película: el ficticio encuentro entre el llamado peor director con el considerado como el mejor de todos ellos: Orson Welles. Su más que improbable encuentro en un bar y posterior conversación consolida el definitivo punto de vista bajo el que está articulado todo el guión que luego es más que potenciado por su plasmación en pantalla. La realidad se supedita al drama. El alcoholismo de Wood que provocó su prematura muerte que la película nunca nos muestra sólo asoma por los contornos del plano en forma de numerosos vasos vacíos y botellas a medio llenar que rodean a Wood desde las barras de los bares en los que va a matar el rato o sobre los escritorios sobre los que trabaja febrilmente en sus proyectos y su travestismo está tratado con el mayor de los respetos sin resultar sermoneador. Incluso su fracaso final se nos muestra como algo ajeno a la película, resumiendo lo que será de los protagonistas de Ed Wood una vez finalizada la película, según las maneras del biopic más prototípico… en definitiva, Burton, con su habitual lucidez moral, no señala con el dedo a Wood, ni a ninguno de sus seguidores, como un paria que deba ser corregido, sino como un enloquecido y vitalista paria a defender con uñas y dientes.

Y la forma en que se plasma en Ed Wood tiene visos de exquisitez: la trabajada fotografía en un algo deliberado y bellísimo blanco y negro[4], una escenografía poco recargada dentro de lo que es habitual en el cine de su realizador pero perfectamente adecuada y la ligera y a la vez triunfal banda sonora orquestada por Howard Shore[5] conforman una atmósfera que los actores se encargan de perfilar en una muy particular idiosincrasia. Depp encarna un casi infantil Ed Wood, un optimista a ultranza parapetado tras una imborrable sonrisa cuya presencia provoca una sensación de extrañeza que hace malabarismos entre la farsa y el realismo a un paso del onirismo que se desprende de la película, y que contrasta con la venerabilidad de otro personaje, puntal de la película y uno de sus mayores logros: el herido en su amor propio Bela Lugosi magistralmente interpretado por Martin Landau con la imprescindible colaboración del maquillador Rick Baker[6]. La relación entre ambos personajes profundiza en uno de los aspectos más destacables de Ed Wood esquivando los elementos más turbios y utilitaristas (Lugosi era por entonces un hombre solo, con el orgullo muy malherido y adicto a la heroína) de la relación entre el actor y el director, sustituyéndola por una medidísima y natural humanidad, y actúa como un muy tierno reflejo de la relación de aires paterno-filiales que el propio Burton mantenía con su admirado Vincent Price. Mítico actor de otra edad dorada del cine de terror norteamericano al que Burton dirigió en Eduardo Manostijeras o su primer y mejor trabajo hasta la fecha, el cortometraje Vincent, llamado así en honor a la estrella de Los crímenes del museo de cera y las adaptaciones hechas por el mencionado Roger Corman sobre textos de Edgar Allan Poe. Así, el film de Burton se dedica a conjugar la ternura con cierto patetismo y el humor ligero con el drama igualmente liviano que acaban conformando la película que, pese a su estructura marcadamente clásica, muy intencionadamente evita toda progresión de la narración desde el guión con una estructura circular que se asienta desde el primer plano aéreo que nos aleja de las colinas de Hollywood en una noche tormentosa hasta dejarnos caer en el teatro en el que un primerizo Wood dirige su obra The casual company hasta el plano final que hace el mismo movimiento revelando lo que sabremos por escrito poco después: que Wood jamás llegó a acercarse al reconocimiento que representaba su anhelado Hollywood, reconvertido en grial del que una vez uno ha probado sus mieles, como Lugosi, siempre vivirá a su pesada sombra.

Esa progresión dramática, decía, se produce en el espectador, en su percepción de Wood y su forma de “entender” el cine. Así, el proceso que puede notarse (aunque sentirse sería el término más apropiado) en Ed Wood es el que lleva del espectador foráneo o no a las maneras cinematográficas de Wood a participar activamente en su éxtasis creativo desde la realización. El film de Burton se dedica a soltar lastres que puedan poner en tela de juicio la visión de su Ed Wood, primero dejando atrás al personaje de Dolores Fuller[7] que interpreta Sarah Jessica Parker que hacía las veces de moralista y histérica llamada al orden social de la “normalidad” al contrario que la siguiente mujer de su vida que jamás lo abandonaría, Kathy O’Hara, interpretada en la película por Patricia Arquette[8], lo ama y acepta con toda su “alteridad” como se ve en una escena tan improbable por su tono como burtoniana en su forma más reconocible. Es en el instante de ruptura con el mentado personaje de Dolores Fuller en el que Burton muestra sus liberadoras cartas que acaban siendo lo más transgresor y vivificante de la película. En una danza protagonizada por el personaje de Depp a modo de exótica mujer que esconde a un Wood sin su dentadura postiza tras su velo en un matadero rodeado por los miembros de su equipo de rodaje que medio borrachos vitorean al director de la recién culminada Bride of the monster mientras este se contonea, Burton plantea lo grotesco de la situación sin edulcorarla en absoluto, pero también y más importante, presentándola como una celebración de la anormalidad que remite de forma bastante directa a la ceremonia de acogida de los “normales” por parte de los freaks de circo de La parada de los monstruos y con un resultado muy similar: la repulsa de los que no son como ellos. Ed Wood sigue así el periplo del director acentuando su exagerada subjetividad sobre lo que hace sin nunca moverse de su lado. Burton nunca lo llama al orden, no lo hace volver al redil de lo que se supone debería hacerse ya sea tras la cámara o en su vida privada mientras se dedica a espesar y hacer más marcada la fotografía del film a medida que este va avanzando, exagerando lo grotesco, pero también según los parámetros propios del cine de Burton que alinean la pureza con lo bizarro, mucho más excitante y transgresor. En este sentido Ed Wood es el uno de los más radicales personajes positivos de la filmografía de Burton porque nunca llega a tomar conciencia de su monstruosidad, y Burton lo celebra y hace partícipe al espectador de esa transgresora y gozosamente enajenada alegría.

Ed Wood, se erige de esta manera en un auténtico corte de mangas al canon cinematográfico y vital, hecho desde modales propios del cine clásico del que Wood siempre estuvo al margen. Pero como hizo Wood, y por lo que se ve en su película también Lugosi y muchos otros a este lado de la pantalla, encontró en el llamado de manera exageradamente paternalista y muchas veces sin conocimiento de causa cine basura una manera de expresarse y vivir lo que la vida real le arrebataba, como la aceptación de su primera mujer de su travestismo, que no permitía un cine considerado más serio y oficial sin ser nunca premeditadamente vanguardista. De forma similar a la que Burton llevaba a cabo sus películas en esa primera etapa de su filmografía, la mejor, que en la época en que firmó Ed Wood estaba cerca de terminar, apropiándose de arquetipos propios del cine de terror y fantástico predominantemente barato (característica que no tiene nada que ver con la calidad) para armar sus personales visiones no ya del cine sino de la vida en general a través del séptimo arte.
Pese a ese punto en común que podría hacer pensar en ellos como espíritus afines, Burton triunfó donde Wood fracasó tan clamorosamente, logrando en esta película como en pocas otras no sólo una reivindicación en toda regla del cine de serie B o Z, no celebrándolo desde una cinefilia ortodoxa, sino desde una perspectiva exclusivamente subjetiva y sentimental, mostrando el desastre cinematográfico sin disculparlo y sin ser condescendiente con sus responsables, pero alejándose de esa nueva “sensibilidad”  que se ríe de todo y todos los que se sale del canon prefabricado, alimentándolo aún más, pese a su condición de supuesto friquismo del que sin duda surgió la fama póstuma de Wood que hizo posible el nuevo culto a su persona y al film que nos ocupa. Burton da la espalda a esta manera de entender el cine barato y lo mira y ofrece a nuestros ojos como traje a medida con este periplo de un hombre al que lo único que le importaba no era la calidad del resultado, sino sencillamente que esos resultados tuviesen lugar… Y que en el caso de Ed Wood, están a la altura de las apasionadas intenciones de Wood dando como saldo una emocionante, divertida, triste e inspiradora maravilla.

Título: Ed Wood. Dirección: Tim Burton. Producción: Denise Di Novi y Tim Burton.Guión: Scott Alexander y Andy Karaszewsky inspirándose en el libro Nightmare of ectasy: the life and arto f Edward D. Wood. Jr. Fotografía:  Stefan Czapsky. Diseño de producción: Tom Duffield. Montaje: Chris Lebenzon. Música: Howard Shore. Año: 1994.
Intérpretes: Johnny Depp (Edward D. Wood Jr.), Martin Landau (Bela Lugosi), Bill Murray (Bunny Breckindridge), Jeffrey Jones (Criswell), George “The Animal” Steel (Tor Johnson), Lisa Marie (Vampira), Sarah Jessica Parker (Dolores Fuller), Patricia Arquette (Kathy O’Hara).


[1] Nacido en Poughkeepsie (Nueva York) en 1924, y según parece siempre orientado hacia el mundo del espectáculo desde que en su onceavo cumpleaños recibiera como regalo una cámara cinematográfica y haber estudiado arte dramático en Washington. Combatió en la Segunda Guerra Mundial, siendo destinado al frente del Pacífico en el que afirmaba haber combatido vistiendo lencería femenina bajo su uniforme para acentuar su pánico a ser capturado por los soldados japoneses y que descubriesen su secreto. Llegó a Hollywood en 1947 interpretando algunos papeles pequeños y haciendo sus pinitos en el mundo del teatro con The Casual company, en el año 1948. Según su biografía Nightmare of ectasy: a look of life and art of Edward D. Wood Jr. de lectura recomendable pero sólo disponible en su versión original en inglés escrita por Rudolph Grey, Wood dirigió siete largometrajes de ficción y muchos cortometrajes eróticos (conocidos como nudies) muchas veces bajo el pretexto de ser películas de educación sexual para su público, gran cantidad de guiones la mayoría de los cuales jamás fueron hechos película y incontables novelas, la mayoría de ellas de corte erótico. Su alcoholismo y su cada vez más paupérrimo modo de vida acabó con Wood viviendo prácticamente en la mendicidad y gracias a subsidios sociales. Murió en 1978, a los 54 años de edad, rodeado de amigos pero olvidado por la industria y  sin una triste necrológica en los diarios de los Ángeles. Dos años más tarde los hermanos Michael y Harry Medved lo mencionaron en su libro The Golden Turkey Awards calificándolo con el epítome que a día de hoy sigue vigente: el peor director de la historia del cine, alcanzando un culto hacia su persona y su obra a caballo entre el freak-show cinematográfico en aras del cachondeo más paternalista y autosuficiente y la nueva sensibilidad del que se siente fascinado por lo peor de lo peor, o los márgenes de lo considerado “de buen gusto”. El film de Burton que aquí nos ocupa no hizo sino incrementar su leyenda, logrando incluso que se distribuyeran en nuestro país Glen or Glenda, Bride of the monster y su obra magna Plan 9 from outer space (también conocida como la peor película de la historia del cine) en formato VHS en versión original subtitulada otorgando a Wood una fama póstuma inimaginable durante su vida.

[2]Siendo todas ellas de una cutrez considerable, Glen or Glenda puede verse a día de hoy como una curiosidad cercana a la vanguardia en cuanto a su montaje y su anárquica narrativa, además de representar una personal apuesta sobre el tema del travestismo. Pese a las buenas intenciones, los resultados pueden resultar algo risibles. Más prototípicas resultan Bride of the monster y Plan 9 from outer space, ya sin el escudo (por entonces probablemente inexistente) vanguardista que deja a las claras muchos de los defectos del cine de Wood: lápidas que se caen al suelo a media escena sin venir a cuento, decorados que se revelan falsos cuando alguien tropieza con ellos y todo tiembla a su alrededor, escenas que comienzan de noche y van pasando alternativamente al día y de nuevo a la noche a base de plano y contraplano, interpretaciones pobrísimas y un estatismo que acaban por condenar el resultado a un saldo muy discreto pese a contener claros alegatos anti belicistas bastante curiosos en una época en la que la Guerra Fría y la omnipresente amenaza soviética campaba a sus anchas en las producciones de serie B (y también de serie A) del Hollywood de los cincuenta. Pese a la pobreza de resultados… las hemos visto mucho peores incluso en circunstancias supuestamente mucho más “profesionales”.

[3] Escrito por Larry Karaszewsky y Scott Alexander, la idea surgió cuando en su etapa de estudiantes en la USC pretendieron hacer a modo de proyecto de fin de carrera un documental sobre Ed Wood titulado The man in the angora sweter, usando como aval cartas de conocidos del director que luego revelaron eran falsas. Tras pasar por la traumática experiencia de guionizar Este chico es un demonio y Este chico es un demonio 2, la pareja de guionistas, tras leer Nightmare of Ectasy hicieron un borrador de una biografía sobre Ed Wood para ser recreada en la ficción y se la mostraron a su amigo director Michael Lehman (conocido por su divertida película Escuela de jóvenes asesinos), que a su vez se la mostró a su productora Denise Di Novi, que no hacía mucho había fundado Tim Burton productions, mostrándole el proyecto a su socio que primero se ofreció a producirla y después a dirigirla. El guión se escribió en seis semanas y sólo hubo algunos cambios para ajustarse a la agenda de Bill Murray y al ajustado presupuesto. Más adelante, los dos guionistas firmaron los libretos de El escándalo de Larry Flint y Man on the moon ambas dirigidas por Milos Forman, dando la impresión de estar especializándose en biografías sobre sujetos más o menos polémicos que aunque dando buenos resultados en pantalla, no alcanzan la excelencia del film de Burton. No hace mucho, ambos escribieron el guión para una entretenida película protagonizada por John Cusack: 1408 adaptando y estirando demasiado una historia corta de Stephen King.

[4]El motivo que llevó a Burton a tomar esta decisión surgió en una de las pruebas de maquillaje de Martin Landau para encarnar a Lugosi ¿De qué color eran los ojos del actor húngaro que interpretó a Drácula? Nadie lo sabía, así que se optó por reflejarlo tal y como se le recordaba, en un sombrío blanco y negro cuyas sombras son mucho más alargadas y expresionistas en el apartamento de Lugosi que en el de Wood y otorgan una fantasmal atmósfera que cuesta imaginar si la película hubiese acabado siendo en color. Los estudios de Hollywood no vieron con tan buenos ojos la decisión de Burton que se reveló inamobible y la película fue pasando de mano en mano hasta terminar bajo la familiar ala de Disney en la que Burton comenzó su carrera como cineasta.

[5]Compositor habitual de David Cronenberg, que en esta ocasión sustituyó al hasta entonces inseparable de Burton: Danny Elfman, que sólo se ausentó de su lado en esta ocasión y más adelante en Sweeney Todd, compuesta por Stephen Sodheim. Según parece, continuas disputas entre director y músico a raíz de su colaboración en el clásico de animación Pesadilla antes de Navidad dirigida por Henry Sellick, separaron temporalmente a los dos hombres a modo de descanso hasta su siguiente colaboración en la que reanudaron su amistad: Mars Attacks! siguiente proyecto de Burton y una de las mejores partituras de Elfman, comentado en este mismo blog en el mes de octubre del año 2012. Sobre el trabajo de Shore en Ed Wood, cumple su función y consigue insuflar la épica necesaria a la película, además de preceder el fastuoso uso del instrumento tan propio de la ciencia ficción de los cincuenta, el psicodélico theremin, que Elfman haría estallar más adelante.

[6] Ambos, Baker y Landau, ganarían los sendos premios Oscars por los que estaba nominada la película el mismo año en que Forrest Gump barrió en la ceremonia y un pujante Quentin Tarantino se consolaba con el premio a mejor guión por Pulp Fiction junto con, tras algunas polémicas, Roger Avary. A propósito de Tarantino, el afamado director, tan posmoderno como Burton pero mucho, muchísimo más referencial que este, vio con agrado Ed Wood y reconoció en algunos de los escenarios reales en los que se rodó el film, un cine porno en el que Tarantino había trabajado como acomodador siendo muy joven.

[7]Que se enfadó considerablemente con los responsables de Ed Wood al ver el retrato que habían hecho de ella asegurando que su relación con Lugosi siempre había sido buena y que su relación con Wood fue, hasta su final, mucho más civilizada de lo que el histerismo cursi de su personaje en la ficción puede dar a entender. A modo de curiosidad, mencionar que Fuller se reconvirtió en reputada letrista de cantantes como Nat King Cole o Elvis Presley, siendo una de las pocas del clan Wood que triunfó en su vida profesional… al alejarse del propio Ed Wood.

[8]La actriz tuvo que aguantar la presencia de la auténtica Kathy O’Hara en el set de rodaje durante sus escenas a fin de comprobar que se le estuviese haciendo justicia.

2 comentarios:

  1. Me gustó mucho tu texto, creo que en realidad es cierto que quizá se haya proyectado un poco Burton y se haya visto reflejado en Wood, yo vi la película en hbogo y me gustó mucho, creo que es de sus mejores películas porque tiene toques nostálgicos, oscuros y tristes pero a al vez esperanzadores.

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    1. Muchas gracias por tus palabras. Creo que pocas veces Tim Burton ha alcanzado las cotas a las que llegó en esta película, que a pesar de todo sigue siendo poco conocida incluso entre los "nuevos seguidores" del director. Sobre lo que comentas sobre ser un film triste pero esperanzador, estoy completamente de acuerdo contigo y no importa las veces que la vea, su final siempre consigue emocionarme. Gracias por leerme. Un saludo.

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