No hace tantos
años, con Hollywood viendo como su monopolio del entretenimiento
cinematográfico empezaba a resquebrajarse bajo sus pies, se revelaron nuevas
sensibilidades ajenas a lo aceptable por parte del público más mayoritario (o
de lo que este estaba dispuesto a aceptar) bajo las formas de un cine de bajo o
ínfimo presupuesto que funcionaba y se proyectaba en circuitos ajenos a los
propios de Hollywood pero con una afluencia de público creciente. De ese lento
pero progresivo naufragio de la Edad Dorada del Hollywood Clásico, auspiciado
por el relajamiento del código de censura conocido como Código Hays más por
motivos económicos que relacionados con la libertad de expresión, afloraron
nombres como Roger Corman, diminuto mogul
del Nuevo Cine baratísimo bajo cuya protección vieron la luz, además de un
puñado de excelentes películas, algunos de los más talentosos miembros de lo
que acabó bautizándose como Nuevo
Hollywood: Jonathan Demme, Martin Scorsese o Francis Ford Coppola hicieron sus
pinitos bajo el padrinazgo cormaniano
que se exhibía como mandamás de una factoría cinematográfica que tenía entre
sus directrices no escritas el mínimo presupuesto posible, el rapto de imágenes
ajenas o propias en pos del reciclaje en beneficio del film y el bolsillo de
sus responsables, la participación de actores de renombre en horas y salarios bajos y planes de rodaje
ajustadísimos, dando como paradójico resultado películas en ocasiones
infumables, pero otras excelentes que pusieron en el punto de mira del público
y los estudios a los que serían los nuevos talentos que harían reflotar un
Hollywood muy distinto del que les dio la oportunidad de crecer en sus márgenes
siendo el clasicismo de la fábrica de los sueños uno de sus modelos que poco a
poco irían enturbiando. Antes de esa renovación pero muy relacionada con ella,
y viendo como el dinero se les escapaba de las manos, Hollywood empezó a abrir
sus puertas a películas de temática más escandalosa y propia de la serie B
relegándolas aún a producciones de ínfimo presupuesto pero que también tuvieron
sus más desconocidos pero muy talentudos representantes.
Edward D. Wood
hijo[1]
no fue uno de ellos. Wood representaba y representa el quiero y no puedo que
todo aquel que se considere artista teme o debería temer: un hombre de
intenciones tan puras y arrebatadas como pobres son los resultados finales en
los que cristalizan más mal que bien. Wood, es, en ese aspecto, un personaje
tan propio del mundo del realizador de Ed
Wood, el por entonces genialoide Tim Burton (perteneciente a otra nueva
generación de Nuevo Hollywood, que
tenía entre sus filias posmodernas el mencionado cine de serie B y los géneros
populares como fuente de inspiración), como pueda serlo el protagonista
homónimo de Eduardo Manostijeras con
sus ansias de contacto físico y buenas intenciones lastradas por unas cortantes
tijeras a modo de manos que lo destrozan todo a su paso, o el Jack Skellintong,
rey de las calabazas que intenta dar lo mejor de sí con una navidad demasiado
codificada como para entender las buenas intenciones que hay detrás de las
cabezas cortadas y los murciélagos que salen volando de regalos cariñosamente
envueltos en Pesadilla antes de navidad,
ideada y estrechamente supervisada (y a ojos de una parte importante del
público poco informado, también realizada) por Burton y dirigida por un
meritorio corredor de fondo con el nombre de Henry Sellick. En el caso del Wood
de Burton, este pretende emular a su venerado Orson Welles -otro proscrito de
la industria- siguiendo sus pasos como actor, guionista y director de sus
películas sin percatarse de que si para el resto de la gente aquel era un
gigante del cine, Wood es un enano que además tiene los pies de barro, el
cabecilla de un grupúsculo de personajes tan impermeables a un mundo real en el
que las cosas caen por su propio peso como él y que creen estar ejerciendo
maravillas mientras son vistos como unos iluminados que malgastan sus días en
perpetrar cine de derribo a costa de engañar y mentir a cualquiera que pueda
proporcionarles un mínimo de fondos para llevar a cabo sus películas,
erigiéndose como otro incomprendido más de una galería de personajes que se
sienten en plano diferente al del resto del mundo.
Sobre esa
disyuntiva da comienzo, desarrollo y final Ed
Wood, la película, que abre con sus títulos de crédito a modo de compendio
de algunos de los más famosos elementos del cine de Ed Wood bajo la sinuosa
forma propia de algunos instantes del cine de Orson Welles, orquestrado por el
otrora titán fílmico Tim Burton. Pulpos gigantes, platillos volantes y
cementerios de cartón piedra son algunos de los elementos que podremos ver en
los rodajes de las películas que aparecen en Ed Wood: concretamente Glen
or Glenda (1953), Bride of the monster
(1955) y finalmente la más famosa
de todas ellas: Plan 9 from outer space[2] (1959), a la que si sumamos la obra de
teatro The Casual Company con la que
da comienzo la película de Burton, acaba cubriendo los once años que hay entre 1948
y 1959 siendo este periodo el que cubre a su vez la historia de Ed Wood, situada a modo de interesante
contexto en el bajo Hollywood que se describía al inicio de esta entrada y del
que la película de Burton no deja de ser tanto un testigo de esa época como un
producto último de la evolución hasta nuestros días de la misma. En base a eso,
el film de Burton se dedica, desde el guión[3]
a engarzar las diferentes situaciones que llevan a Wood y a su creciente grupo de acólitos a conseguir
el dinero y ajustarse a los planes de rodaje y las limitadas producciones de
Wood, dando como resultado un cine que algunos han visto (o no, pero lo han
llamado así igualmente) como catastrófico.
El abismo que
se abre de esta manera entre el Wood homenajeado y el Burton que lleva a cabo
dicho homenaje consigue sostener el film gracias a uno de los elementos más
característicos del mejor cine de Tim Burton: su sensibilidad, pero no consigue
esconder las profundas e interesantes contradicciones que sustentan una
película como esta. Ed Wood parece
ser una muestra más, esta por su propio argumento mucho más autoconsciente de
lo que parece ser habitual en estos casos, de un cine que evoca a otro de
presupuestos mucho más ínfimos a base de un didactismo cinéfilo que recrea a
base de millones de dólares lo que antes se vio de forma más modesta pero
muchas veces más efectiva en una pantalla de cine de barrio. Y hasta cierto
punto, no puede negarse lo evidente, que Burton recrea los rodajes de Wood con
un presupuesto que multiplica por doscientos todos los presupuestos de los
films dirigidos por Ed Wood juntos, y que es el film sobre alguien considerado
un perdedor hecho por alguien considerado, pese a sus anomalías, un triunfador.
Pero por fortuna, la intención de Burton no es la chanza a costa del considerado
peor director de la historia del cine al que fácilmente puede mirarse por
encima del hombro. Tampoco el establecer paralelismos, aunque estos se
produzcan de forma inevitable, entre su cine y el de Wood para hacer más
evidentes las enormes diferencias cualitativas entre ambos, coexistiendo en
esta película los paupérrimos sets de rodaje de Wood con sus malos actores por
lo general pobremente dirigidos, efectos especiales de barraca de feria y
errores narrativos considerables con el dinamismo que dota Burton al film
gracias a su montaje y fluida puesta en escena, lleno de actores en estado de
gracia y con una exquisita fotografía y banda sonora.
Ed Wood no es una
película sensacionalista sobre un hombre cuyo mayor fetiche son los jerseys de
angora (especialmente los de su esposa) que se traviste de mujer para sentirse
más cómodo y dirige malas películas. No es una biografía al uso, tal y como
advierte el prólogo introductorio con
personaje de Criswell saliendo de un ataúd como maestro de ceremonias
para presentar un viaje a “lo desconocido
y lo extraño” y que ya advierte, bajo la cita directa a la apertura del Plan 9 from outer space original, que lo
que vamos a ver será difícil de creer aunque no imposible. Tampoco una lección
sobre el acto creativo que supone hacer una película ni una descripción de
procesos creativos elaborados. La película saca sus ingentes fuerzas del
entusiasmo de Wood, equiparable al de Burton y su equipo para afrontar su
sesgado retrato, tan básico e instantáneo en sus motivos como imperturbable
ante lo que nos muestra sus contraplanos: el desastre fílmico que puede verse
en sus rodajes y acaba plasmándose en pantalla, la indiferencia cuando no la
burla de representantes de los grandes estudios a los que Wood va a pedir una
oportunidad laboral, o el rechazo por parte del público que no hace mella en el
optimismo suicida de Ed Wood para con su causa requiere algunos cambios que un
tratamiento esencialmente realista, o al menos respecto a las fuentes de las
que bebe el guión, no habría conseguido, o se habría hundido en la tragedia que
palpita bajo las lujosas bambalinas de Ed
Wood, sin obviar algunos de los elementos más grotescos y ciertos de la
vida de Wood que no hacen sino alimentar el mito y hacerlo más vivaracho,
alejado de todo cinismo fácil.
De esta
manera, la figura de Wood se revela, desde el amorfo pero brillante guión que
sirve de base a la película, pivote central de los que lo rodean y el papel que
jugarán en sus vidas sin que la película nunca se transforme en una recreación
plausible de su vida, sino en una visión ficcionada a conciencia de la ya de
por sí bastante bizarra existencia de Wood. No se sabe como llegaron a
conocerse el pobre realizador y un tristemente trasnochado Bela Lugosi, pero en
la película se nos muestra por primera vez a través de los ojos de Wood tumbado
en un ataúd del que no tardará en levantarse argumentando que le parece
demasiado incómodo. Lo que no es sino una manera de decir que Lugosi, actor que
inmortalizó para el cine el personaje de Drácula en la película del mismo
nombre dirigida por Tod Browning en 1931, está “muerto”… como parece estarlo
para la industria del cine que lo ha arrinconado, y que vuelve a la vida
cinematográfica “resucitado” gracias a Wood pese a que, como se encarga de
subrayar los continuos virajes de la banda sonora hacia el fragmento más famoso
de El lago de los cisnes de
Tchaikovsky que era el leitmotiv sonoro del Drácula
encarnado por Lugosi, jamás ha
dejado de estar a la sombra de su más famoso personaje. Igualmente, instantes
como el gran estreno de su obra magna que cómo él mismo asegura le hará pasar a
la Historia pero en el sentido opuesto al que se imagina; Plan 9 from outer space, resultan harto improbables para los
bastante pobres parámetros comerciales y de distribución en los que se movió el
cine de Wood. Y no digamos ya la que es una de las mejores escenas de la
película: el ficticio encuentro entre el llamado peor director con el
considerado como el mejor de todos ellos: Orson Welles. Su más que improbable
encuentro en un bar y posterior conversación consolida el definitivo punto de
vista bajo el que está articulado todo el guión que luego es más que potenciado
por su plasmación en pantalla. La realidad se supedita al drama. El alcoholismo
de Wood que provocó su prematura muerte que la película nunca nos muestra sólo
asoma por los contornos del plano en forma de numerosos vasos vacíos y botellas
a medio llenar que rodean a Wood desde las barras de los bares en los que va a
matar el rato o sobre los escritorios sobre los que trabaja febrilmente en sus
proyectos y su travestismo está tratado con el mayor de los respetos sin
resultar sermoneador. Incluso su fracaso final se nos muestra como algo ajeno a
la película, resumiendo lo que será de los protagonistas de Ed Wood una vez finalizada la película,
según las maneras del biopic más prototípico… en definitiva, Burton, con su
habitual lucidez moral, no señala con el dedo a Wood, ni a ninguno de sus
seguidores, como un paria que deba ser corregido, sino como un enloquecido y
vitalista paria a defender con uñas y dientes.
Y la forma en
que se plasma en Ed Wood tiene visos
de exquisitez: la trabajada fotografía en un algo deliberado y bellísimo blanco
y negro[4],
una escenografía poco recargada dentro de lo que es habitual en el cine de su
realizador pero perfectamente adecuada y la ligera y a la vez triunfal banda
sonora orquestada por Howard Shore[5]
conforman una atmósfera que los actores se encargan de perfilar en una muy
particular idiosincrasia. Depp encarna un casi infantil Ed Wood, un optimista a
ultranza parapetado tras una imborrable sonrisa cuya presencia provoca una
sensación de extrañeza que hace malabarismos entre la farsa y el realismo a un
paso del onirismo que se desprende de la película, y que contrasta con la
venerabilidad de otro personaje, puntal de la película y uno de sus mayores
logros: el herido en su amor propio Bela Lugosi magistralmente interpretado por
Martin Landau con la imprescindible colaboración del maquillador Rick Baker[6].
La relación entre ambos personajes profundiza en uno de los aspectos más
destacables de Ed Wood esquivando los
elementos más turbios y utilitaristas (Lugosi era por entonces un hombre solo,
con el orgullo muy malherido y adicto a la heroína) de la relación entre el
actor y el director, sustituyéndola por una medidísima y natural humanidad, y
actúa como un muy tierno reflejo de la relación de aires paterno-filiales que
el propio Burton mantenía con su admirado Vincent Price. Mítico actor de otra
edad dorada del cine de terror norteamericano al que Burton dirigió en Eduardo Manostijeras o su primer y mejor
trabajo hasta la fecha, el cortometraje Vincent,
llamado así en honor a la estrella de Los
crímenes del museo de cera y las adaptaciones hechas por el mencionado
Roger Corman sobre textos de Edgar Allan Poe. Así, el film de Burton se dedica
a conjugar la ternura con cierto patetismo y el humor ligero con el drama
igualmente liviano que acaban conformando la película que, pese a su estructura
marcadamente clásica, muy intencionadamente evita toda progresión de la
narración desde el guión con una estructura circular que se asienta desde el
primer plano aéreo que nos aleja de las colinas de Hollywood en una noche
tormentosa hasta dejarnos caer en el teatro en el que un primerizo Wood dirige
su obra The casual company hasta el
plano final que hace el mismo movimiento revelando lo que sabremos por escrito
poco después: que Wood jamás llegó a acercarse al reconocimiento que
representaba su anhelado Hollywood, reconvertido en grial del que una vez uno
ha probado sus mieles, como Lugosi, siempre vivirá a su pesada sombra.
Esa progresión
dramática, decía, se produce en el espectador, en su percepción de Wood y su
forma de “entender” el cine. Así, el proceso que puede notarse (aunque sentirse sería el término más apropiado)
en Ed Wood es el que lleva del
espectador foráneo o no a las maneras cinematográficas de Wood a participar
activamente en su éxtasis creativo desde la realización. El film de Burton se
dedica a soltar lastres que puedan poner en tela de juicio la visión de su Ed
Wood, primero dejando atrás al personaje de Dolores Fuller[7]
que interpreta Sarah Jessica Parker que hacía las veces de moralista y
histérica llamada al orden social de la “normalidad” al contrario que la
siguiente mujer de su vida que jamás lo abandonaría, Kathy O’Hara, interpretada
en la película por Patricia Arquette[8],
lo ama y acepta con toda su “alteridad” como se ve en una escena tan improbable
por su tono como burtoniana en su
forma más reconocible. Es en el instante de ruptura con el mentado personaje de
Dolores Fuller en el que Burton muestra sus liberadoras cartas que acaban
siendo lo más transgresor y vivificante de la película. En una danza
protagonizada por el personaje de Depp a modo de exótica mujer que esconde a un
Wood sin su dentadura postiza tras su velo en un matadero rodeado por los
miembros de su equipo de rodaje que medio borrachos vitorean al director de la
recién culminada Bride of the monster
mientras este se contonea, Burton plantea lo grotesco de la situación sin
edulcorarla en absoluto, pero también y más importante, presentándola como una
celebración de la anormalidad que remite de forma bastante directa a la
ceremonia de acogida de los “normales” por parte de los freaks de circo de La parada
de los monstruos y con un resultado muy similar: la repulsa de los que no
son como ellos. Ed Wood sigue así el
periplo del director acentuando su exagerada subjetividad sobre lo que hace sin
nunca moverse de su lado. Burton nunca lo llama al orden, no lo hace volver al
redil de lo que se supone debería hacerse ya sea tras la cámara o en su vida
privada mientras se dedica a espesar y hacer más marcada la fotografía del film
a medida que este va avanzando, exagerando lo grotesco, pero también según los
parámetros propios del cine de Burton que alinean la pureza con lo bizarro,
mucho más excitante y transgresor. En este sentido Ed Wood es el uno de los más
radicales personajes positivos de la filmografía de Burton porque nunca llega a
tomar conciencia de su monstruosidad, y Burton lo celebra y hace partícipe al
espectador de esa transgresora y gozosamente enajenada alegría.
Ed Wood, se erige de
esta manera en un auténtico corte de mangas al canon cinematográfico y vital,
hecho desde modales propios del cine clásico del que Wood siempre estuvo al
margen. Pero como hizo Wood, y por lo que se ve en su película también Lugosi y
muchos otros a este lado de la pantalla, encontró en el llamado de manera
exageradamente paternalista y muchas veces sin conocimiento de causa cine basura una manera de expresarse y
vivir lo que la vida real le arrebataba, como la aceptación de su primera mujer
de su travestismo, que no permitía un cine considerado más serio y oficial sin ser nunca premeditadamente vanguardista. De
forma similar a la que Burton llevaba a cabo sus películas en esa primera etapa
de su filmografía, la mejor, que en la época en que firmó Ed Wood estaba cerca de terminar, apropiándose de arquetipos
propios del cine de terror y fantástico predominantemente barato
(característica que no tiene nada que ver con la calidad) para armar sus
personales visiones no ya del cine sino de la vida en general a través del séptimo
arte.
Pese a ese
punto en común que podría hacer pensar en ellos como espíritus afines, Burton
triunfó donde Wood fracasó tan clamorosamente, logrando en esta película como
en pocas otras no sólo una reivindicación en toda regla del cine de serie B o
Z, no celebrándolo desde una cinefilia ortodoxa, sino desde una perspectiva
exclusivamente subjetiva y sentimental, mostrando el desastre cinematográfico
sin disculparlo y sin ser condescendiente con sus responsables, pero alejándose
de esa nueva “sensibilidad” que se ríe
de todo y todos los que se sale del canon prefabricado, alimentándolo aún más,
pese a su condición de supuesto friquismo
del que sin duda surgió la fama póstuma de Wood que hizo posible el nuevo culto
a su persona y al film que nos ocupa. Burton da la espalda a esta manera de
entender el cine barato y lo mira y ofrece a nuestros ojos como traje a medida
con este periplo de un hombre al que lo único que le importaba no era la
calidad del resultado, sino sencillamente que esos resultados tuviesen lugar… Y
que en el caso de Ed Wood, están a la
altura de las apasionadas intenciones de Wood dando como saldo una emocionante, divertida, triste e inspiradora maravilla.
Título: Ed Wood. Dirección:
Tim Burton. Producción: Denise Di
Novi y Tim Burton.Guión: Scott
Alexander y Andy Karaszewsky inspirándose en el libro Nightmare of ectasy: the life and arto f Edward D. Wood. Jr. Fotografía: Stefan Czapsky. Diseño de producción: Tom Duffield. Montaje: Chris
Lebenzon. Música: Howard Shore.
Año: 1994.
Intérpretes: Johnny Depp (Edward D. Wood Jr.),
Martin Landau (Bela Lugosi), Bill Murray (Bunny Breckindridge), Jeffrey Jones
(Criswell), George “The Animal” Steel (Tor Johnson), Lisa Marie (Vampira),
Sarah Jessica Parker (Dolores Fuller), Patricia Arquette (Kathy O’Hara).
[1] Nacido en Poughkeepsie (Nueva York) en 1924, y según parece
siempre orientado hacia el mundo del espectáculo desde que en su onceavo
cumpleaños recibiera como regalo una cámara cinematográfica y haber estudiado
arte dramático en Washington. Combatió en la Segunda Guerra Mundial, siendo
destinado al frente del Pacífico en el que afirmaba haber combatido vistiendo
lencería femenina bajo su uniforme para acentuar su pánico a ser capturado por
los soldados japoneses y que descubriesen su secreto. Llegó a Hollywood en 1947
interpretando algunos papeles pequeños y haciendo sus pinitos en el mundo del
teatro con The Casual company, en el
año 1948. Según su biografía Nightmare of
ectasy: a look of life and art of Edward D. Wood Jr. de lectura
recomendable pero sólo disponible en su versión original en inglés escrita por
Rudolph Grey, Wood dirigió siete largometrajes de ficción y muchos
cortometrajes eróticos (conocidos como nudies)
muchas veces bajo el pretexto de ser películas de educación sexual para su
público, gran cantidad de guiones la mayoría de los cuales jamás fueron hechos
película y incontables novelas, la mayoría de ellas de corte erótico. Su
alcoholismo y su cada vez más paupérrimo modo de vida acabó con Wood viviendo
prácticamente en la mendicidad y gracias a subsidios sociales. Murió en 1978, a los 54 años de
edad, rodeado de amigos pero olvidado por la industria y sin una triste necrológica en los diarios de
los Ángeles. Dos años más tarde los hermanos Michael y Harry Medved lo
mencionaron en su libro The Golden Turkey
Awards calificándolo con el epítome que a día de hoy sigue vigente: el peor director de la historia del cine,
alcanzando un culto hacia su persona y su obra a caballo entre el freak-show
cinematográfico en aras del cachondeo más paternalista y autosuficiente y la
nueva sensibilidad del que se siente fascinado por lo peor de lo peor, o los
márgenes de lo considerado “de buen gusto”. El film de Burton que aquí nos
ocupa no hizo sino incrementar su leyenda, logrando incluso que se
distribuyeran en nuestro país Glen or
Glenda, Bride of the monster y su
obra magna Plan 9 from outer space
(también conocida como la peor película
de la historia del cine) en formato VHS en versión original subtitulada
otorgando a Wood una fama póstuma inimaginable durante su vida.
[2]Siendo todas ellas de una cutrez considerable, Glen or Glenda puede verse a día de hoy
como una curiosidad cercana a la vanguardia en cuanto a su montaje y su
anárquica narrativa, además de representar una personal apuesta sobre el tema
del travestismo. Pese a las buenas intenciones, los resultados pueden resultar
algo risibles. Más prototípicas resultan Bride
of the monster y Plan 9 from outer
space, ya sin el escudo (por entonces probablemente inexistente)
vanguardista que deja a las claras muchos de los defectos del cine de Wood:
lápidas que se caen al suelo a media escena sin venir a cuento, decorados que
se revelan falsos cuando alguien tropieza con ellos y todo tiembla a su
alrededor, escenas que comienzan de noche y van pasando alternativamente al día
y de nuevo a la noche a base de plano y contraplano, interpretaciones
pobrísimas y un estatismo que acaban por condenar el resultado a un saldo muy
discreto pese a contener claros alegatos anti belicistas bastante curiosos en
una época en la que la Guerra Fría y la omnipresente amenaza soviética campaba
a sus anchas en las producciones de serie B (y también de serie A) del
Hollywood de los cincuenta. Pese a la pobreza de resultados… las hemos visto
mucho peores incluso en circunstancias supuestamente mucho más “profesionales”.
[3] Escrito por Larry Karaszewsky y Scott Alexander, la idea surgió
cuando en su etapa de estudiantes en la USC pretendieron hacer a modo de
proyecto de fin de carrera un documental sobre Ed Wood titulado The man in the angora sweter, usando como aval cartas
de conocidos del director que luego revelaron eran falsas. Tras pasar por la
traumática experiencia de guionizar Este
chico es un demonio y Este chico es
un demonio 2, la pareja de guionistas, tras leer Nightmare of Ectasy hicieron un borrador de una biografía sobre Ed
Wood para ser recreada en la ficción y se la mostraron a su amigo director
Michael Lehman (conocido por su divertida película Escuela de jóvenes asesinos), que a su vez se la mostró a su
productora Denise Di Novi, que no hacía mucho había fundado Tim Burton productions, mostrándole el
proyecto a su socio que primero se ofreció a producirla y después a dirigirla.
El guión se escribió en seis semanas y sólo hubo algunos cambios para ajustarse
a la agenda de Bill Murray y al ajustado presupuesto. Más adelante, los dos
guionistas firmaron los libretos de El
escándalo de Larry Flint y Man on the
moon ambas dirigidas por Milos Forman, dando la impresión de estar
especializándose en biografías sobre sujetos más o menos polémicos que aunque
dando buenos resultados en pantalla, no alcanzan la excelencia del film de
Burton. No hace mucho, ambos escribieron el guión para una entretenida película
protagonizada por John Cusack: 1408
adaptando y estirando demasiado una historia corta de Stephen King.
[4]El motivo que llevó a Burton a tomar esta decisión surgió en una
de las pruebas de maquillaje de Martin Landau para encarnar a Lugosi ¿De qué
color eran los ojos del actor húngaro que interpretó a Drácula? Nadie lo sabía,
así que se optó por reflejarlo tal y como se le recordaba, en un sombrío blanco
y negro cuyas sombras son mucho más alargadas y expresionistas en el
apartamento de Lugosi que en el de Wood y otorgan una fantasmal atmósfera que
cuesta imaginar si la película hubiese acabado siendo en color. Los estudios de
Hollywood no vieron con tan buenos ojos la decisión de Burton que se reveló
inamobible y la película fue pasando de mano en mano hasta terminar bajo la
familiar ala de Disney en la que Burton comenzó su carrera como cineasta.
[5]Compositor habitual de David Cronenberg, que en esta ocasión
sustituyó al hasta entonces inseparable de Burton: Danny Elfman, que sólo se
ausentó de su lado en esta ocasión y más adelante en Sweeney Todd, compuesta por Stephen Sodheim. Según parece,
continuas disputas entre director y músico a raíz de su colaboración en el
clásico de animación Pesadilla antes de
Navidad dirigida por Henry Sellick, separaron temporalmente a los dos
hombres a modo de descanso hasta su siguiente colaboración en la que reanudaron
su amistad: Mars Attacks! siguiente
proyecto de Burton y una de las mejores partituras de Elfman, comentado en este
mismo blog en el mes de octubre del año 2012. Sobre el trabajo de Shore en Ed
Wood, cumple su función y consigue insuflar la épica necesaria a la película,
además de preceder el fastuoso uso del instrumento tan propio de la ciencia
ficción de los cincuenta, el psicodélico theremin, que Elfman haría estallar más adelante.
[6] Ambos, Baker y Landau, ganarían los sendos premios Oscars por los
que estaba nominada la película el mismo año en que Forrest Gump barrió en la ceremonia y un pujante Quentin Tarantino
se consolaba con el premio a mejor guión por Pulp Fiction junto con, tras algunas polémicas, Roger Avary. A
propósito de Tarantino, el afamado director, tan posmoderno como Burton pero
mucho, muchísimo más referencial que este, vio con agrado Ed Wood y reconoció en algunos de los escenarios reales en los que
se rodó el film, un cine porno en el que Tarantino había trabajado como
acomodador siendo muy joven.
[7]Que se enfadó considerablemente con los responsables de Ed Wood al ver el retrato que habían
hecho de ella asegurando que su relación con Lugosi siempre había sido buena y
que su relación con Wood fue, hasta su final, mucho más civilizada de lo que el
histerismo cursi de su personaje en la ficción puede dar a entender. A modo de
curiosidad, mencionar que Fuller se reconvirtió en reputada letrista de
cantantes como Nat King Cole o Elvis Presley, siendo una de las pocas del clan
Wood que triunfó en su vida profesional… al alejarse del propio Ed Wood.
[8]La actriz tuvo que aguantar la presencia de la auténtica Kathy O’Hara en
el set de rodaje durante sus escenas a fin de comprobar que se le estuviese
haciendo justicia.
Me gustó mucho tu texto, creo que en realidad es cierto que quizá se haya proyectado un poco Burton y se haya visto reflejado en Wood, yo vi la película en hbogo y me gustó mucho, creo que es de sus mejores películas porque tiene toques nostálgicos, oscuros y tristes pero a al vez esperanzadores.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras. Creo que pocas veces Tim Burton ha alcanzado las cotas a las que llegó en esta película, que a pesar de todo sigue siendo poco conocida incluso entre los "nuevos seguidores" del director. Sobre lo que comentas sobre ser un film triste pero esperanzador, estoy completamente de acuerdo contigo y no importa las veces que la vea, su final siempre consigue emocionarme. Gracias por leerme. Un saludo.
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