jueves, 27 de marzo de 2014

PERSIGUIENDO A AMY



Es algo más o menos sabido y tácitamente silenciado por todo el mundo que el sexo ocupa una parte importante de los pensamientos de la gente. Un espacio muy parecido, pese a que de forma mucho menos silenciosa y sutil, al que ocupa en las conversaciones que tienen lugar en el cine del realizador Kevin Smith[1]. Aunque sea de boquilla, en sus interminables e incontables peroratas, sin que en ningún momento aparezca ni fugazmente en pantalla un pezón, o cualquiera de los genitales de uno u otro género que parecen llevar de cabeza a los adolescentes tardíos que protagonizaron el primer tramo de su filmografía. Esta curiosa y puritana dicotomía, para nada molesta en su falta de pretensiones, deja espacio en pantalla, en convivencia con un ingenioso humor soez y una sana verborrea alrededor de todo lo que tenga que ver con el sexo, para que el sentimiento motor de Persiguiendo a Amy, más o menos ausente hasta ese momento en las películas del realizador salga a flote ante los ojos del público: el Amor.
La tercera película de Kevin Smith gira alrededor del calmado Holden McNeil (Ben Affleck) y el temperamental Banky Edwards (Jason Lee), amigos desde su infancia hasta el momento actual en el que trabajan juntos codo con codo, uno como líder dibujante y el otro como seguidista entintador, en un exitoso cómic. Su rutinaria vida profesional parece entrar en ebullición cuando se les presenta la jugosa oportunidad de hacer de su pequeño éxito editorial una serie de televisión. Pero en lo personal, su relación empieza a resquebrajarse cuando conocen a una vitalista y divertida joven  llamada Alyssa Jones (Joey Lauren Adams) que rápidamente congenia con Holden hasta hacerse grandes amigos. La declarada homosexualidad de la chica sólo contiene temporalmente, entre amistosas escapadas de fin de semana y muchos buenos momentos, los verdaderos sentimientos del dibujante hacia Alyssa. Un amor que un arrinconado Banky es incapaz de ver con buenos ojos creyendo perder poco a poco a su mejor amigo y compinche profesional.

Y si el argumento del film de Smith parece, en sus líneas generales, poco o muy relativamente original, su plasmación en pantalla no le va a la zaga: Persiguiendo a Amy es una película cuya forma es a todas luces -y aunque acabe provocando un estimulante efecto de proximidad en el público- rematadamente plana. La fotografía carece de cualquier tipo de claroscuro o de intencionalidad dramática, como se diría que tampoco la tiene una planificación puramente expositiva y hasta neutral, sin salidas de tono ni nada que pueda distraer de la mayor y más consciente baza de la película de Smith: su guión, y más concretamente, sus diálogos. Una historia tan manida como casi todo el romanticismo cotidiano, trufada por innumerables conversaciones alrededor de lo divino y lo humano, con la primera trilogía de La guerra de las galaxias, los cómics y el sexo habido y por haber como medida de todas las cosas, es recogida por la película de Smith, y casi sin excepción, en largos planos medios y muy esporádicos primeros planos, dejando el ritmo del film en manos de los actores, la coordinación entre ellos para entonar sus diálogos, y su distribución en el encuadre. Ni siquiera en los momentos en los que rompe el estatismo generalizado que es norma en Persiguiendo a Amy, Smith se sale de lo puramente funcional como en el montage que condensa la amistad entre Holden y Alyssa en unos pocos minutos, o en las discusiones a grito pelado que mantienen los tres protagonistas alrededor de los cuales gira toda la película, que están filmados con una prototípica temblorosa cámara al hombro que subraya la tensión del momento, o la presentación de Alyssa, mostrada por primera vez con una ligera panorámica ascendente hasta mostrarnos su cara, diferenciándola del resto de personajes presentados en desabridos planos medios. Sólo una poderosa y sencillísima escena que muestra un primer plano del personaje interpretado por Lauren Adams cantando sobre un escenario, y un par de montajes en paralelo, uno mostrando a una pareja besándose apasionadamente sobre el coche de Banky bajo la atenta mirada de Holden y Alyssa mientras juegan a los dardos, y sobretodo una pelea a puñetazo limpio entre jugadores de hockey hielo que sube de intensidad a la par con una soterrada discusión entre Alyssa y Holden alrededor del agitado pasado sexual de la primera, suponen diminutos apuntes formales que denotan una leve intencionalidad o músculo audiovisual ausente durante el resto del metraje, dotando al conjunto de una proximidad a veces un tanto teatral[2], pero por lo general muy lograda. Esta prefabricada naturalidad formal, que saca fuerzas de lo cotidiano y que raya, como decía, en la teatralidad más desabrida, no sólo alinea Persiguiendo a Amy con una determinada manera, la más estereotipada o reconocible en el momento de su estreno, de entender el llamado cine independiente norteamericano[3], sino que también atenúa el dramatismo de las escenas más trágicas, rebajando una tendencia al melodrama que se advierte tras algunas líneas de diálogo, que haría de la película de Smith una más espectacular o percibida como menos realista y, siguiendo con una visión estereotipada pero efectiva para muchos, cinematográfica como sinónimo de distante.

Esta cualidad expositiva de Persiguiendo a Amy, que subraya una y otra vez lo oído y sobreexplicado en boca de sus personajes a veces en base a falsos flashbacks que no dejan lugar a la imaginación, también logra situarlos a todos en un mismo plano dramático sin cargar nunca las tintas a favor o en contra de ninguno de ellos, repartiendo sus más y sus menos a todos y cada uno de los hombres y mujeres que pululan por la pantalla, sin dejar prácticamente ningún individuo ni colectivo racial o de género impoluto de un  agudo análisis que disecciona amablemente sus vicios y virtudes. Esta equidad moral, que distancia Persiguiendo a Amy mucho y para bien del reduccionista panfleto reivindicativo, encuentra su eco en una desdramatización, en lo visual más debido a una asepsia formal quizás involuntaria que a una estrategia dramática elaborada, que hace del film de Smith uno mucho más próximo al retrato de un hombre que se ve superado por sus propios miedos e inseguridades que a una denuncia ejemplarizante de la estupidez del Hombre ante una Mujer cuyo modo de vida es mucho más libre (y en una importante pincelada humanista, no por su condición, sino por su propia voluntad) de lo que él es capaz de asumir. De esta manera, la buena labor del Smith guionista compensa la relativamente competente realización del Smith director. Sus personajes, pese a verse casi siempre definidos por lo que dicen mucho más allá de por lo que hacen, están lo suficientemente elaborados como para resultar creíbles. Y los actores que los interpretan, con la inestimable química que surge entre Affleck y Lauren Adams, mantienen el pabellón lo bastante alto como para que el constante estira y afloja que suponen unos diálogos coordinados a la perfección, en su tono y en su tempo, no resulte forzado, distante o directamente increíble. Pero, respecto al guión, hay más aún: la que se diría una de las claves de Persiguiendo a Amy, que consiste en un retrato humano que no juzga a ninguno de sus personajes si no es por parte de ellos mismos, tiene también su origen en la escritura de Smith. Lo que bajo otra estrategia habría sido una comedia de enredos en la que el equívoco sería el detonante de lo cómico, en Persiguiendo a Amy es el enredo lo que desborda el estereotipo hasta humanizarlo, del mismo modo que resulta harto difícil catalogar el film de Smith, indivisiblemente cómico y dramático, en uno u otro género cinematográfico más o menos codificado. Así, Alyssa se revela a ojos de Holden como lesbiana ante su más soberano pasmo, aunque más tarde se enamorará del dibujante y más tarde le desvelará un pasado sexual demasiado hedonista para los reducidos parámetros vitales de un Holden mucho menos liberal de lo que él mismo cree ser. Por otro lado, Hopper X (un excelente Dwight Ewell en la piel del mejor y más divertido personaje de la película) es un homosexual negro que se hace pasar por un sosías espiritual de líder segregacionista afroamericano Malcolm X para vender más cómics, y hasta la exhibicionista heterosexualidad Banky será cuestionada en una posible lectura entre líneas de la dependiente amistad que mantiene con Holden… Ninguno de ellos, y Holden el que más, es tan sencillo como parece y escapa constantemente a las expectativas que el protagonista interpretado por Affleck tiene sobre un mundo y una realidad que poco a poco le supera hasta sobrepasarlo por completo. Así, el enredo que hace avanzar la tan trillada trama romántica no sirve a razones cómicas sino, de forma muy eficiente, al propio retrato de sus personajes desmontando cualquier peligroso tópico que los reduzca a meros peones al servicio de un panfleto.
O lo que es lo mismo, descendiendo de lo estereotipado a lo personal e individual en una película de ribetes confesionales se alcanza una cima que no habría sido posible bajo un prisma más amplio o exagerado, que además hubiese sentado una antipática y muy reduccionista cátedra alrededor de la amistad, la heterosexualidad, la homosexualidad[4], las relaciones entre hombres y mujeres, o el racismo, sin que ninguno de estos temas no sea tratado en Persiguiendo a Amy. Tampoco es ajeno a ello la capacidad de observación del guionista y realizador, que consigue, como en películas anteriores, extraer lecciones vitales y morales de material propio de la cultura popular (o de la pura Nada) sin tener que forzar la máquina en ningún momento y logrando decir, sin alzar la voz, verdades como puños a través de todos sus personajes, de que recoge el más doloroso saldo el de un Holden del que múltiples elementos de la película sitúan como un doble ficcionado del realizador y guionista.

Algunos elementos, que denotan el grado de autoconciencia con el que Smith encara su film, dan muestra del carácter íntimo y personal de Persiguiendo a Amy, su cualidad de película sino más madura cinematográficamente hablando (poco o muy poco ha cambiado en este aspecto desde su ópera prima, sólo a dos películas de distancia desde la que nos ocupa), sí desde un punto de vista temático o personal, como sinónimo de importante en un contexto fílmico y vital grunge, con la abulia como mínimo común denominador[5].
La estructura circular de la película, que empieza en el mismo lugar en el que termina un año más tarde, evidencia el cambio o evolución, que afecta a sus personajes como primer paso hacia la mencionada y siempre esquiva madurez emocional. Tal y como el propio Smith parece hacer con Persiguiendo a Amy respecto a sus dos anteriores películas que transcurrían en el mismo universo que la que nos ocupa, ilustrado por continuas referencias a situaciones vistas en ellas y personajes recurrentes que ya aparecían en Clerks o Mallrats, con Jay (Jason Mewes) y Bob El Silencioso (el propio Kevin Smith) a la cabeza, y que expresan de viva voz su hartazgo de que en los cómics inspirados en ellos, Holden los haga hablar “como a jodidos bebes”. De esta manera, la conciencia de estar madurando un estilo fílmico (aunque se reduzca en mayor parte a su guión) se solapa con una mirada más madura sobre la realidad que Smith refleja en sus imágenes, gracias a numerosas conversaciones alrededor de la imposibilidad de Holden de hablar, a través de los cómics que escribe y dibuja, de algo personal porque nunca ha ocurrido nada en su vida digno de tal nombre hasta que conoce a Alyssa… Elementos que solapan, hasta cierto punto y sin cargar nunca las tintas, la figura de Holden con la del propio Smith. Solapamiento que se sella a cal y canto cuando Alyssa protagoniza un tebeo de tirada corta producido, dibujado y escrito por Holden y con el nombre de… Persiguiendo a Amy, que no es sino una plasmación en viñetas, a toro pasado, de la relación amorosa que han mantenido ambos con el añadido de suponer un mea culpa por parte del personaje interpretado por Ben Affleck respecto a sus propias limitaciones, que han enviado al traste el que podría haber sido el amor de su vida. De esta manera, Persiguiendo a Amy esquiva el panfleto al presentarse ya de entrada como un autoretrato cuyo saldo acaba siendo el de un liberal que se descubre conservador, plasmado en película en la que no por casualidad se habla muchísimo de sexo… pero jamás se nos muestra en pantalla. Y que por suerte y pese a ser un film considerablemente personal, Holden es tratado con la suficiente humildad como para no flagelarse ni a sí mismo ni culpabilizar a los demás[6] hasta la autocompasión, sino  arguyendo una huida hacia delante a una realidad que ni los comics, ni La guerra de las galaxias, ni tampoco las mentalidades surgidas de dicho caldo de cultivo, son (o somos) capaces de aprehender pero que el paso del tiempo y la experiencia empieza a dibujar.

Así, la paradójicamente estilizada naturalidad del film de Smith, producto de todos los elementos mencionados hasta aquí, hace de Persiguiendo a Amy una película muy modesta en sus pretensiones y factura audiovisual pero también, y seguramente por ello, muy valiosa en su nada ejemplarizante humanismo. Y eso que no está exenta de instantes en los que el equilibrio dramático, siempre soterrado, parece estar a punto de desbarrar en el romanticismo más rosado, anegado además por monólogos que, aquí sí, suenan tan postizos y rimbombantes como, en sus peores momentos, terriblemente cursis. Sirva de ejemplo la larguísima declaración de amor de Holden hacia Alyssa, sólo salvada por la reticencia de Smith a subrayar este momento con algún feo acompañamiento musical, como el que aparece tocado a piano y esporádicamente algo más adelante, y que pone en primer plano lo que Persiguiendo a Amy podría haber sido, sin llegar a ser, por fortuna, en casi ningún momento de su metraje. Es en instantes como esos en los que el amable suflé new age, de donde toman fuerza gran parte de la sensibilidades de los personajes del film y su manera de encarar la vida, alcanza su mayor y artificiosa hinchazón en ausencia de otro de los elementos más determinantes del cine de Smith o al menos de su escritura: el humor que se desprende, una vez más, de sus diálogos. Una comicidad basada en lo hiperexplicativo y lo sexualmente explícito -todo lo que no es Persiguiendo a Amy en su aspecto audiovisual- y en una catarata verborreica que nunca se detiene entre unos personajes que se hablan los unos a los otros, en un suma y sigue de réplicas y contrarréplicas a cada cual más ingeniosa. Y un afortunado contrapunto, vertebrado por una sana cháchara sexual[7] que por una parte anima un conjunto que en su ausencia sería muy probablemente aburrido y agotadoramente discursivo, y por otra rebaja el dramatismo de algunas escenas hasta una despreocupación que en Persiguiendo a Amy, juega más a favor que en contra del ingenioso costumbrismo del que hace gala… pero que cuando se ve desprovisto de dicho sentido del humor se convierte en una película con diálogos imposibles -y peor aún increíbles por lo articuladísimos que son todos los personajes aunque se estén desgañitando de rabia en sus ocasionales peleas- o conversaciones que analizan lo cotidiano hasta lo absurdo. De esta manera, la escena en la que se dirime el triángulo amoroso en que acaba convertida la relación entre Holden, Alyssa y un desaventajado Banky, resulta a día de hoy una puesta en palabras de un conflicto comprensible, que oída en boca de los personajes de Smith sólo despierta incredulidad en sus rebuscadas conclusiones. Pero Smith se mantiene, como en todo el metraje, impertérrito como realizador, dejando al parecer de cada uno si se está asistiendo a una muestra de la falta de recursos de Holden para encarar el precario terreno en el que ha entrado su relación con Alyssa y su menguante amistad con Banky, o directamente a una burla de la mentalidad de sus personajes. 

Este productivo, por respetuoso, punto medio basado puede que involuntariamente en la desdramatización formal y pese a que por desgracia no pueda decirse lo mismo respecto a sus antinaturales diálogos, es también el certificado de que Smith se expone, sin querer juzgarse a sí mismo, pasándole la pelota al espectador. Mostrando un universo que se mira a sí mismo con cierta distancia pero también con el cariño equivalente a una despedida de una etapa vital que se sabe finiquitada. Película hecha, por su carácter de confesión o exorcismo de determinados aspectos personales, con la perspectiva que otorga recrear un sentimiento ya pasado (tal y como Holden encara el cómic de Persiguiendo a Amy) pero siempre bajo un punto de vista propio, subrayado por el protagonismo casi absoluto de un Ben Affleck que aparece en prácticamente todas las escenas de la película. Así, el film de Smith también parece responder a una determinada sensibilidad y a un momento en el tiempo que el paso de los años desmerecerá o revalorizará a una película que ya en su día venía refrendada por el mentado tono nostálgico, que visto hoy se contagia a los que pudimos verla en su día. Los diálogos, el espíritu amablemente irreverente, la banda sonora o incluso los bares y locales llenos del humo de los cigarrillos, que hacen de escenarios de este primer amor de juventud que da el paso a la primera madurez, encuentra su final en uno de los escasísimos y obvios simbolismos que se permite Smith, suponiendo el cierre de una etapa creativa y vital con el cierre de una puerta que deja atrás una forma de vida para pasar a otra que jamás se nos muestra en el film. Siendo este momento la mejor plasmación en imágenes de que Persiguiendo a Amy pertenece a un universo fílmico sustentado quizás lo generacional, pero con un calado que en esta ocasión y como nunca antes ni después en su filmografía, lograría tocar un tema ampliamente universal desde una reducida perspectiva personal.

Título: Chasing Amy. Dirección y guión: Kevin Smith. Producción: Scott Mosier. Dirección de fotografía: David Klein. Montaje: Scott Mosier y Kevin Smith. Música: David Pirner. Año: 1997.
Intérpretes: Ben Affleck (Holden McNeill), Joey Lauren Adams (Alyssa Jones), Jason Lee (Banky Edwards), Dwight Ewell (Hooper X), Jason Mewes (Jay), Kevin Smith (Bob el Silencioso).


[1]Para los que quieran leer un pequeño resumen sobre la vida y milagros de Smith, pueden hacerlo en una de las notas al pie de la entrada dedicada a Clerks, publicada en este blog el pasado mes de enero.

[2]Esta teatralidad, que ha sido uno de los talones de Aquiles del Smith menos inspirado ante una parte de la crítica, parece afectar algunos de los personajes de la trama de Persiguiendo a Amy. Los inevitables Jay y Bob el Silencioso y su papel en el film, haciendo las veces de consejeros espirituales de un desnortado Holden, hacen buena la comparación que el dibujante hace al principio del film entre sus creaciones Bluntman y Chronic (inspirados en Jay y Bob) y Rosencratz y Gilderstein. Estos últimos, cortesanos que aconsejan malintencionadamente al príncipe Hamlet en la obra homónima de William Shakespeare, son puestos por Holden al mismo nivel, y en la misma conversación, que Vladimir y Estragón, mendigos protagonistas a su vez de la absurda comedia escrita por Samuel Beckett, Esperando a Godot, que mucho tienen en común tanto en espíritu como en su eterna espera a no se sabe qué con Jay y Bob. Sea como sea, el discurso de Bob no parece servirle para nada a Holden tal y como le ocurría a Hamlet… o quizás es que, como le asegura un fan, ni Rosencratz, ni Gilderstein, ni Vladimir ni Estragón, los verdaderos sosías de Jay y Bob no son sino los estúpidos héroes de la MTV Billy y Ted o la divertidísima pareja fumeta Cheech y Chong.

[3]Prácticamente un lugar común a estas alturas, o casi un género cinematográfico codificado más, el Cine Independiente made in USA, tal y como se entendía por una parte importante del público, fue popularizado por Smith y muy especialmente por otro de los cachorros de Miramax Films: Quentin Tarantino. Ambos realizadores, muy diferentes entre sí, hicieron de su punto en común, la verborrea de sus personajes alrededor de las cosas más cotidianas y en base a un lenguaje bastante explícito, el estandarte de un cine de bajo presupuesto y cierta libertad de movimientos… que sin embargo muchas veces estaba producido desde filiales de grandes productoras.

[4]No deja de resultar curioso el que las dos mejores películas de Kevin Smith, la que nos ocupa en esta entrada y la beligerante Red State (de la que ya se ha hablado aquí en otra entrada, publicada en noviembre del año 2012), cuenten con la homosexualidad como uno de los elementos más importantes de su trama. El propio Smith siempre ha intentado introducir, aunque sea soterradamente, alguna referencia al respecto desde que su hermano, que es gay, le comentó una vez que nunca había visto en el cine ningún retrato con cara y ojos de un homosexual.

[5]Persiguiendo a Amy supone el broche a la llamada Trilogía de New Jersey, formada por las dos películas anteriores del realizador: la estupenda Clerks y la bastante decepcionante Mallrats. En esta ocasión, Smith gozó de un presupuesto mayor que en su primera y rentabilísima película, pero también considerablemente menor que en el caso de la segunda, considerada por muchos como un film comercial dentro de la filmografía del director. Algo con lo que se puede estar de acuerdo, sin que ello signifique nada bueno ni malo respecto al resultado final del film, que puede tener su gracia pero carece del ingenio de la opera prima de Smith y del calado emotivo y sentido del humor del film que nos ocupa.

[6]Por algo será que el discurso lanzado por Bob el Silencioso alrededor de la Amy del título es verbalizado por el propio Smith como intérprete del callado grandullón. Y más todavía, la actriz Joel Lauren Adams que interpreta a Alyssa Jones fue pareja sentimental del director, que puso punto y final a la relación por sentirse incapaz de asumir el ingente pasado sexual de la intérprete. Ambos empezaron a salir juntos durante el proceso de montaje de Mallrats, película en la que Lauren Adams aparecía muy fugazmente, y cortaron al poco tiempo por los motivos antes comentados, que no sólo provocaron la ruptura, sino la toma de conciencia del director respecto a que no era, ni de lejos, tan liberal como él creía ser. Todo lo anterior se coló en la escritura del nuevo guión del realizador, que inicialmente tenía previsto rodar después de Clerks pero que aparcó para tener la experiencia de rodar una producción más holgada con Mallrats, y que por entonces sólo giraba alrededor de un hombre que se enamoraba perdidamente de una lesbiana.  La experiencia adquirida tras su relación con Lauren Adams, hizo que Smith reestructurara su guión y lo cargara de muchos elementos personales hasta, según él y como puede entreverse en la película, Holden McNeill es su creación más cercana a su forma de ser y entender el mundo en el momento de escribir Persiguiendo a Amy.

[7]Constante que toca techo en Persiguiendo a Amy en una escena en la que Alyssa y Banky comparan “heridas de guerra” adquiridas en sus respectivos escarceos sexuales. Una escena que está inspirada en una de las mejores de las que pueden verse en la obra maestra de Steven Spielberg, Tiburón (comentada en este blog en el mes de agosto de 2013). Me refiero a aquella en la que del mismo modo que hacen Alyssa y Banky en el film de Smith, el imprevisto y borracho dúo formado por el estudioso Hopper (Richard Dreyfuss) y el lobo de mar Quinn (Robert Shaw) en el clásico de Spielberg, comparan sus respectivas cicatrices obtenidas por cortesía de algún tiburón en el pasado. Todo ante la silenciosa mirada del jefe Brody (Roy Scheider) que sólo puede mostrar la cicatriz que le ha dejado… su operación de apéndice. Así, si Quinn y Hopper son Alyssa y Banky, el inexperto Brody sería un Holden que no puede o no quiere batirse con sus dos compañeros de mesa en cuanto a experiencia sexual se refiere. Algo que por otro lado ya empieza a dibujar el muro con el que topará la relación que mantendrán el personaje interpretado por Affleck con el encarnado por Lauren Adams. Además de este paralelismo entre los personajes de una y otra película, que se subraya por gestos calcados (como el poner las piernas sobre la mesa) la una respecto a la otra, hasta el aspecto de la localización y la distribución de los personajes en el plano resulta extremadamente parecida. Aunque también abundan, por supuesto, las diferencias: la capacidad de sugestión que demuestra la película de Spielberg en ese instante es terrorífica e insuperable, mientras que Smith se dedica a incluir cortos fragmentos en blanco y negro a modo de pobre y recatada  ilustración de las palabras de sus personajes, y la capacidad atmosférica de Spielberg y el guionista de ese fragmento, John Milius, que aúnan aventura, terror, gotas de locura y una apabullante sensación de camaradería, se reduce en el caso de Smith en un más o menos divertido chiste dotado de un más que sano desparpajo.

2 comentarios:

  1. Hey Edu,

    Moltes gràcies per aquesta entrada dedicada a Chasing Amy!

    Coincideixo plenament amb tu en el fet que la pel·lícula és potser narrativament plana i simple – sense floritures, vaja – però heus aquí la seva gràcia.

    Personalment, considero que la pretesa sencilleza del film aconsegueix centrar l'atenció en els diàlegs i la relació que mantenen els personatges. Els quals, tot sigui dit de passada, resulten creïbles per la seva total humanitat – amb febleses, pors, desitjos i amors no correspots.

    Tanmateix, sento discrepar en l'aire suposadament cursi de certs monòlegs – especialment la declaració d'amor d'en Holden vers l'Alyssa. Aquest precís moment, juntament amb el d'en Silent Bob describint el perquè "perseguim l'Amy", són els punts àlgids – i sublims – del metratge. Però en fi, tot és qüestió de gustos…

    Segueix ficant-li canya al blog, bro. Una forta – i moffesca – abraçada,

    Edu

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    1. Ei! Moltes gràcies a tu per llegir-me i comentar l'entrada. Tot i que com dius coincidim en gran part sobre Persiguiendo a Amy, em sap greu però vista avui i després de tant de temps des de l'últim cop, la declaració d'amor d'en Holden cap a l'Alyssa se'm fa llarga i artificial. Sí que és veritat, i això em sembla que no queda gens clar a l'entrada per culpa meva, que el monòleg de Silent Bob és de lo millor de la peli, sempre acompanyat pel contrapunt d'un Jay que se'n en fot del romanticisme del personatge interpretat per Kevin Smith. I estem d'acord en que, qui més qui menys i depenent del moment en el que es trobi, o persegueix l'Amy o la dona per trobada.
      Una abraçada molt forta i merci pel comentari, que en aquests temes sovint quan menys d'acord s'està, més interessant és tot plegat!

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