En un mundo perfecto los seres
humanos dormiríamos ocho horas diarias, gozaríamos de un idéntico plazo de
tiempo para dedicarlo a lo que nos viniese en gana, y trabajaríamos ocho horas
más para poder mantener un cierto nivel adquisitivo con el que poder permitirnos
dormir bajo techo, alimentarnos y darnos algún capricho. Y es un secreto a
voces que hay quien se pasa ese tercio de su vida adulta dedicándose a una
labor que le reporta abultados beneficios en lo económico mientras se realiza
en lo personal. Pero hay quien no. Peter Gibbons (Ron Livingston) es un don
nadie, un simpático cualquiera que acude como tantos otros a su puesto de
trabajo cambiando el asiento del automóvil, con el que comparte atascos y
frustraciones, por la mullida silla de despacho que le aguarda día sí y día
también frente al ordenador ante el que pasa la insulsa jornada laboral que
arde sobre los bajos ánimos de los protagonistas de esta película escrita y
dirigida por Mike Judge[1] Trabajo basura[2].
Ocho horas de la vida de Peter que jamás volverán, recluido en un pequeño
cubículo en el que va absorbiendo una nueva capa de tedio vital compartido por
al menos una parte del resto de la plantilla de IriTech (IT), ya sean sus amigos Michael
Bolton (David Herman) y Samir Nagheeenajar (Ajay Naidu), el alienado Milton
(Stephen Root), o desde el otro lado del espectro laboral, su autosatisfecho jefe
Bill Lumbergh (Gary Cole). Todos ellos habitantes de un deprimente y gris
paisaje perfilado por impresoras que no funcionan, conversaciones tan manidas
que parecen funcionar como un ininterrumpido hilo musical que jamás varía en
tono ni en contenido, reuniones alrededor de los temas más rematadamente
absurdos, o inútiles estrategias laborales para hacer más eficiente una
burocracia que se aproxima al puro sin sentido, y que enmarcan unas tediosas
jornadas laborales sobre las que siempre planea la sombra del despido como
único dique de contención capaz de evitar una estampida generalizada entre los
permanentemente aturdidos miembros de la plantilla de IT y que ha hecho de
Peter una persona para la que, según sus propias palabras, “cada nuevo día de su vida es aún peor que el anterior”. Con lo
que, cuando asiste a un psicólogo hipnotizador con el objetivo de salvar del
naufragio su noviazgo con la irritante Anne (Alexandra Wentworth) y levantar
cabeza al menos en lo doméstico, lo estamos viendo en el peor día de toda su
vida… aunque eso esté a punto de cambiar. Durante lo que se prevé una corta y
rutinaria sesión de hipnosis en la que el amargado protagonista es sumido en un
estado de relajación absoluta para zafarse momentáneamente de todo el estrés,
un infarto fulmina en el acto al hipnoterapeuta
provocando la histeria de los asistentes y la impasible y bobalicona sonrisa de
Peter ante una resplandeciente buena vida que se concreta ante sus ojos allí
donde siempre había habido una pantanosa zona gris.
Porque a pesar de lo deprimente
de su material de base, Trabajo basura
es, o lo pretende, una comedia. Y una sorprendentemente blanda teniendo en
cuenta tanto la biliosa reputación de su máximo responsable, como las
incendiarias posibilidades del material social y humano de las que se nutre su
argumento. La alienación y la insoportable rutina vista pese a todo con un deje
de amabilidad por Judge, dan paso desde ese momento a una oxigenante liberación
cuando Peter abandona a su novia sin que a esta parezca importarle demasiado,
se pasa el día durmiendo pese a las insistentes llamadas que llegan desde IT
para acabar en su contestador automático, y se atreve a romper el hielo con
Joanna (Jeniffer Aniston), una de las camareras del Chotchki’s (un
establecimiento que forma parte de una cadena de restaurantes) al que Peter,
Michael y Samir acuden periódicamente a quejarse de su mala suerte en la vida y
echar pestes de IT. Pero es entonces, y con la aparición de Aniston como
premonición de un horizonte que se adivina más azucarado de lo deseable[3],
cuando Trabajo basura parece
desdoblarse en dos sensibilidades cómicas casi antagónicas: una que se mueve en
las aburridas aguas de la comedia
romántica más estereotipada y la otra, más prometedora, que se presenta
como más descarada, aunque para lo bueno y para lo malo la sangre nunca llegue
al río. Planteada entre estos dos polos y sin llegar nunca a negarlos por
completo, se diría que la estrategia de Judge habría consistido en podar los
elementos más extremos de cada uno de los mencionados estilos cómicos igualándolos
en intensidad hasta encontrar un punto medio en el que los elementos en juego
no chirríen, aunque debido a ello las posibilidades contestatarias de Trabajo basura se rebajan de forma algo
limitadora por el camino, ofreciendo a cambio el estimulante contrapunto de
hacer de la película de Judge un film
que oscila entre lo (muy relativamente) anómalo y lo convencional, aunque
siempre desde una perspectiva agradablemente humilde en sus prácticamente nulas
pretensiones. Todo lo anterior implica, al menos en el caso de Trabajo basura, que en muchas ocasiones
los instantes humorísticos se construyan sobre una serie de estereotipos
pasados por una óptica algo irónica, aunque para nada transgresora. Una pequeña
colección de lugares comunes de más o menos gracia que si bien es cierto a
veces funcionan, y bastante bien, también hacen de Trabajo basura un film más adocenado de lo que podría haber sido en
gran parte debido a su pobrísima puesta en escena.
De esta manera, el algo molesto
por rutinario en todos sus aspectos montage
que resume los primeros pasos de la relación amorosa entre Peter y Joanna
mostrándolos yendo a pescar, viendo Kung Fu
por televisión o paseando cogidos de la mano, comparte secuencia con una serie de
imágenes de Peter en la infernal y gélida oficina en la que se gana el sustento
a cambio de su tiempo destripando un pescado sobre su escritorio, tratando a
sus superiores con una familiaridad percibida como falta de respeto, o
literalmente echando abajo una de las paredes de su cubículo para así gozar de
la buena vista que permite uno de los ventanales de IT. Algo más adelante, un
par de nuevos montages, que como el anterior
se organizan bajo los compases de una serie de temas hip-hop: el primero de ellos muestra a los tres personajes
principales -Peter, Michael y Samir- llevando a cabo el plan que les permitirá,
o eso creen, vengarse de IT, y el segundo comprende una secuencia justamente
mítica que muestra a los tres empleados destrozando a puñetazos, patadas y golpes
propinados con un bate de béisbol una de las impresoras que les ha hecho la
vida imposible durante sus años en Initech. Lo catártico y estéticamente sucio -teniendo en cuenta la pobre
pulcritud del conjunto del film- de esta última escena la hace especialmente
disfrutable… pero mucho menos agresiva de lo que puede parecer a simple vista
pese a que no faltan en Trabajo basura
buenas dosis de vitriolo. El rol moralizante de Joanna, que pese a ser tan
desgraciada como Peter parece haberse resignado a llevar la vida que lleva, que
podría haberse erigido como faro moral desde el que juzgar una serie de
actitudes infantiles por parte del
resto de personajes es afortunadamente desarticulado por una catarata de
personajes y situaciones que en la mayoría de ocasiones resultan paradójicamente
más lamentables que divertidas. Y eso que lo estereotipado y carente de matices
del retrato de los personajes que pueblan Trabajo
basura puede resultar, como en el caso del personaje tan competentemente
interpretado por Aniston como el resto de actores del film hacen con sus
papeles, tedioso y manido en algunas ocasiones, pero en otras benefician el
retrato de un zoo humano en el que hasta la catarsis es contemplada, a veces de
forma consciente, como una pírrica venganza fruto de una visión del mundo más propia
de una mentalidad adolescente que de una adulta. La magnífica escena de
apertura del film, que muestra a los tres protagonistas masculinos de Trabajo basura en su particular via
crucis al volante en medio de un atasco, resulta especialmente reveladora en
este aspecto. En esta secuencia, Judge muestra al irascible Michael Bolton al
volante, cantando una canción de hip hop
mientras la escucha por la radio de su automóvil, poniendo los seguros de su
coche al ver en el horizonte a un afroamericano que deambula entre los coches
mientras intenta vender unas flores a los conductores. En silencio, Bolton
contempla como el hombre pasa junto a su automóvil mirándolo de reojo con
desconfianza, para después volver a subir el volumen y seguir cantando con pose
agresiva… resumiendo un unos escasos planos no sólo la mentalidad de Michael,
sino también la de Samir e incluso la de Peter, que creen estar a punto de dar
un gran golpe cuando más adelante se verán obligados a buscar en el diccionario
la palabra “blanqueo” en busca de
inspiración para salir del atolladero en el que han entrado como gangstas para luego intentar huir como
niños asustados ante la que se les viene encima. Vista así, quizás lo más
sorprendente de Trabajo basura reside
en que su sentido del humor digamos, maleducado acaba por ser uno de los
aspectos más mansos de la película, por mucho que Judge pretenda disfrazarlo
bajo un manto de gamberrismo que a veces divierte pero nunca llega a ser
realmente agresivo, sino que desvela una y otra vez lo ridículo (y reconocible)
de la mentalidad de los tres trabajadores de IT. La ironía que se desprende de
algunas escenas de la película, y que provienen más de recursos formales como
cámaras lentas o determinados acompañamientos musicales (desde el mentado hip-hop a la salsa) nunca hace mella en lo pobremente
rebelde de su discurso, sino que lo hincha hasta hacer evidente la pura nada sobre
la que se sostiene. Peter no es, pese a la opinión que parece tener de sí
mismo, un antisistema: es un pasota al que todo le resbala hasta que decide
organizar una imposible trama criminal que se deshace al más mínimo contacto
con un mundo real que el empleado de IT
cree haber calado pero de cuyo funcionamiento no sabe nada en absoluto. Pero
hasta ese momento, en el que se arroba de un sentimiento de venganza hacia todo
lo que huela a capitalismo con IT a la cabeza tras una serie de equívocos que
le hacen creer que Joanna se acostó con Lumbergh, Peter disculpa con una
sonrisa los despidos que se ciernen sobre la plantilla de su empresa y vive a
expensas de ella sin llegar nunca a cuestionar su moralidad y a actuar en
consecuencia. El instante en el que su pasotismo es admirado por la pareja de
supervisores Bob Slydell (John C. McGinley) y Bob Porter (Paul Willson), que
ascienden a Peter y le aumentan el sueldo mientras le anuncian que despedirán a
Michael y Samir para abaratar costes probablemente sea la escena que mejor
define la estrategia dramática y humorística de la película. No hay dolor en Trabajo basura. Todo es visto como un
chiste monumental sobre un lamentable orden de las cosas en el que lo mejor que
puede hacerse es, como hace Peter, reírse del absoluto sinsentido que parece
gobernar tanto las vidas de los que están dentro del film como las de los que,
como poco a poco nos vamos dando cuenta durante el transcurso de Trabajo basura, estamos fuera de él como
quien se planta ante un espejo. Y eso que pese a que no hay prácticamente un
solo personaje o situación en la película que no sea blanco de las burlas del
realizador, su sentido del humor resulta mucho más terrible por su desapego que
por un ensañamiento tan suave sobre sus criaturas que en combinación con la
estereotipada trama romántica de Trabajo
basura puede provocar la impresión, comprensible pero equivocada, de estar
asistiendo a una astracanada que se presenta como explosiva pero es incapaz de
ocultar la pólvora mojada de sus cargas.
Todo ello debido a que, dentro de
un conjunto siempre entretenido pero no completamente bien desarrollado desde
el momento en el que introduce la mentada y vengativa trama criminal que
comparativamente parece un peaje narrativo necesario para hacer avanzar la
acción, la asepsia formal puesta en pantalla por Judge con una alarmante
tibieza hace las veces de deprimente sostén a una amalgama cómica que cuando
mejor funciona es cuando menos divertida y transparente
se muestra como comedia. Su retrato de las oficinas de IT, así como las
insufribles rutinas diarias de una parte de su plantilla, se plasman en
pantalla mediante un par de pinceladas tras las que se adivinan unas
intenciones que muchas veces nunca llegan a cuajar por pura desidia formal,
pero que a su vez dejan que lo bochornoso de algunas situaciones caigan por su
propio peso. Un único y misero plano
cenital que contempla a Peter introduciéndose en su cubículo supone uno de los
escasos momentos en los que Judge hace uso de la planificación para provocar
una emoción -claustrofobia en este caso- o transmitir una idea que no estuviese
ya sobre el papel, ya que tanto el estatismo casi inseparable de gran parte de
la planificación de la película, su falta de dramatismo o tensión en los
momentos más punzantes, la ajustadas interpretaciones de unos actores que no
destacan ni para lo bueno ni para lo malo, o lo aséptico de una fotografía de
tonos predominantemente grises provocan una distancia en la que lo clínico
pierde el pulso por la austeridad con lo tibio. A partir de una puesta en
escena quizás expositiva, pero a buen seguro desabrida, casi todo el humor de Trabajo basura se construye sobre
diálogos o giros cómicos propinados por la aparición de algún personaje de
aspecto tibiamente caricaturesco, mientras que las zonas más oscuras, que como
casi todo en la película de Judge resultan paradójicamente ligeras pese al
dramatismo que late en su interior, se benefician de la lúcida y ocasionalmente
sangrante ironía que se erige como el más sólido valor de la película.
Así, la agradecida modestia del
guión e intenciones de Trabajo basura
deriva en una puesta en escena que se define por una ambivalente falta de garra
que tanto echa por tierra las posibilidades de hacer de la película de Judge
una especialmente brutal como sátira como hace de atalaya formal desde la que
apoyar el tedio generalizado que se desprende de la mayoría de situaciones
relacionadas con las condiciones laborales de los trabajadores de IT que pueden
verse en el film. Bajo este punto de vista, y de haber optado por otro formato
de duración más reducida, Trabajo basura
habría sido una excelente colección de cortometrajes protagonizada por los más
variopintos perfiles laborales y humanos con lo estúpido (y reconocible como
propio y ajeno) como mínimo común denominador[4].
Prácticamente todo el mundo en Trabajo
basura está alienado, o es idiota, o ambas cosas a la vez, y lo mismo da
que se trate de una pandilla de superiores que se regodean en su poder de
despido con una alegría repugnante o de un grupo de empleados a cuál más servil
en público y valiente en privado y a toro pasado, ya que sorprendentemente
Judge se mantiene a raya, y recalca sus filias y fobias desde una relativa
distancia respecto a un conjunto de seres humanos sobre los que evita ensañarse,
dejándolos caer por el peso de su propias miserias. Judge no llega a ser cruel,
pero tampoco se muestra escasamente compasivo en su retrato sobre el miedo a
perder un trabajo bien remunerado a pesar del estrés y falta de perspectivas
vitales que ello puede conllevar, pueriles fantasías de venganza que o bien
acaban machadas o en agua de borrajas, o la toma de conciencia de lo inútil de
muchas labores diarias… todos ellos motivos argumentales que orbitan alrededor de
un cuerpo fílmico cuyas secuencias, vistas por separado, acaban siendo más
satisfactorias y divertidas que todas juntas en el muy irregular todo que es Trabajo basura. La necesidad de crear
una trama más o menos sólida que haga de puente sobre el que construir una
serie de estampas protagonizadas por pobres diablos descompensa el conjunto al
hacerlo deudor de una serie de lugares
comunes que sitúan la película de Judge en una interesante pero frustrante
tierra de nadie entre la más estereotipada de las comedias y una clarividente
(y miserablemente divertida) visión de los moradores de una sociedad desnortada
que no entienden pero de la que tampoco pueden escapar. Y esto último quizás
sea porque, a decir de Trabajo basura,
ni siquiera lo intentan: la trama que vertebra el film, de un antipático y ambiguo
regusto a moralismo propio de un libro autoayuda y que tiene a Peter como catalizador,
se resume en el viaje personal de un hombre que culmina cuando encuentra su
lugar en un mundo presentado como un sitio tremendamente deshumanizado… sin
cambiarlo en absoluto. Una curiosa llamada al conformismo, coherente visto el
desarrollo argumental del film[5],
que diluye definitivamente la impresión de estar ante una película gamberra, pero que a su vez refuerza la
considerable cantidad de cargas de profundidad que en su aparente desgana, Trabajo basura lanza sin cesar hasta
perfilar un acerado retrato del que gotea más verdad que en muchos otros filmes
de corte presuntamente rompedor. Y es en esa capacidad para dar gato por liebre
bajo su condición de comedia amable, pobremente dirigida y desarrollada de
manera harto irregular, donde Trabajo
basura deja en evidencia un grado de ridículo propio y ajeno gozosamente lúcido.
Título: Office space. Dirección:
Mike Judge. Guión: Mike Judge,
inspirándose en su propia serie de animación Milton. Producción:
Daniel Rappaport y Michael Rotenberg. Dirección
de fotografía: Tim Surhstedt. Montaje:
David Rennie. Música: John Frizzell.
Año: 1999.
Intérpretes: Ron Livingston (Peter Gibbons), Jennifer
Aniston (Joanna), David Herman (Michael Bolton), Ajay Naidu (Samir
Nagheenajar), Diedrich Bader (Lawrence), Stephen Root (Milton Waddans), Gary
Coole (Bill Lumbergh).
[1]Michael
Craig Judge nació en la localidad de Guayaquil, en Ecuador, durante la estancia
en el país de su padre, de profesión arqueólogo, que trabajaba allí a las
órdenes de una organización sin ánimo de lucro. A los siete años de edad Judge
emigró a Albuquerque, Nuevo Méjico, junto con sus dos hermanos, su padre, y su
madre, que allí comenzó a ganarse la vida como bibliotecaria. En Albuquerque, y
una vez había cursado sus estudios básicos, Judge asistió a la Saint. Pius X
High School para más tarde, en 1986 graduarse en Física en la UCSD, o
Universidad de California en San Diego. Su primer empleo fue como programador
para aviones de combate F-18, aunque en 1987 se trasladó a Silicon Valley para
prestar sus servicios a la empresa Parallax Graphics, una pequeña empresa con
cerca de cuarenta empleados en plantilla… en la que Judge sólo aguantó unos pocos
meses antes de irse, repelido por el ambiente laboral y sus compañeros de
trabajo. Y ni corto ni perezoso, Judge se enroló en un grupo de música blues en
calidad de bajista con el que pasó un tiempo de gira mientras se sacaba el
graduado en Matemáticas para la Universidad de Tejas en Dallas. En 1989, y tras
ver una serie de cortometrajes de animación, Judge se hizo con una cámara de 16 mm. con la que llevó a
cabo sus pinitos animados de corta duración. En 1991 dirigiría The Honky Problem y Office
Space, cortometraje de idéntico título a la película que nos ocupa y que
daría pie a una pequeña serie de animación igualmente dirigida por Judge tres
años después. En 1992 llevaría a cabo
Frog baseball, cortometraje en el que
ya hacían acto de aparición los posteriormente celebérrimos Beavis y Butthead,
y que fue emitido en Liquid Televisión,
show de animación de la cadena MTV en antena desde 1990. Frog baseball obtuvo un éxito considerable, el suficiente como para
que Beavis y Butthead recibieran su propio espacio en la MTV, en cortos
animados de reducidísima duración que llevarían en preclaro título de Beavis y Butthead, siendo aún a día de
hoy la mejor, más garrula, y divertida creación de Judge, de trazo tan
tembloroso y feísta como hilarante en su desenfado por el más puro descerebre.
La serie empezó su célebre andadura en 1993, y se mantuvo en antena hasta 1997,
un año después de que las grotescas criaturas de Judge protagonizaran su propio
largometraje, dirigido y escrito por su creador, que llevaría el nombre de Beavis y Butthead recorren América. En
el año 1997 en el que las aventuras de la pareja con menos repertorio verbal de
la historia de la televisión concluía sus correrías catódicas, Judge se
embarcaba en El rey de la colina, una
nueva serie animada que en esta ocasión vendría auspiciada por la 20th Fox, y
que en un registro algo más atemperado que el demostrado en Beavis y Butthead, con la que mantenía
numerosos elementos en común, narraba las correrías de un familia metodista de
clase media de Tejas. Gracias al doblaje de la mayoría de los personajes
aparecidos en sus series (desde Beavis y Butthead hasta una parte importante de
los hombres aparecidos en El rey de la
colina), la voz de Judge comenzó a ser utilizada como marchamo cualitativo
en productos de similares características a los que llevaban la firma del
futuro realizador de Trabajo basura.
Fue el caso de su participación en la desternillante South Park: la película, estrenada en el año 1999, donde doblaba a
uno de los personajes de la serie cuyo mutismo sólo era igualable a su mala
suerte en la vida: Kenny McCormick. Ese año 1999 sería el de Trabajo basura, que obtuvo un relativo
éxito gracias en parte a la mencionada prolongación del cortometraje Office space en diferentes programas del
Saturday Night Live, en base a una
miniserie de tres capítulos protagonizadas por el personaje de Milton. Un año
después, dirigiría la película para televisión Monsignore Martinez y a partir del año 2003, Judge se alió con el
talentoso animador Don Hertzfeldt para poner en marcha el festival de
cortometrajes de animación The animation
show, que sigue teniendo lugar a día de hoy. Pero a pesar de lo apretado de
su agenda, Judge no abandonó la dirección de largometrajes y volvió a la carga
con la fallida Idiocracia, que
constaba de un excelente punto de partida para vulgarizarse tras el primer
tramo de una película tan idiota que acababa por parecer una apología de lo que
pretendía denunciar. En el mismo año 2006 en el que Idiocracia llegó a los escasísimos cines estadounidenses en los que
se estrenó, Judge hacía una breve aparición en un nuevo producto de la MTV de
nulo contenido pero divertidos resultados: Jackass
2. En el 2009, dirigió la película Extract,
de la que nada puedo decir por no haberla visto ni tampoco haber oído nada de
ella y un año más tarde llevaría a cabo The
Goode Family un nuevo intento de volver a la palestra animada por parte de
Judge para la cadena ABC, pero que fue cancelada tras una única temporada en
antena. A pesar de que The Goode Family
fue posteriormente comprada por la cadena Comedy Central, el escaso público que
obtuvo durante su emisión hizo inviable la producción de una segunda temporada,
un desolador panorama a lo que Judge respondió poniendo en circulación nuevos
episodios de Beavis y Butthead para
el relanzamiento de la serie preparado por la cadena MTV. Durante estos últimos
años, Judge ha producido junto a John Altschuler y Dave Krinsky la serie de
ficción con actores Silicon Valley
para la HBO y rodada con una sola cámara grabando las idas y venidas de un
grupo de programadores informáticos que este mismo año 2014 ha recibido luz verde
para la filmación de una segunda temporada.
[2]Una
nueva muestra de la imaginación de los traductores españoles, que dejaron a un
lado la traducción literal del original Office
space (que podría haber sido Espacio
de oficina), para dar una visión mucho más clara del regusto que dejan las
jornadas laborales de Peter en el ánimo del público. Aunque el paso del tiempo
y lo deplorable de la situación económica de muchos a día de hoy harían dudar
de la validez de esa traducción libre, pero informada.
[3]Por
aquel entonces, la actriz Jeniffer Aniston se encontraba en el ecuador del
buque insignia de su carrera: la mítica teleserie Friends que en el 1999 en el que se rodó Trabajo basura finiquitaba su quinta temporada para encarar la
sexta de un total que alcanzaría las diez temporadas en antena. La serie en
general y el papel de Rachel (interpretada por Aniston) en particular, suponen
a día de hoy un estándar televisivo sinónimo de una blancura y buenas
intenciones en las antípodas del desmadre y lo escatológico que representaban Beavis y Butthead, pero la presencia de
la actriz, lejos de suponer una concesión a una presunta comercialidad que
pudiese beneficiar la distribución del
producto, fue una iniciativa del propio Judge. El director, que con Aniston o
sin ella se muestra mucho más atemperado en su humor que lo que podría
esperarse de sus shows televisivos, afirmó que la actriz lograba parecer
tremendamente atractiva sin perder un punto de cotidianeidad que la hacía
creíble en el papel de Joanna y que la sorpresa se la llevó él cuando Aniston
aceptó el papel en un abrir y cerrar de ojos.
[4]Trabajo basura tiene precisamente su
origen en una serie de cortometrajes animados para el programa Saturday Night Live, agrupados bajo el
título de Office space con Milton (el
personaje secundario interpretado por Stephen Root en la película) como
protagonista absoluto. Dibujada temblorosamente y parcamente coloreada Office space, estática y desabrida donde
los haya, resulta mucho más deprimente que la película que nos ocupa, que goza
de una muchísimo más amplia galería de personajes inexistentes en el original,
aunque algunos como Bill Lumbergh sí hayan sido trasladados del dibujo a la
realidad tanto en aspecto como en espíritu encarnado por el actor Gary Coole,
quien se inspiró parcialmente en el propio Judge para interpretar a tan
repelente personaje.
[5]Algo
con lo que al parecer el director no debería estar demasiado de acuerdo a decir
de las tiranteces que surgieron entre director y productora, la 20th Century
Fox, con la que ya tuvo más de un problema durante la escritura del guión
cuando les comunicó a los productores su intención de relegar el personaje de
Milton a un papel casi residual, por secundario, en la trama de Trabajo basura. Pero el mayor conflicto
tuvo lugar cuando la Fox impuso su propio final al director, el happy ending que conocemos hoy y que a
Judge le disgustaba profundamente a pesar de que no chirría en absoluto con el
resto de la filosofía que emana del film. Casualidad o no, su siguiente
película, que de nuevo fue producida por la Fox y que respondía al nombre de Idiocracia planteó problemas aún
mayores, aunque más concretamente relacionado con su distribución. Pobremente
promocionada y estrenada en poquísimas salas en el 2006 en el que se estrenó, Idiocracia tuvo su más masivo estreno
cuando llegó al mercado doméstico alrededor de dos años después de pasar por
las salas comerciales estadounidenses donde a duras penas recaudó nada. Mucho
se ha hablado sobre los posibles motivos que expliquen la desidia con la que
Fox distribuyó una película que, si bien quizás no contaba con todos los
números para ser un taquillazo, a buen seguro habría tenido un mayor poder de
convocatoria del que tuvo de haber gozado de una campaña de promoción más
hábil. Hubo quien dijo que la Fox se habría asustado frente a la premisa de la
película que denunciaba frontalmente el grado de estupidez que parece asolar a
la especie humana de un tiempo demasiado largo a esta parte aunque luego
acabara convirtiéndose, en opinión del que escribe, en una tontería. Y también
hubo quien aseguró que era el continuo pitorreo a costa de la cadena de
cafeterías (por llamarlas de alguna manera) Starbucks que por entonces se
publicitaba continuamente en la cadena Fox, o el cachondeo alrededor de Fox
News, filial de la productora de Idiocracia,
en la película lo que motivó la desidia con la que la 20th Century Fox estrenó
un film que les hacía mala publicidad tanto a la productora como a sus
colaboradores.
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