Jesse,
norteamericano, y Celine, francesa, se conocieron a sus escasos veinte años en
un tren camino de Viena. Hablaron, se enamoraron, hicieron el amor y se
despidieron a la mañana siguiente prometiéndose el uno al otro encontrarse en
ese mismo lugar seis meses más tarde.
Para los que
no hayan visto Antes del amanecer,
primera película de la ahora trilogía[1]
dirigida por Richard Linklater[2]
con Ethan Hawke y Julie Delpy como absolutos protagonistas, les aconsejo que
dejen de leer y aprovechen su tiempo apañándoselas para ver las correrías de la
pareja de adolescentes tardíos que se enamoran por las calles vienesas mientras
charlan de todo y de nada. Porque, efectivamente, el reencuentro entre Jesse y
Celine no tiene lugar hasta nueve años más tarde en un momento tan diferente en
sus vidas como lo es el París en que tiene lugar Antes del atardecer de la Viena en la que transcurría la película precedente.
Jesse es ahora
un nervioso escritor de cierto éxito editorial gracias a su última novela, que relata los acontecimientos que tan
delicadamente recogía Linklater en Antes
del amanecer y que parecen perseguirlo en forma de un recuerdo imposible de
esquivar. Celine es una guapa y divertida mujer, tímida y encantadoramente
maniática que se encuentra de nuevo con Jesse en la gira de promoción del libro
del que ella es protagonista en su ciudad natal: el luminoso París que acogerá
a la alegre pareja en su deambular de hora y veinte minutos durante el que
trataran de aclarar lo que ocurrió aquella noche y como han sido sus vidas
desde la última vez que se vieron.
Y ya desde su
salida de la librería en la que tiene lugar la ronda de preguntas sobre el
libro escrito por Jesse que jamás habría sido posible sin Celine, Antes del atardecer muestra sus cartas
formales con la misma prístina transparencia que todos los elementos que
conforman, físicamente pero también a un nivel más etéreo, la película. Jesse y
Celine tienen mucho que contarse y muy poco tiempo para hacerlo, así que
hablan. Por lo codos. Y sobre los más diversos temas con uno siempre latente
camuflado entre todos ellos: Jesse, Celine, y Jesse y Celine. Pero la película
dirigida por Linklater hace gala de su naturaleza de “película hablada” de forma casi inevitable. Visto lo visto, y
mucho más para los que tuvimos la suerte de ver Antes del atardecer con los mismos nueve años de diferencia que
separan físicamente a sus protagonistas desde Antes del amanecer, el film que nos ocupa entabla un diálogo con el
fantasma de la primera película trazando un bosquejo que no sólo define a los
personajes, también a la propia película y la romántica urgencia que se
desprende de ella. Ninguno de ellos recuerda completamente todos los detalles
de lo que ocurrió, aunque la inestimable química existente entre ambos actores[3]
y el reposado cariño de Linklater para recoger hasta el más mínimo gesto o
mirada revelan que ninguno de los dos ha logrado olvidarla en contraste con la
nebulosa que se ha convertido el resto de su vida, y que de forma consecuente,
jamás aparece en la película en imágenes y sí por boca de los personajes, que
las crean con sus voces en la imaginación del espectador y de su interlocutor,
creando unas imágenes paralelas que pertenecen a la audiencia pero que nunca
son mostradas por Linklater, anclado en el aquí y ahora de Jesse y Celine,
pegado a sus talones y sin perderse ripio de sus gestos y miradas.
Antes del atardecer se
compone, en su gran parte, de largos planos secuencia que siguen a los
personajes casi siempre juntos por el encuadre, sólo en ocasiones separados en planos
y contraplanos, con muy ocasionales tomas del paisaje que muestran lo que los
personajes miran o se muestran el uno al otro de los elementos urbanísticos y
arquitectónicos de una ciudad que parece más un marco que rodea a Jesse y
Celine, y que siempre remite a ellos y a sus conversaciones, dotando de sentido
al mundo que los rodea, antes que un lugar físico con unas coordenadas
determinadas, esquivando de paso la peligrosa posibilidad de hacer de Antes del atardecer una película-postal tan
bohemia[4]
en sus motivos visuales como vacía en su fondo. Pero el que sea Viena o París
-entremezclado hasta lo imposible por lo evocador de la estrategia de Linklater
respecto al film anterior- poco parece importar pese a lo revelador que resulta.
Sólo la pareja de treintañeros merecen la atención que se deparan el uno al otro,
y que Linklater recoge sin distraerse ni tampoco distraer a la audiencia. Más
aún cuando evita todo tipo de artificio o manierismo que ponga su punto de
vista por encima de sus personajes o con ánimo de desvirtuar sus palabras: la
ausencia de música extradiegética[5]
durante toda la conversación, de movimientos de cámara que subrayen alguna
emoción que sólo se muestra en austeros planos medios y, por encima de todo, la
falta de efectos de montaje o de usos de elipsis imposibles en una película de
estas características. Porque la gran baza de Antes del atardecer, siendo además uno de sus temas de fondo y
piedra angular en su relación con el espectador, es que está filmada en tiempo
real. La hora y veinte de duración de la película es la misma que la que tarda
la pareja en salir de la librería, pasear por París, tomar un café, dar una
vuelta en barca, coger un coche y llegar a casa de Celine para escuchar, en uno
de los sutiles y casi imperceptibles goteos sensitivos que Linklater va dejando
caer por las cálidas tonalidades de la película, Just in time de Nina Simone.
Si todos los
elementos del film parecen haber sido tratados para no distraer al público de
las palabras y gestos de los actores, para provocar de la forma más atemperada
posible un enorme grado de intimidad, su tratamiento del tiempo (o, en su
falta, su naturalidad) lo hace además partícipe de la progresión del despertar
de lo que creían enterrado por esos nueve años, pero que siempre ha supuesto un
incomparable listón dolorosamente alto para el resto de sus vidas. Lo austero y
premeditado de esta tan sencilla como delicada estrategia que abre puertas a
sentimientos mucho más complejos de lo esperado, podría dar la falsa impresión
de que el resultado final resulte frío y mecánico en su aparente falta de
dramatismo al uso en este tipo de historias, pero nada más lejos de la verdad
en el caso de Antes del atardecer.
La inmediatez
que provoca en el ánimo del público el estar ante un film cuyo metraje se
corresponde, cronológicamente y en cuanto a su duración, con lo que ocurre al
otro lado de la pantalla tiene el incontenible efecto no sólo de sentirse allí
contemplando el proceso de reconocimiento de dos personas que jamás han dejado
de amarse, sino también de lo valioso del corto tiempo que pasan juntos. Frente
a las disgresiones temporales que muestran a Jesse, justo al inicio del film,
recordando a Celine en forma de flashbacks hechos de planos de la película
anterior, mientras habla distraídamente con los periodistas que le preguntan
sobre sus motivaciones y futuros proyectos literarios, Linklater nos sitúa en
el aquí y, ahí es nada, el, como aseguran los protagonistas, siempre esquivo ahora desde el instante en que una
guapísima Julie Delpy nueve años mayor que la recordada por el personaje
encarnado por Ethan Hawke aparece de nuevo en su vida.
La ausencia de
elipsis temporales, que en otras películas descartarían instantes considerados
innecesarios, que se da durante el metraje film, no sólo otorga un precioso,
por irrepetible y esperado, valor emocional a esa tarde que Jesse y Celine
pasan juntos muy por encima de un, al menos en este caso, sobrevalorado valor
narrativo. También se convierte en un valiosísimo presente del que nada sobra,
el que ilustra Antes del atardecer,
en constante diálogo con la anterior Antes
del amanecer y, en definitiva, con la memoria de los personajes y del
espectador que lentamente los va resituando en base a elementos tan cotidianos
como el que Celine se suelte el pelo fundiéndose por un segundo con la imagen
que Jesse (y por ende, también nosotros) recordaba de ella, sin poder evitar
darse cuenta de las diferencias que el inevitable paso del tiempo ha ejercido
sobre ambos.
Así, el
descomunal mérito de Antes del atardecer
no reside en su fidedigno retrato de unas conversaciones tan cotidianas e
intrascendentes sobre lo divino y lo humano que cualquiera puede haber
mantenido alguna vez, lo que podría ser curioso pero también finalmente
aburrido, ni en su calculada progresión dramática que elude todo arrebato
formal pero que acumula detalle tras otro hasta dejar a merced de la pura
emoción al espectador, lo que podría ser un esmerado ejercicio de estilo sin
más valor que el puramente cinematográfico. Lo que el film de Linklater, muy
superior a su magnífico precedente, logra como ningún otro es la vívida sensación
de encapsular sin adulterar el estar en un momento y en un lugar sin desear
estar en otros, en revelar que, cuando eso ocurre sólo es en presencia de la
persona amada y que ese tiempo, corto o largo seamos conscientes de ello en ese
instante o no, es tan valioso como implacable en cuanto jamás se detiene. Y de
ahí la urgencia, la emoción de un tramo final en el que ambos se quitan la
máscara de llevar una vida satisfactoria sin la presencia del otro con el miedo
a perder definitivamente la posibilidad de decirse lo que jamás se dijeron, y
que en ese punto del film, el espectador siente como una necesidad propia de
poner el tiempo de su parte.
Por todo lo
anterior, pero muy particularmente por esto último, Antes del atardecer se erige desde una modesta por poco ruidosa
escala, como una de las más vívidas historias de amor posibles por probables, y
(como también ocurre al finalizar esta película, con Antes del amanecer) una de las películas más románticas que uno puede recordar.
Una
preciosidad.
Título: Before sunset. Dirección: Richard Linklater. Guión:
Richard Linklater, Ethan Hawke, Julie Delpy y Kim Krizan sobre los personajes
creados por Richard Linklater y Kim Krizan. Producción: Richard Linklater y Anne Walker-McBay. Dirección de fotografía: Lee Daniel. Montaje: Sandra Adair. Música: Julie Delpy. Año: 2004.
Intérpretes: Ethan
Hawke (Jesse), Julie Delpy (Celine).
[1]Si entre Antes del amanecer y
Antes del atardecer hubo un lapso de
nueve años, los mismos años han transcurrido hasta Antes de la medianoche, protagonizada por unos más talluditos Jesse
y Celine que, si todo va bien y los distribuidores no nos dan una desagradable
sorpresa, debería estrenarse en salas comerciales este próximo fin de semana.
Además, los personajes de Jesse y Celine aparecen en uno de los fragmentos de Waking life, a pesar de que lo que
ocurre en ese instante del film de animación del propio Linklater no guarda
ninguna relación con las películas protagonizadas por los Ethan Hawke y Julie
Delpy de carne y hueso, situándose en una especie de universo paralelo al que
no se hace referencia en Antes del
atardecer, y probablemente tampoco en Antes
de la medianoche.
[2]Nacido en Houston, Tejas en 1960, Richard Linklater, uno de los
nombres más importantes del cada día más desvirtuado concepto de cineasta
“independiente” estudió en la Austin Community College tras pasar una temporada
trabajando en una plataforma petrolífera en el Golfo de Méjico, durante la que
decidió dedicar su vida a dirigir y escribir películas y de la que obtuvo
dinero suficiente para -esperemos que entre muchas otras cosas- comprarse una
cámara Super 8. En 1985, un año después de haberse enrolado en la Austin
Community College, Linklater fundó junto con Lee Daniel la Austin Film Society,
considerada por muchos como uno de los motivos por los que hoy por hoy se
considera Austin una de las capitales del cine independiente norteamericano.
Tras
varios cortos a modo de ejercicio, Linklater dirigió su primera película: It’s impossible to learn a plow by reading
books, grabada en Super 8.
A modo de homenaje a Edgar G. Ulmer y su film Detour, Linklater fundó la Detour
Productions y dirigió a través de ella uno de sus buques insignias: Slacker,
curiosa y bastante conseguida película hablada en la que una
conversación va pasando de un personaje a otro creando una extraña coralidad
entre los dispares habitantes de Austin que aparecen en el film. Más tarde
llegaría Dazed and confused, que poco
a poco, y junto con el culto creciente hacia Slacker le iría cultivando un pequeño culto entre una parte del
público. Ganó el Oso de Plata en el Festival de Berlín de 1995 por Antes del amanecer, a la que seguiría Suburbia y The Newton boys. Poco después, y mediante el sistema de animación
llamado rotoscopía, Linklater firmaría la curiosa y cansina Waking life, a la que seguiría la
magnífica Tape, la menospreciada joya
Escuela de rock a mayor gloria de la
estrella que la interpreta Jack Black, Antes
del atardecer que comento en esta entrada, Bad new bears, la magnífica adaptación, otra vez mediante
rotoscopía, de la novela cuasi autobiográfica de Philip K. Dick Una mirada en la oscuridad que nos llegó
con su título original en inglés, A
scanner darkly. La beligerante y dotada de algunos momentos repulsivos Fast food nation, Me and Orson Welles, Bernie y, cerrando el círculo Antes de la medianoche son los últimos
filmes de una carrera tan consolidada como aún hoy demasiado ninguneada por una
parte importante del público.
[3]No en vano también artífices del guión, para el que según parece
tomaron algunas experiencias propias para alimentar los nueve años que nunca
vemos pero de los que no dejamos de oír durante todo el film. Delpy, como
Celine, vivió en Nueva York durante un tiempo y como prueba el hecho de que
algunas de sus canciones conformen la escasísima banda sonora del film, también
canta y toca la guitarra. Sobre Hawke recae la parte más polémica de la
participación: las referencias a un matrimonio que se aguanta con pinzas pero
en el que el amor ha saltado por la borda si es que alguna vez estuvo allí, han
sido vistas por algunos como una acotación directa al que el propio Hawke tenía
con la actriz Uma Thurman y que muy poco después se rompería debido a las
infidelidades del actor con una de sus empleadas del hogar con la que, tras
divorciarse de la musa de Quentin Tarantino, contrajo de nuevo matrimonio…
[4]En este sentido, Antes del
atardecer es un catálogo de la bohemia que se desprende del personaje de
Hawke: escritor norteamericano de cierto renombre y prestigio en Europa, que
culmina su gira en un acogedor París donde se reencuentra con su amante de
juventud y amor de su vida que es… francesa. El hecho de que la película, por
los flashbacks que se presentan muy
al inicio del film, parezca articulada desde su punto de vista, podrían dar la
impresión de que Antes del atardecer
es poco más que el sueño húmedo de todo aspirante a escritor que vea en París
el cielo en la tierra de los literatos, pero afortunadamente la película, que
puede ser vista como eso, es mucho, mucho más que tan antipática posibilidad
hecha con retazos de estereotipos que cobran auténtica vida en manos del
realizador y los actores. Por otro lado, la película parece estar organizada de
la misma manera que la propia novela de Jesse, concluyendo con la misma duda
que parece atenazar al lector al leer la última página (o al terminar Antes
del amanecer) dejando el resultado de la tarde más o menos fuera de campo
aunque el espectador pueda decidir qué creer. ¿Es usted un romántico?
[5]Para los no iniciados: la música extradiegética es aquella que el
espectador de una película oye pero que no pertenece al universo físico de los
personajes de la película, al contrario que la llamada dietética que sí puede
ser escuchada por los habitantes del film al formar parte de su mundo.
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