miércoles, 26 de junio de 2013

ANTES DEL ATARDECER



Jesse, norteamericano, y Celine, francesa, se conocieron a sus escasos veinte años en un tren camino de Viena. Hablaron, se enamoraron, hicieron el amor y se despidieron a la mañana siguiente prometiéndose el uno al otro encontrarse en ese mismo lugar seis meses más tarde.
Para los que no hayan visto Antes del amanecer, primera película de la ahora trilogía[1] dirigida por Richard Linklater[2] con Ethan Hawke y Julie Delpy como absolutos protagonistas, les aconsejo que dejen de leer y aprovechen su tiempo apañándoselas para ver las correrías de la pareja de adolescentes tardíos que se enamoran por las calles vienesas mientras charlan de todo y de nada. Porque, efectivamente, el reencuentro entre Jesse y Celine no tiene lugar hasta nueve años más tarde en un momento tan diferente en sus vidas como lo es el París en que tiene lugar Antes del atardecer de la Viena en la que transcurría la película precedente.
Jesse es ahora un nervioso escritor de cierto éxito editorial gracias a su última novela,  que relata los acontecimientos que tan delicadamente recogía Linklater en Antes del amanecer y que parecen perseguirlo en forma de un recuerdo imposible de esquivar. Celine es una guapa y divertida mujer, tímida y encantadoramente maniática que se encuentra de nuevo con Jesse en la gira de promoción del libro del que ella es protagonista en su ciudad natal: el luminoso París que acogerá a la alegre pareja en su deambular de hora y veinte minutos durante el que trataran de aclarar lo que ocurrió aquella noche y como han sido sus vidas desde la última vez que se vieron.

Y ya desde su salida de la librería en la que tiene lugar la ronda de preguntas sobre el libro escrito por Jesse que jamás habría sido posible sin Celine, Antes del atardecer muestra sus cartas formales con la misma prístina transparencia que todos los elementos que conforman, físicamente pero también a un nivel más etéreo, la película. Jesse y Celine tienen mucho que contarse y muy poco tiempo para hacerlo, así que hablan. Por lo codos. Y sobre los más diversos temas con uno siempre latente camuflado entre todos ellos: Jesse, Celine, y Jesse y Celine. Pero la película dirigida por Linklater hace gala de su naturaleza de “película hablada” de forma casi inevitable. Visto lo visto, y mucho más para los que tuvimos la suerte de ver Antes del atardecer con los mismos nueve años de diferencia que separan físicamente a sus protagonistas desde Antes del amanecer, el film que nos ocupa entabla un diálogo con el fantasma de la primera película trazando un bosquejo que no sólo define a los personajes, también a la propia película y la romántica urgencia que se desprende de ella. Ninguno de ellos recuerda completamente todos los detalles de lo que ocurrió, aunque la inestimable química existente entre ambos actores[3] y el reposado cariño de Linklater para recoger hasta el más mínimo gesto o mirada revelan que ninguno de los dos ha logrado olvidarla en contraste con la nebulosa que se ha convertido el resto de su vida, y que de forma consecuente, jamás aparece en la película en imágenes y sí por boca de los personajes, que las crean con sus voces en la imaginación del espectador y de su interlocutor, creando unas imágenes paralelas que pertenecen a la audiencia pero que nunca son mostradas por Linklater, anclado en el aquí y ahora de Jesse y Celine, pegado a sus talones y sin perderse ripio de sus gestos y miradas.

Antes del atardecer se compone, en su gran parte, de largos planos secuencia que siguen a los personajes casi siempre juntos por el encuadre, sólo en ocasiones separados en planos y contraplanos, con muy ocasionales tomas del paisaje que muestran lo que los personajes miran o se muestran el uno al otro de los elementos urbanísticos y arquitectónicos de una ciudad que parece más un marco que rodea a Jesse y Celine, y que siempre remite a ellos y a sus conversaciones, dotando de sentido al mundo que los rodea, antes que un lugar físico con unas coordenadas determinadas, esquivando de paso la peligrosa posibilidad de hacer de Antes del atardecer una película-postal tan bohemia[4] en sus motivos visuales como vacía en su fondo. Pero el que sea Viena o París -entremezclado hasta lo imposible por lo evocador de la estrategia de Linklater respecto al film anterior- poco parece importar pese a lo revelador que resulta. Sólo la pareja de treintañeros merecen la atención que se deparan el uno al otro, y que Linklater recoge sin distraerse ni tampoco distraer a la audiencia. Más aún cuando evita todo tipo de artificio o manierismo que ponga su punto de vista por encima de sus personajes o con ánimo de desvirtuar sus palabras: la ausencia de música extradiegética[5] durante toda la conversación, de movimientos de cámara que subrayen alguna emoción que sólo se muestra en austeros planos medios y, por encima de todo, la falta de efectos de montaje o de usos de elipsis imposibles en una película de estas características. Porque la gran baza de Antes del atardecer, siendo además uno de sus temas de fondo y piedra angular en su relación con el espectador, es que está filmada en tiempo real. La hora y veinte de duración de la película es la misma que la que tarda la pareja en salir de la librería, pasear por París, tomar un café, dar una vuelta en barca, coger un coche y llegar a casa de Celine para escuchar, en uno de los sutiles y casi imperceptibles goteos sensitivos que Linklater va dejando caer por las cálidas tonalidades de la película, Just in time de Nina Simone.
Si todos los elementos del film parecen haber sido tratados para no distraer al público de las palabras y gestos de los actores, para provocar de la forma más atemperada posible un enorme grado de intimidad, su tratamiento del tiempo (o, en su falta, su naturalidad) lo hace además partícipe de la progresión del despertar de lo que creían enterrado por esos nueve años, pero que siempre ha supuesto un incomparable listón dolorosamente alto para el resto de sus vidas. Lo austero y premeditado de esta tan sencilla como delicada estrategia que abre puertas a sentimientos mucho más complejos de lo esperado, podría dar la falsa impresión de que el resultado final resulte frío y mecánico en su aparente falta de dramatismo al uso en este tipo de historias, pero nada más lejos de la verdad en el caso de Antes del atardecer.

La inmediatez que provoca en el ánimo del público el estar ante un film cuyo metraje se corresponde, cronológicamente y en cuanto a su duración, con lo que ocurre al otro lado de la pantalla tiene el incontenible efecto no sólo de sentirse allí contemplando el proceso de reconocimiento de dos personas que jamás han dejado de amarse, sino también de lo valioso del corto tiempo que pasan juntos. Frente a las disgresiones temporales que muestran a Jesse, justo al inicio del film, recordando a Celine en forma de flashbacks hechos de planos de la película anterior, mientras habla distraídamente con los periodistas que le preguntan sobre sus motivaciones y futuros proyectos literarios, Linklater nos sitúa en el aquí y, ahí es nada, el, como aseguran los protagonistas, siempre esquivo ahora desde el instante en que una guapísima Julie Delpy nueve años mayor que la recordada por el personaje encarnado por Ethan Hawke aparece de nuevo en su vida.
La ausencia de elipsis temporales, que en otras películas descartarían instantes considerados innecesarios, que se da durante el metraje film, no sólo otorga un precioso, por irrepetible y esperado, valor emocional a esa tarde que Jesse y Celine pasan juntos muy por encima de un, al menos en este caso, sobrevalorado valor narrativo. También se convierte en un valiosísimo presente del que nada sobra, el que ilustra Antes del atardecer, en constante diálogo con la anterior Antes del amanecer y, en definitiva, con la memoria de los personajes y del espectador que lentamente los va resituando en base a elementos tan cotidianos como el que Celine se suelte el pelo fundiéndose por un segundo con la imagen que Jesse (y por ende, también nosotros) recordaba de ella, sin poder evitar darse cuenta de las diferencias que el inevitable paso del tiempo ha ejercido sobre ambos.

Así, el descomunal mérito de Antes del atardecer no reside en su fidedigno retrato de unas conversaciones tan cotidianas e intrascendentes sobre lo divino y lo humano que cualquiera puede haber mantenido alguna vez, lo que podría ser curioso pero también finalmente aburrido, ni en su calculada progresión dramática que elude todo arrebato formal pero que acumula detalle tras otro hasta dejar a merced de la pura emoción al espectador, lo que podría ser un esmerado ejercicio de estilo sin más valor que el puramente cinematográfico. Lo que el film de Linklater, muy superior a su magnífico precedente, logra como ningún otro es la vívida sensación de encapsular sin adulterar el estar en un momento y en un lugar sin desear estar en otros, en revelar que, cuando eso ocurre sólo es en presencia de la persona amada y que ese tiempo, corto o largo seamos conscientes de ello en ese instante o no, es tan valioso como implacable en cuanto jamás se detiene. Y de ahí la urgencia, la emoción de un tramo final en el que ambos se quitan la máscara de llevar una vida satisfactoria sin la presencia del otro con el miedo a perder definitivamente la posibilidad de decirse lo que jamás se dijeron, y que en ese punto del film, el espectador siente como una necesidad propia de poner el tiempo de su parte.

Por todo lo anterior, pero muy particularmente por esto último, Antes del atardecer se erige desde una modesta por poco ruidosa escala, como una de las más vívidas historias de amor posibles por probables, y (como también ocurre al finalizar esta película, con Antes del amanecer) una de las películas más románticas  que uno puede recordar.
Una preciosidad.

Título: Before sunset. Dirección: Richard Linklater. Guión: Richard Linklater, Ethan Hawke, Julie Delpy y Kim Krizan sobre los personajes creados por Richard Linklater y Kim Krizan. Producción: Richard Linklater y Anne Walker-McBay. Dirección de fotografía: Lee Daniel. Montaje: Sandra Adair. Música: Julie Delpy. Año: 2004.
Intérpretes: Ethan Hawke (Jesse), Julie Delpy (Celine).


[1]Si entre Antes del amanecer y Antes del atardecer hubo un lapso de nueve años, los mismos años han transcurrido hasta Antes de la medianoche, protagonizada por unos más talluditos Jesse y Celine que, si todo va bien y los distribuidores no nos dan una desagradable sorpresa, debería estrenarse en salas comerciales este próximo fin de semana. Además, los personajes de Jesse y Celine aparecen en uno de los fragmentos de Waking life, a pesar de que lo que ocurre en ese instante del film de animación del propio Linklater no guarda ninguna relación con las películas protagonizadas por los Ethan Hawke y Julie Delpy de carne y hueso, situándose en una especie de universo paralelo al que no se hace referencia en Antes del atardecer, y probablemente tampoco en Antes de la medianoche.

[2]Nacido en Houston, Tejas en 1960, Richard Linklater, uno de los nombres más importantes del cada día más desvirtuado concepto de cineasta “independiente” estudió en la Austin Community College tras pasar una temporada trabajando en una plataforma petrolífera en el Golfo de Méjico, durante la que decidió dedicar su vida a dirigir y escribir películas y de la que obtuvo dinero suficiente para -esperemos que entre muchas otras cosas- comprarse una cámara Super 8. En 1985, un año después de haberse enrolado en la Austin Community College, Linklater fundó junto con Lee Daniel la Austin Film Society, considerada por muchos como uno de los motivos por los que hoy por hoy se considera Austin una de las capitales del cine independiente norteamericano.
Tras varios cortos a modo de ejercicio, Linklater dirigió su primera película: It’s impossible to learn a plow by reading books, grabada en Super 8. A modo de homenaje a Edgar G. Ulmer y su film Detour, Linklater fundó la Detour Productions y dirigió a través de ella uno de sus buques insignias: Slacker,  curiosa y bastante conseguida película hablada en la que una conversación va pasando de un personaje a otro creando una extraña coralidad entre los dispares habitantes de Austin que aparecen en el film. Más tarde llegaría Dazed and confused, que poco a poco, y junto con el culto creciente hacia Slacker le iría cultivando un pequeño culto entre una parte del público. Ganó el Oso de Plata en el Festival de Berlín de 1995 por Antes del amanecer, a la que seguiría Suburbia y The Newton boys. Poco después, y mediante el sistema de animación llamado rotoscopía, Linklater firmaría la curiosa y cansina Waking life, a la que seguiría la magnífica Tape, la menospreciada joya Escuela de rock a mayor gloria de la estrella que la interpreta Jack Black, Antes del atardecer que comento en esta entrada, Bad new bears, la magnífica adaptación, otra vez mediante rotoscopía, de la novela cuasi autobiográfica de Philip K. Dick Una mirada en la oscuridad que nos llegó con su título original en inglés, A scanner darkly. La beligerante y dotada de algunos momentos repulsivos Fast food nation, Me and Orson Welles, Bernie y, cerrando el círculo Antes de la medianoche son los últimos filmes de una carrera tan consolidada como aún hoy demasiado ninguneada por una parte importante del público.

[3]No en vano también artífices del guión, para el que según parece tomaron algunas experiencias propias para alimentar los nueve años que nunca vemos pero de los que no dejamos de oír durante todo el film. Delpy, como Celine, vivió en Nueva York durante un tiempo y como prueba el hecho de que algunas de sus canciones conformen la escasísima banda sonora del film, también canta y toca la guitarra. Sobre Hawke recae la parte más polémica de la participación: las referencias a un matrimonio que se aguanta con pinzas pero en el que el amor ha saltado por la borda si es que alguna vez estuvo allí, han sido vistas por algunos como una acotación directa al que el propio Hawke tenía con la actriz Uma Thurman y que muy poco después se rompería debido a las infidelidades del actor con una de sus empleadas del hogar con la que, tras divorciarse de la musa de Quentin Tarantino, contrajo de nuevo matrimonio…

[4]En este sentido, Antes del atardecer es un catálogo de la bohemia que se desprende del personaje de Hawke: escritor norteamericano de cierto renombre y prestigio en Europa, que culmina su gira en un acogedor París donde se reencuentra con su amante de juventud y amor de su vida que es… francesa. El hecho de que la película, por los flashbacks que se presentan muy al inicio del film, parezca articulada desde su punto de vista, podrían dar la impresión de que Antes del atardecer es poco más que el sueño húmedo de todo aspirante a escritor que vea en París el cielo en la tierra de los literatos, pero afortunadamente la película, que puede ser vista como eso, es mucho, mucho más que tan antipática posibilidad hecha con retazos de estereotipos que cobran auténtica vida en manos del realizador y los actores. Por otro lado, la película parece estar organizada de la misma manera que la propia novela de Jesse, concluyendo con la misma duda que parece atenazar al lector al leer la última página (o al terminar  Antes del amanecer) dejando el resultado de la tarde más o menos fuera de campo aunque el espectador pueda decidir qué creer. ¿Es usted un romántico?

[5]Para los no iniciados: la música extradiegética es aquella que el espectador de una película oye pero que no pertenece al universo físico de los personajes de la película, al contrario que la llamada dietética que sí puede ser escuchada por los habitantes del film al formar parte de su mundo.

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