martes, 2 de abril de 2013

ATRAPADO EN EL TIEMPO



 Esta historia les será siniestramente familiar hasta a los que no han visto la película. Phil Connors es un cualquiera, un pobre diablo que un día, al levantarse, se da cuenta de que hoy no es Hoy, sino Ayer. Y mañana también. Y el otro. Y para siempre. Phil mantiene a cada mismo día que pasa las mismas conversaciones con la misma gente y aguanta las mismas bromas y chistes pesados de aquellos que lo rodean mientras se queja de las miserias de su trabajo. Mete el pie hasta la rodilla en el mismo charco al huir disimuladamente de alguien a quien no le apetece saludar, se congela bajo el chorro de la ducha por no pensar que el agua podría no salir agradablemente caliente y se ve obligado a hacer su trabajo mecánicamente día sí y día también sin previsión de cambio en su horizonte,  limitado en un inexplicable toque de queda que comprende las veinticuatro horas que van desde las 6:00[1] del día 2 de Febrero hasta las 5:59 del tercer día del mismo mes y también de la terrible tormenta de nieve que él, como autoridad meteorológica del canal de televisión en el que trabaja como hombre del tiempo, no supo preveer y que lo confina al apacible pueblecito de Punxsutawney sin posibilidad de escape.
Víctima de una jugarreta mágica de la que por suerte ni llega a explicarse el origen ni siquiera se intenta, Phil se ve atrapado literalmente en el día 2 de febrero, siendo él la única persona consciente de un encierro que algunos aplicados espectadores de Atrapado en el tiempo han datado en décadas[2]. Desde el pánico inicial a no entender lo que ocurre, pasando por la libertad absoluta que da el saber que si el mañana no existe, se haga lo que se haga todo volverá al punto de partida a las 6:00 sin que nadie pueda recordar nada ni culpar a nadie, hasta la locura y la soledad de saber que nadie puede entenderle y la toma de conciencia de que es posible una vida mejor, Atrapado en el tiempo basa su comicidad en la siguiente premisa: ¿qué haría usted si pudiese hacer lo que quisiera durante 24 horas sin represalias de ningún tipo? Connor empieza dando sus primeros pasos con pequeñas travesuras que al poco son insuficientes para paliar su cautiverio, entra en juego la desesperación, la bilis reconcentrada y hasta el suicidio… hasta que Phil decide mover el foco de su redundante existencia a los seres humanos que le rodean como parte del escenario en que se ha convertido su vida hasta alcanzar el amor de Rita, interpretada por una tan guapa como sosa Andie MacDowell, y cuya atracción amorosa acapara gran parte del metraje de la película.

Y su encierro en estos progresivamente asfixiantes parámetros son la razón de ser y lo mejor, por liberadores y certeros, de esta, pese a sus oscuras posibilidades, amable y memorable fábula que es Atrapado en el tiempo sobre el papel. Personificado en Bill Murray, pivote central y protagonista absoluto de la película que hace de los demás personajes y sus intérpretes meros satélites en la órbita de la estrella, el hombre común que en los peores días podría ser cualquiera de nosotros y que aquí responde al mismo nombre que la marmota Phil que anuncia la llegada más o menos inminente de la primavera en base a su sombra en el llamado Día de la Marmota[3] que tiene lugar en el mencionado 2 de febrero siendo carne de un reportaje que se revela como trampa fatal para el meteorólogo, el director y guionista Harold Ramis, en colaboración en lo segundo con Danny Rubin, articula un cuento moral cuya idea consiste en un pulso entre el nihilismo (y algo del humor) kafkiano del poso de la historia[4] y de su protagonista con el optimismo a lo Frank Capra que sirve tanto de punto de vista como de motor moral que vertebra toda la película, desde su discurso hasta la blancura formal de su plasmación en pantalla y que gana rápidamente la partida sin que esta, a pesar de todo y gracias a la habilidad del guión más que de la realización, pierda interés. Porque a pesar de todas las posibilidades dramáticas de lo anterior, el tono de las respuestas que Ramis da en su film al cautiverio del personaje de Murray tiene su inocente eco reflejo en la forma en que el guión ha pasado a tomar cuerpo en la película definitiva.

Su planificación limita su mayor pegada, aunque de forma muy efectiva, a repetir una y otra vez la misma escena coreografiada al milímetro pero introduciendo las mínimas variaciones que le dan ventaja al protagonista para manipular a todos los que lo rodean en su beneficio gracias a la información privilegiada que le da el verse atrapado en el 2 de febrero, la fotografía es plana y sin ninguna intencionalidad más allá de que el contenido del plano sea visible y la puesta en escena no contiene nada reseñable, con lo que podría decirse que la plasmación en imágenes del guión responde más a una ilustración de lo escrito que de una interpretación del texto… pero, pese a todo, la película funciona mejor, por su lucidez, coherencia y sentido de la diversión, que otros filmes más brillantes en algunos apartados en los que Atrapado en el tiempo no resulta en absoluto destacable.
Esa repetición que ilustra el particular purgatorio[5] secular de un miserable retratado con la mayor de las simpatías carece de toda sensación de angustia o claustrofobia, como tampoco resultan ofensivas o de dudoso gusto las burradas que lleva a cabo Murray aprovechando su libertad envenenada, lejos de todo desenfreno que traspase la barrera de lo aceptable. Y esa limpieza de intenciones no es, o no sólo, culpa de su plasmación en imágenes y sonido; ya desde el instante en que la prueba a la que se ve sometido el egocéntrico meteorólogo se resuelve cuando este aprende a disfrutar de su vida, ejemplificando una visión bondadosa de un ser humano paradójicamente condenado a la bondad, da que pensar en la película que habría sido si el Mañana hubiese llegado de manera aleatoria, independientemente de lo que Phil hubiese hecho, bueno o malo, el enésimo 2 de Febrero, pero los juguetones y salerosos acordes musicales que abren la película[6] y sirven de ocasional subrayado cómico ya dan una idea de por donde van a ir los tiros: Atrapado en el tiempo es un juego en manos de la estrella que lo protagoniza, y si el guión es el esqueleto que ingeniosamente se desarrolla sin querer ir más allá de lo comercialmente (dicho sea sin ánimo peyorativo) prudente, lo que sería frustrante de no ser por el buen saldo final, estupendo resultado fruto de la suma de unas partes nada destacables, Murray es el impertérrito y muy efectivo músculo que lo mueve a lo cómico apoderándose y marcando un tono que resulta ligero pero que sería inexistente, por neutral, sin él. A los que no les gusten las maneras de uno de los más famosos cómicos del cine norteamericano de los ochenta esta película les resultará una experiencia difícil de digerir: Murray es el único protagonista, presente en casi todos los planos de la película, y puntal de la película más allá de su guión que rivaliza con el marasmo espacio-temporal que es Punxsutawney y sus habitantes en condiciones muy desiguales, supeditándose todo el film a él. En consecuencia, y de la mano del optimismo que se comentaba más arriba, el periplo vital de Phil Connors pasa inevitablemente de la resignación de llevar una vida gris a la que consigue sacarle todo el jugo con innobles, y blancamente divertidas para todos los públicos, intenciones a una algo repelente excelencia moral cuya evolución esta bien graduada pero que inevitablemente acaba pasándose un poco de azúcar amén de hacerle la rosca hasta la exageración a la estrella protagonista.

Difícilmente podía ser de otro modo cuando el punto de partida resulta tan neutral en su retrato de un pueblo que el protagonista ve como un odioso lugar digno de una hortera postal navideña pero que al espectador no le resulta especialmente irritante, menos aún cuando el contrapunto irónico que supone Murray le quita algo de hierro al asunto. Siendo ese es el retrato más punzante que se podía hacer, sin darle ni siquiera una parte de razón al personaje, con el cambio de este a un nivel moral más elevado, el contrapunto deja de existir y todo se funde en un almibarado final feliz que no por coherente, y la coherencia es sin duda una de las bazas de la película, deja de tener algo de repelente por estar peligrosamente próximo a los principios de un libro de autoayuda cualquiera. Nada de lo anterior significa que la algunos de los valores que se realzan en la película sean, a mi entender, equivocados, pero sí que su plasmación en pantalla llega a ser tan absoluta y carente de ironía (y de magia) que se lleva por delante cualquier matiz que humanice los sentimientos y principios morales en juego. Es el ambivalente impuesto final de una película que funciona sin aparente esfuerzo ya sea para el público o para sus responsables más allá del ingenio de la mayoría de situaciones, el ritmo que nunca decae y las capacidades cómicas de un muy gracioso Bill Murray en plena forma y con su sempiterna cara de palo que tanto rédito le dio en su día y le sigue dando, en una parte del espectro cinematográfico muy distinto[7], actualmente. Toda la turbiedad potencial de la historia queda así ahogada con una sonrisa satisfecha (y satisfactoria) que no consigue borrar la película que no es pero no deja de latir debajo de las neutrales imágenes de Atrapado en el tiempo: la de un hombre que vive su vida como un inconsciente examen y que descubre la que podría haber sido la verdadera moraleja del cuento: que vivir una vida sin consecuencias puede ser algo tan divertido como finalmente inane y el estado más próximo a la angustia de no existir. Todo esto, nada de lo anterior y probablemente mucho más al mismo tiempo, dando para las más densas discusiones desde una muy disfrutable (y por sí misma todo lo que esta película necesita para validarse) ligereza y agradecida modestia, puede entreverse en Atrapado en el tiempo, pequeño, entrañable y justo clásico de culto que esconde bajo la más inofensiva y amable de las apariencias la verdad del peor de los infiernos cotidianos que, en su amabilidad, al menos se libra de uno de los males reales que la ficción consigue esquivar: envejecer mientras todo sigue igual.

Título: Groundhog day. Dirección: Harold Ramis. Guión: Harold Ramis y Danny Rubin según una historia de este último. Producción: Trevor Albert y Harold Ramis. Dirección de fotografía: John Bailey. Montaje: Pembroke J. Herring. Música: George Fenton. Año: 1993.
Intérpretes: Bill Murray (Phil Connors), Andie MacDowell (Rita), Chris Elliot (Larry), Stephen Tobolowsky (Ned Ryerson), Robin Duke (Doris).


[1] Madrugón que abre con la, gracias a la película, mítico fragmento del I’ve got you babe de Cher y Sonny, canción de 1965 que pueden escuchar y disfrutar aquí:www.youtube.com/watch?v=6Kh6lLHlXYI

[2] Concretamente en 33 años (como Jesucristo) y 358 días, los suficientes para aprender a tocar el piano como un virtuoso y conocer hasta la más recóndita intimidad de todos los habitantes de la localidad que acoge el Día de la Marmota. Como comprenderán no me he dedicado a calcular la cantidad de días exactos, ni a hacer una hipótesis al respecto, que pasa Phil en su prisión de 24 horas, con lo que es muy probable que la cifra sea, o errónea o directamente indemostrable, pero no he podido evitar el apuntar la que ha quedado (gracias a Internet) como oficial. Ramis calculó, en una entrevista en la que se le preguntó al respecto, que habrían sido unos diez años. Ustedes verán cuál es la cifra que más les convence.

[3] Festividad que tiene su origen y se celebra en Pennsylvania el 2 de Febrero de cada año desde el siglo XIX, aunque también se da en otros muchos estados de los EEUU. Su protagonista involuntaria es una marmota (distinta en cada localidad, pero todas con nombre propio) a la que, durante la celebración, se saca de su madriguera para que “prediga” la llegada de una primavera temprana o tardía. Hablando por el peludo animal, los maestros de ceremonias y confidentes de la marmota llevan a los ahí presentes la nueva: si la marmota asegura haber visto su sombra, el invierno aún durará seis semanas más. Si no ve nada, la primavera está al caer. O lo que es lo mismo: si está nublado, la estación del amor estará llamando a la puerta, si hace sol, aún está a seis semanas más de distancia. Tiene su origen en el viejo continente, en el que era un oso el que pronosticaba cuando llegaría la estación primaveral (y siendo una celebración social, no cuesta mucho comprender el porque del cambio del animal), coincidiendo con un día de diferencia (el 1 de Febrero) con el cambio de estación en el calendario Celta. En la celebración que tiene lugar en la ciudad de Pennsylvania, entre comilonas, juegos y discursos, el dialecto alemán propio del lugar es el único idioma permitido, estando el uso del inglés castigado con una multa por palabra hablada. La mayor celebración de este día tiene lugar en Punxsutawney, siendo además, y desde el 1993 en que tuvo lugar el estreno de la película que nos ocupa (rodada en Woodstock, que también celebra el Día de la Marmota), la más famosa de todas ellas.

[4] Como volvería a ocurrir en la película posterior del actor-director Ramis, titulada entre nosotros como Mis dobles, mi mujer y yo y protagonizada por hasta cuatro Michael Keatons gracias a los efectos especiales y la pericia de un actor más denostado de lo que debería ser visto lo visto. Su historia sobre un hombre que agobiado por su vida decide clonarse a sí mismo para disfrutar de tiempo libre mientras sus copias, autónomas y con conciencia propia, se encargan de hincar el callo y hacer las tareas que él ya no soporta hacer, se deshacía al entrar en contacto con lo peor y más estereotipado de la comedia romántica americana, cayendo en una aburrida sensación de deja vu que paradójicamente Atrapado en el tiempo consigue esquivar. Más tarde, Ramis recuperó una parte de la simpatía de la crítica y el público con la divertida Una terapia peligrosa con un autoparódico Robert DeNiro, que tendría una secuela (titulada esforzadamente Otra terapia peligrosa…) y que supondría el olvido de Ramis del que no saldría ni con Al diablo con el diablo pese a la contundente presencia de Liz Hurley, tampoco con la estimable pero olvidada La cosecha de hielo, protagonizada por John Cusack y Billy Bob Thorton,  ni con Año uno, protagonizado por un descafeinado Jack Black y un Michael Cera tan desabrido como siempre pero sin gracia. Habrá que esperar a que recoja la batuta para Cazafantasmas 3 (prevista para el año 2014, con un Ramis de setenta años) para ver si vuelve a la palestra del mainstream que lo vio nacer como guionista para la serie National Lampoon (que más tarde daría como fruto el film de John Landis Desmadre a la americana comentado hará un par de semanas en este blog) y co-participe en la escritura de films como Los incorregibles albóndigas o Los cazafantasmas y su secuela amén de sus apariciones como actor en el díptico sobre los cazafantasmas o en El pelotón chiflado junto con un Bill Murray que ya debía conocer cuando escribió Los incorregibles albóndigas con Murray como protagonista.

[5] Además de una posible lectura new age sobre el eterno tema de la superación personal ha, por lo visto, acaparado la atención de algunos círculos budistas que ven en el proceso de repetición y renacimiento el reflejo de algunos de sus postulados religiosos, amén de una posible visión del purgatorio católico, aunque un servidor se incline por la visión secular de una pesadilla con ecos del mito de Sísifo sobre algunos insufribles Día a Día.

[6] Y que recuerdan poderosamente (si es que no son una copia o un “préstamo”) a los acordes ideados por Nino Rota para la banda sonora del clásico de Federico Fellini 8 y 1/2 que no vuelve a oírse durante el resto del metraje siendo la banda sonora una especie de mickeymousing (exagerado subrayado musical al estilo de los dibujos animados que probablemente le dieron su nombre) que aproximan la película al humor blanco que pretende.

[7] Especialmente a partir de su primer largometraje a las órdenes de uno de los gurús del cine independiente de los ochenta y noventa, Jim Jarmusch, que dándole el papel protagonista de Flores rotas, posterior a su aparición en uno de los segmentos que componen Coffe and cigarrettes, catapultó a Murray a una segunda juventud cinematográfica y una revalorización que se completó para un sector determinado del público con la, muy sobrevalorada a mi entender, Lost in Translation, segunda película de Sofia Coppola tras su excelente debut con Las vírgenes suicidas. Murray trabajaría de nuevo con el talentoso  Jarmusch en la olvidable Los límites del control y sus constantes colaboraciones con Wes Anderson en prácticamente todas sus películas, pero muy especialmente a partir de su encarnación de Steve Zissou en la magnífica  Life Aquatic, le han hecho un hueco en el corazón de determinada cinefilia que hasta no hace demasiado denostaba su trabajo por considerarlo demasiado “comercial”. Pese a lo que puede parecer, Murray ya había coqueteado con proyectos dramáticos como es el caso de el excelente film de Tim Robbins Abajo el telón en el que interpretaba a un ventrílocuo perseguido por presunta afiliación comunista en plena guerra fría en los EEUU y, más tempranamente, personificando al periodista gonzo desaparecido Hunter S.Thompson en la poco conocida Where the Buffallo Roam, con resultados desiguales pero tan curiosos como ver a Bill Murray en un registro muy diferente al habitual de entonces y de ahora. Antes de esa revalorización cultural, Murray fue uno de los abanderados del humor norteamericano de los ochenta con títulos como Los incorregibles albóndigas, Cazafantasmas (y su secuela), ¿Qué pasa con Bob? o Los fantasmas atacan al jefe. Su amistad con Ramis, que se rompió durante diez años tras el rodaje del film que nos ocupa, venía de lejos y se les puede ver juntos, entre otras, en las dos películas dedicadas a los cazadores de espectros de pegadizo tema musical, con Ramis como el sabihondo y cerebro del grupo Egon. En Atrapado en el tiempo, Ramis hace una pequeña aparición como médico compartiendo plano con Murray. Sobre su elección de Murray como amargado Phil Connors, Ramis caviló durante un tiempo en elegir a John Travolta o Chevy Chase, pero según parece, eligió al actor porque los anteriores no le parecían ni de lejos tan mezquinos como Murray.

1 comentario:

  1. Yo, Edu!

    Coincidències de la vida, l'altre dia vaig pillar-la en format DVD a la bibioteca del centre per recordar "viejos tiempos" (la vàrem veure amb l'escola al cinema de Passeig de Gràcia… arg, com es deia?!?), i tot i que la recordava més divertida i menys ensucrada, és tot un clàssic. En Bill Murray se surt i coincideixo 100% amb el comentari sobre l'Andie MacDowell! En fi, només volia dir-te que el teu post m'ha alegrat la tarda.

    Keep being aw-moffo-some!
    Edu

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