miércoles, 10 de octubre de 2012

MARS ATTACKS!

 Un rebaño de vacas en estampida mientras son consumidas por el fuego, un perro desintegrado por los rayos desintegradores escupidos por la pistola de un marciano de enorme y deforme cabeza de rasgos calavéricos enfundado en una escafandra, un pobre hombre siendo operado sin anestesia por una pareja de marcianos bajo la asustada mirada de una joven en ropa interior que observa la escena tras los barrotes de su celda en una nave alienígena… Estas y otras imágenes conforman la colección de cromos puesta en circulación por la compañía Topps[1] en el año 1962 que treinta y cuatro años más tarde sirvió de fuente de inspiración para el nuevo juguete del entonces niño raro (a lo que habría que añadir mimado) de Hollywood, el ya mítico Tim Burton. Por aquel entonces en el culmen de su carrera en cuanto a reconocimiento crítico gracias a una de sus obras maestras como es Ed Wood, que data de un año antes y relata interesadamente una parte y una faceta de la vida del que se consideró (muy apresuradamente dada la dura competencia) el peor director de la Historia del Cine desde un apasionado y apasionante punto de vista, se diría que Mars Attacks! responde a un supuesto impulso del propio Burton a hacer después de un film sobre Edward D. Wood Jr. un film como los de Wood. Y pese a la lógica de tal hipótesis, nada más lejos de la verdad[2]. Los cromos puestos en circulación por la Topps mencionados anteriormente presentan una amenazadora y aniquiladora invasión marciana que desembarca en nuestro planeta antes de ser finalmente expulsada por la resistencia (el ejército Norteamericano en representación de toda la humanidad) que además hace que los invasores muerdan el polvo rojo en su propio planeta natal. Es el moralista y absurdo corolario a unas instantáneas pintadas y dibujadas con, se diría, las intenciones opuestas: el sadismo de los marcianos, el erotismo blando de algunos de los dibujos y las muestras de destrucción de los estamentos de poder que perecen bajo el fuego marciano y que son el grueso de la colección de estampas nos sitúan bajo un punto de vista algo diferente al que su coda imperialista pretende establecer. El resultado es más parecido al doble rasero del que señala una impudicia con los ojos como platos y los dientes apretados mientras se le abulta la pernera del pantalón de la sotana que de una moralidad bien establecida y una denuncia humanista argumentada.

Afortunadamente la sensibilidad de Burton,  lejos de esto último, pertenece o pertenecía a esta otredad del punto de vista que aunque ahora puede parecer el pan nuestro de cada día, no lo era por entonces y sigue sin serlo en el caso de Mars Attacks!. Es la simpatía por los monstruos uno de los rasgos más reconocibles de la personalidad cinematográfica de Tim Burton, sino la que más, que personifica su comentario moral (¿desde qué otro punto de vista puede hacerse una crítica?) en personajes que como Eduardo Manostijeras, Ichabod Crane o incluso Batman y sus dramáticamente superiores contrincantes: seres incomprendidos y a veces peligrosos pero siempre puros en sus intenciones en un mundo falso y frívolo que los rechaza sistemáticamente. Personajes que merecen más compasión y simpatía que el mundo en el que han ido a caer hasta configurar una visión de los que son diferentes que se ha ido descafeinando hasta llegar a la casi domesticación. Pero ni rastro de esa gravedad dramática aparece en Mars Attacks! cuyo discurso, aunque equivalente, es presentado bajo las formas de la comedia negra y bufa  sin pinceladas de drama que no se vean puestas en solfa por un chiste en el último momento o una ironía distanciadora. Hay, desde luego, una transgresión similar a la ejercida sobre el cine de terror clásico (aunque al contrario que en los films que pueden inspirar Mars Attacks! esa identificación con el monstruo ya se encontraba, más atenuada que en sus reimaginaciones de Burton, en esas películas) ejercida por el director durante toda su carrera, en este caso desde el punto de vista que regía las bastante aburridas películas de ciencia ficción de serie B que alimentan tanto la estructura de la película como la estética de los invasores de esta y de la colección de cromos que la inspira. Cualquiera que haya visto una de esas películas al uso coincidirá con los que ya han pasado por ello en que los invasores, su mundo y la destrucción que traen al nuestro es, sino lo único, sí de lo más memorable de estas películas. También que los personajes humanos son, cuanto menos, estúpidos y rematadamente antipáticos: los hombres son paternalistas y resabiados y las mujeres pobres desvalidas que no saben hacer la o con un canuto si no es con un macho aguerrido que las lleve por la senda del bien (o lo que es lo mismo, lo que ellos ordenen) so pena de caer bajo el fuego alienígena combatido con fuego aliado del que se hace una apología que de puro evidente resulta más que molesta.

Los tiempos han cambiado y esos filmes, muchas veces planteados como parábolas militaristas sobre el terror Rojo (en este caso en el sentido comunista del término) ofrecen ahora alguna imagen perdurable y una atmósfera que en el peor de los casos resulta demodé y en sus mejores momentos equiparable a la que esgrime con justo orgullo el film de Burton que nos ocupa. El director recoge el guante y lleva algunos de los lugares comunes de aquella barata ciencia ficción a su (que en el fondo no deja de ser también nuestro) terreno. Esta película presenta a los apolíticos por anarquistas que cargan tanto contra demócratas como a republicanos, invasores del Planeta Rojo como protagonistas absolutos de la función y a los personajes humanos como representantes intencionadamente idiotas de una humanidad que no levanta cabeza de la estupidez en la que parece mecerse perezosamente a gusto. La estructura es tan similar a los mencionados films de ciencia ficción barata como al llamado cine catastrófico en el que grandes estrellas del firmamento cinematográfico (Hollywood) mueren a capricho de los guionistas que los sitúan en el peor lugar y en el peor momento de forma bastante gratuita pero que para el espectador más desapegado puede ser bastante divertida por absurda. Y el punto de vista sobre este último género sigue siendo el mismo una vez se ha forzado su estereotipo hasta la caricatura: somos idiotas y nuestra extinción merece más una carcajada que una lágrima compasiva.

Burton no hace nada que no hubiese hecho antes ni después en su carrera pero con una diferencia que sólo se ha dado en algunas ocasiones. La gente normal, ese limitadísimo arquetipo de ficción que tantos quebraderos de cabeza nos da a los que vivimos en el mundo real, nunca ha sido de su agrado y el modo caricaturesco en que se ha dedicado a retratarla así lo demuestra pero generalmente hay algo similar a un “periodo de prueba” en el que la humanidad se presenta como algo al menos digno de curiosidad que más tarde demuestra no estar al nivel de la sensibilidad que los monstruosos protagonistas de sus ficciones otorgan a los que se erigen como “normales” antes de que estos se cansen de rarezas y los echen a patadas. En Mars Attacks! la caricatura se acentúa y los estamentos que representan los personajes interpretados por Jack Nicholson (en un doble papel como Presidente de los Estados Unidos y Magnate de las Vegas), Glenn Close (como la Primera Dama), un entonces desconocido y extremadamente sobrio Jack Black (como joven paleto que se alista en el ejército por su patria), Pierce Brosnan (como científico sabelotodo que no da pie con bola), Sarah Jessica Parker (como presentadora de un programa de moda), Anette Bening (como iluminada multimillonaria obsesionada con todo lo new age) o Rod Steiger (como fascistoide general del ejército) y otros, casi todos los que aparecen en pantalla son retratados con honrosas excepciones como auténticos imbéciles. Todo ello le va de perlas a Burton, que no tiene que trabajar unos personajes cuyas muertes son mucho más divertidas cuando no merecen el más mínimo aprecio que si hubiese algo de humanidad en ellos que diese para llorar su pérdida. La caricatura funciona en algunos casos como crítica algo estereotipada sobre Norteamérica y Occidente en general pero sobretodo como motivación: la invasión marciana responde más a la pura revancha de misantropía contagiosa y bien planteada que a un intento de recreación de un cine cuyos presupuestos ideológicos y económicos han cambiado una barbaridad.

El sentido del humor de Mars Attacks! reside más en esa voluntad de destrucción planteada como una juerga y un ajuste de cuentas con una humanidad que se ve idiota y está encantada de serlo que en los chistes que trufan gran parte de la película. Algunos de ellos, como el que los marcianos se paseen por sus naves en tanga, se hagan fotos mientras destruyen el Taj Majal o se líen a puñetazos con un campeón del mundo de boxeo sólo para demostrar su superioridad, tienen su gracia cuando se refiere a los cacofónicos invasores y evidencian lo absolutamente ridículo de las situaciones que plantea la película sin llegar por suerte nunca a la parodia, pero pierden esa hilaridad cuando se refieren a los humanos aunque, eso sí, a cada chiste salido de la boca de uno de nuestros congéneres de especie se perfila aún más nuestra  estupidez. Esa lúdica y desaforada destructividad provocó que algunos vieran en su estreno a este como un film cruel o, parafraseando a André Breton y su Teatro de la crueldad, de cine de la crueldad debido a la imposibilidad de identificarse con ninguno de los personajes, marcianos o no, que corretean por la película. Y desde luego esto último es cierto, pero puede que sea más debido a la cantidad de personajes humanos que impiden toda profundización en cualquier tipo de psicologismo (lo que desemboca en estereotipos al otro lado del espejo de los que poblaban las películas de ciencia ficción de los cincuenta pero de idéntica profundidad) en un film coral que engloba la película en dos bandos como son el humano (con algunos desertores que acaban saliendo victoriosos) y el marciano poniéndose descaradamente de parte del segundo. Pero esta falta de identificación con algún personaje concreto es también el precio a pagar por la ausencia de una personaje digamos fuerte, habitual en la filmografía del director (que no por casualidad está formada por películas que incluyen el nombre del personaje principal en sus títulos) y sí muchos, demasiados como para poder dedicar su atención a alguno de ellos sin prolongar excesivamente la duración de la película.

La crueldad inherente a la bastante blanqueada matanza de los marcianos en comparación con la sanguinolencia de la que hacen gala en la colección de cromos se atenúa también por el motivo de que nos pongamos de su parte; ninguno de los personajes que pasean por el film podrían plantearse en términos humanos sino cinematográficos, con lo que la película resulta mucho más divertida que desagradable y por lo tanto mucho menos cruel con el espectador de lo que algunos le atribuyeron en su día. Pero la reimaginación de los lugares comunes del cine que consumía Burton en los años de juventud que han espoleado la creatividad de su mejor etapa como director de cine tiene, a pesar de su innegable personalidad y mala baba, la contrapartida de que, como sus modelos, puede cansar hasta que los marcianos hacen su definitiva y destructiva aparición. Su presencia se da primero con cuentagotas y bien dosificadas, pero al final y cuando uno se da cuenta de que los invasores y su espíritu anarquista son lo mejor del guión y también de la película, acaban por impacientar pese a los intentos de Burton de dorar la píldora al respetable con más o menos divertidos retratos de lo absurdo del American way of life.

Pero donde Mars Attacks! toma altura no es en su espíritu transgresor o más o menos gamberro y divertido, sino en lo que siempre ha sido el fuerte de su director, el lado más irracional y afortunadamente inexplicable de sus mejores películas; la creación de una atmósfera que haga una situación tan absurda creíble y a veces hipnótica.
Si bien el diseño de los marcianos, cincelado desde su descuidado y agradecidamente sucio modelo de los cromos gracias a la Industria Light and Magic  mediante efectos especiales hechos por ordenador[3] en las pulidas superficies de los cuerpos y escafandras de los invasores bien recortados sobre un fondo bien fotografiado no es mérito de Burton sino de los responsables de los cromos que lo inspiran, sí lo es el poderío visual de muchos momentos de la película. Mediante una planificación mucho más libre que pongamos por caso Sleepy Hollow, pero igualmente o todavía más atmosférica, Burton aparca el goticismo que se ha convertido en su estandarte estético por antonomasia que a base de codificarse ha perdido gran parte de su frescura y a cambio ofrece un espectáculo de luces de neón a juego con la estética rematadamente kitsch (que es también el punto de vista desde el cual se articula toda la película) y de colorido estridente del universo marciano muy similar al humano en cuanto gran parte de la acción transcurre en Las Vegas. Si por lo general Burton cataloga a su personajes por su colorido, en un maniqueo pero entonces personal por poco habitual discurso moral, entre los puros (generalmente ataviados con prendas oscuras) y una normalidad basada en el mal gusto cuyas señas de identidad visual son un estridente colorido que los hace parecer falsos, en Mars Attacks! se produce una similitud casi completa entre ambos bandos enfrentados y de paso con el punto de vista general de la película que los engloba a todos y hace que su coexistencia sea coherente. Cuando los marcianos llegan a la Tierra no es de extrañar que se sientan como en casa. La horterada estética une culturas, en este caso la marciana y la humana, hasta crear un todo en el que se producen algunas similitudes gracias a escenas de contenido similar montadas consecutivamente y sobretodo a una unidad de conjunto que anula la sensación de que estamos ante un enfrentamiento entre dos mundos diferentes. La pureza, pese a la simpatía que la causa marciana pueda despertar, ha sido desterrada casi por completo del film y completamente de su conflicto central y su absurda (pero una vez más, lógica en este contexto) resolución y en su lugar reinan la mentira, la corrupción y el consumismo en su vertiente más estúpida. El romanticismo burtoniano da paso a la ironía más descreída y se impone la destrucción como respuesta a un mundo vulgar y estúpido pero siempre presentado dentro de su mal gusto, de forma armoniosa. Y si antes he dicho que esta no era una película desagradable en su guión escrito por Jonathan Gems[4] con conciencia de estar escribiendo una película de Tim Burton[5], tampoco lo es en su magnífica y muy elegante plasmación en imágenes y sonido.

Ahí están la casi musical secuencia de espionaje marciano en el que uno de ellos se infiltra como prostituta de lujo en la Casa Blanca (encontrándose con todas las puertas abiertas) como ejemplo, o la enfermizamente jocosa pero finalmente agradable relación amorosa entre una cabeza separada de su cuerpo y otra que ha sido trasplantada al cuerpo de un chihuahua[6], como también lo es el primer aterrizaje de la nave marciana en el desierto de Nevada y primer contacto entre ambas especies. Instantes que, como otros que tienen lugar en la película, hacen olvidar sus defectos y su naturaleza de parida con conciencia de serlo y la elevan muy por encima de sus modelos y de espectáculos que se adjudican una grave trascendencia que Mars Attacks! no necesita para validarse. Mención especial para Danny Elfman, que armado con su tehemerin firma una de sus mejores bandas sonoras sin la cual la atmósfera alucinada de gran parte de la película perdería parte de su extrañeza y densidad además de su pegada poética.

Ante los ánimos simbolistas del género invasor que han ido pasando de miedo al enemigo comunista a un mesianismo que no siempre funciona, el gozoso espectáculo que es Mars Attacks! apuesta por una revancha en toda regla en la que los marcianos son el brazo ejecutor. A cambio, Burton deja el mundo en manos de los desarrapados sociales, los freaks y los marcianos humanos que ya están en órbita sin haber abandonado nuestro planeta. Tras el lisérgicamente poético momento en que los marcianos son exterminados bajo la melodía de la balada country Indian love call de Slim Withman[7] en un mundo, el nuestro, que ha sido arrasado y que por tanto podrá ser reiniciado por los que han sobrevivido al holocausto, Burton hace suya la ley no escrita de los supervivientes a catástrofes en el cine: los herederos perfilan la sociedad ideal que queda y crece tras la purga. ¿Y cuál es la de Burton? La que sólo le merece el choteo que también le da a la épica más Hollywoodiense; en este caso una lunática new age, una camarera de Las Vegas y… Tom Jones y otra, que le merece cierto respeto como son dos adolescentes tildados de marginales antes de la guerra que ha acabado con todos los que podían señalarlos con el dedo, la encantadora abuela gagá de uno de ellos y una familia de clase trabajadora. En su mayoría marginados y hechos a ellos mismos como lo era el propio Burton, y que como aquel y haciendo imposible su condición de monstruos (porque ya no quedan normales que puedan establecer esas comparaciones) heredan la tierra que los repudiaba para rehacerla, en solitario, a su gusto.

Título: Mars Attacks! Dirección: Tim Burton. Producción: Tim Burton y Larry Franco. Guión: Jonathan Gems y, de forma no acreditada, Tim Burton basándose en los cromos de la compañía Topps Trading Cards creados por Len Brown, Woody Gelman, Wally Wood, Bob Powell y Norman Saunders. Fotografía: Peter Suschitzky. Diseño de producción: Wynn Thomas. Música: Danny Elfman. Montaje: Chris Lebenzon. Año: 1996.
Intérpretes: Jack Nicholson (Presidente Dale/Art Land), Glenn Close (Marsha Dale), Anette Benning (Barbara Land), Pierce Brosnan (Donald Kessler), Rod Steiger (General Decker) Sarah Jessica Parker (Nathalie Lake), Jim Brown (Byron Williams), Pam Grier (Louise Williams), Michael J. Fox (Jason Stone), Martin Short (Jerry Ross), Lukas Haas (Richie Norris), Sylvia Sidney (Abuela Norris), Jack Black (Billy Glenn Norris), Natalie Portman (Taffy Dale), Tom Jones (él mismo).


[1] La Topps Chewing Gum Company fue fundada en 1939 como compañía fabricante de chicles que lanzó en 1950 una serie de cromos de Hoopalong Cassidy, por lo visto una celebérrima figura heroica del western. Un año más tarde fue el turno de una colección sobre las estrellas del baseball. Al tiempo llegaron los cromos que retrataban con truculencia algunos episodios de la Guerra de Secesión, recibiendo paradójicamente los aplausos de educadores que vieron didactismo y instrucción donde en realidad había morbo… lo que abrió la puerta a Mars Attacks! colección de idénticas intenciones y plasmación pero muy diferente acogida entre el público adulto que la acusó, con toda justicia, de siniestra y sádica. La polémica obligó a la Topps a retirar la colección del ojo público convirtiéndola de rebote en un preciado artículo de coleccionismo
[2] Antes de Mars Attacks! Burton y el guionista Gems pretendían llevar a cabo la adaptación de otra colección de la Topps: Dinosaurs Attacks! de la que puede presuponerse por su título que debía ser algo similar a la que acabó siendo adaptada y que probablemente habría merecido un tratamiento similar. A pesar de las ganas que le tenían a dicha colección, el estreno de Parque Jurásico de Steven Spielberg en 1993 y su consiguiente taquillazo hizo dar marcha atrás a Burton y Gems para replantearse las cosas y acabar tomando Mars Attacks! como vehículo del anarquista mensaje que tenían en mente. Poco podían imaginar que ese mismo año, tan solo unos meses antes, se estrenaría una película llamada Independence day con la que sería comparada y batida en taquilla presentando una situación muy similar pero con aburridos resultados y un tono de impostada seriedad que a veces devenía en un no se sabe si voluntario ridículo que la hizo merecedora de, por lo general, pésimas críticas.
[3] Inicialmente Burton pretendía que la animación de los marcianos fuese hecha mediante el procedimiento de stop motion que tan buenos resultados le había dado anteriormente, pero tal opción habría alargado la producción y filmación de la película hasta los dos años y medio y eso era algo que ninguno de los productores o la misma Warner que financiaba el film estaban dispuestos a pagar.
[4] Responsable de algunas reescrituras del libreto del primer Batman de Burton y de guionizar algunos proyectos que nunca llegaron a ver la luz como Bitelchús se va a Hawaii o una versión de La casa Usher. De nacionalidad inglesa y punk en sus años mozos, a Gems le divertía la idea de subvertir los arquetipos clásicos americanos y compartía con Burton y los marcianos el ánimo de ponerlo todo en solfa. Por el guión de Mars Attacks! pasaron también Larry Karazewsky y Scott Alexander que aportaron la inclusión del burtoniano personaje interpretado por Natalie Portman antes de que Gems volviera al proyecto para rematarlo con la ayuda del propio Burton, que participó activamente en el libreto pese a no figurar en los créditos y cuya plasmación en imágenes fue considerablemente suavizada respecto a lo que apuntaba Gems. Para los que quieran comparar, recomiendo la lectura de la “novela de la película” publicada por Ediciones Martínez Roca en 1997, (bastante mal) escrita por el propio Gems y cuyo poso resulta mucho más cruel que el que deja la película que la precede.
[5] No sólo por su afiliación a determinado cine considerado durante mucho tiempo como de derribo, sino también por la cantidad de personajes propios del cine del realizador. El de Lukas Haas muy bien podría ser una personificación del Burton adolescente, taciturno y siempre en las nubes. Lo mismo podría decirse del que encarna Natalie Portman, este fruto creativo como se ha dicho antes, de Scott Alexander y Larry Karazewsky. Y más aún de la abuela Norris, interpretada por Sylvia Sidney, cuya relación con su nieto adolescente, Lukas Haas, podría hacer referencia a la que Burton tuvo con su abuela durante su adolescencia que pasó con ella cuando abandonó el domicilio paterno por falta de entendimiento con sus progenitores. Según parece, su abuela fue un gran apoyo y compañía en tiempos en los que Burton no iba demasiado sobrado de ninguna de las dos cosas.
[6] El instante del trasplante contiene además una referencia directa a un film de un director justamente admirado por Burton: Inseparables de David Cronenberg. Además de esa escena, en la que los marcianos proceden a operar a la paciente humana y a su perruno acompañante con habilidad de trilero ataviados con vestidos de cirujano rojos como los de los gemelos Mantle interpretados por Jeremy Irons en el mentado film de Cronenberg, hay otra referencia más al cine del últimamente revalorizado por parte de la crítica “seria” director canadiense: la fugaz aparición de un cartel en el lateral de un autocar que traspasa el plano de lado a lado y en el que puede leerse Starline, nombre del edificio en el que transcurría la acción del primer largometraje de Cronenberg con el nombre en castellano de Vinieron de dentro de…
[7] Y que representa tanto una parodia del clásico de Steven Spielberg Encuentros en la tercera fase en el que la música era el puente que unía la humanidad con los extraterrestres como una copia (o homenaje, a gusto y condescendencia de cada uno) de El ataque de los tomates asesinos o Godzilla contra Mechagodzilla en el que los invasores eran eliminados gracias a en el primer caso una horrenda canción y en el segundo a un pitido inaudible para cualquiera… excepto los alienigenas interpretados por japoneses con gorros de natación y gafas de sol que controlaban a la malvada y mecánica Némesis de Godzilla.

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