miércoles, 1 de octubre de 2014

TRABAJO BASURA



En un mundo perfecto los seres humanos dormiríamos ocho horas diarias, gozaríamos de un idéntico plazo de tiempo para dedicarlo a lo que nos viniese en gana, y trabajaríamos ocho horas más para poder mantener un cierto nivel adquisitivo con el que poder permitirnos dormir bajo techo, alimentarnos y darnos algún capricho. Y es un secreto a voces que hay quien se pasa ese tercio de su vida adulta dedicándose a una labor que le reporta abultados beneficios en lo económico mientras se realiza en lo personal. Pero hay quien no. Peter Gibbons (Ron Livingston) es un don nadie, un simpático cualquiera que acude como tantos otros a su puesto de trabajo cambiando el asiento del automóvil, con el que comparte atascos y frustraciones, por la mullida silla de despacho que le aguarda día sí y día también frente al ordenador ante el que pasa la insulsa jornada laboral que arde sobre los bajos ánimos de los protagonistas de esta película escrita y dirigida por Mike Judge[1] Trabajo basura[2]. Ocho horas de la vida de Peter que jamás volverán, recluido en un pequeño cubículo en el que va absorbiendo una nueva capa de tedio vital compartido por al menos una parte del resto de la plantilla de IriTech (IT), ya sean sus amigos Michael Bolton (David Herman) y Samir Nagheeenajar (Ajay Naidu), el alienado Milton (Stephen Root), o desde el otro lado del espectro laboral, su autosatisfecho jefe Bill Lumbergh (Gary Cole). Todos ellos habitantes de un deprimente y gris paisaje perfilado por impresoras que no funcionan, conversaciones tan manidas que parecen funcionar como un ininterrumpido hilo musical que jamás varía en tono ni en contenido, reuniones alrededor de los temas más rematadamente absurdos, o inútiles estrategias laborales para hacer más eficiente una burocracia que se aproxima al puro sin sentido, y que enmarcan unas tediosas jornadas laborales sobre las que siempre planea la sombra del despido como único dique de contención capaz de evitar una estampida generalizada entre los permanentemente aturdidos miembros de la plantilla de IT y que ha hecho de Peter una persona para la que, según sus propias palabras, “cada nuevo día de su vida es aún peor que el anterior”. Con lo que, cuando asiste a un psicólogo hipnotizador con el objetivo de salvar del naufragio su noviazgo con la irritante Anne (Alexandra Wentworth) y levantar cabeza al menos en lo doméstico, lo estamos viendo en el peor día de toda su vida… aunque eso esté a punto de cambiar. Durante lo que se prevé una corta y rutinaria sesión de hipnosis en la que el amargado protagonista es sumido en un estado de relajación absoluta para zafarse momentáneamente de todo el estrés, un infarto fulmina en el acto al hipnoterapeuta provocando la histeria de los asistentes y la impasible y bobalicona sonrisa de Peter ante una resplandeciente buena vida que se concreta ante sus ojos allí donde siempre había habido una pantanosa zona gris.

Porque a pesar de lo deprimente de su material de base, Trabajo basura es, o lo pretende, una comedia. Y una sorprendentemente blanda teniendo en cuenta tanto la biliosa reputación de su máximo responsable, como las incendiarias posibilidades del material social y humano de las que se nutre su argumento. La alienación y la insoportable rutina vista pese a todo con un deje de amabilidad por Judge, dan paso desde ese momento a una oxigenante liberación cuando Peter abandona a su novia sin que a esta parezca importarle demasiado, se pasa el día durmiendo pese a las insistentes llamadas que llegan desde IT para acabar en su contestador automático, y se atreve a romper el hielo con Joanna (Jeniffer Aniston), una de las camareras del Chotchki’s (un establecimiento que forma parte de una cadena de restaurantes) al que Peter, Michael y Samir acuden periódicamente a quejarse de su mala suerte en la vida y echar pestes de IT. Pero es entonces, y con la aparición de Aniston como premonición de un horizonte que se adivina más azucarado de lo deseable[3], cuando Trabajo basura parece desdoblarse en dos sensibilidades cómicas casi antagónicas: una que se mueve en las aburridas aguas de la comedia romántica más estereotipada y la otra, más prometedora, que se presenta como más descarada, aunque para lo bueno y para lo malo la sangre nunca llegue al río. Planteada entre estos dos polos y sin llegar nunca a negarlos por completo, se diría que la estrategia de Judge habría consistido en podar los elementos más extremos de cada uno de los mencionados estilos cómicos igualándolos en intensidad hasta encontrar un punto medio en el que los elementos en juego no chirríen, aunque debido a ello las posibilidades contestatarias de Trabajo basura se rebajan de forma algo limitadora por el camino, ofreciendo a cambio el estimulante contrapunto de hacer de  la película de Judge un film que oscila entre lo (muy relativamente) anómalo y lo convencional, aunque siempre desde una perspectiva agradablemente humilde en sus prácticamente nulas pretensiones. Todo lo anterior implica, al menos en el caso de Trabajo basura, que en muchas ocasiones los instantes humorísticos se construyan sobre una serie de estereotipos pasados por una óptica algo irónica, aunque para nada transgresora. Una pequeña colección de lugares comunes de más o menos gracia que si bien es cierto a veces funcionan, y bastante bien, también hacen de Trabajo basura un film más adocenado de lo que podría haber sido en gran parte debido a su pobrísima puesta en escena.

De esta manera, el algo molesto por rutinario en todos sus aspectos montage que resume los primeros pasos de la relación amorosa entre Peter y Joanna mostrándolos yendo a pescar, viendo Kung Fu por televisión o paseando cogidos de la mano, comparte secuencia con una serie de imágenes de Peter en la infernal y gélida oficina en la que se gana el sustento a cambio de su tiempo destripando un pescado sobre su escritorio, tratando a sus superiores con una familiaridad percibida como falta de respeto, o literalmente echando abajo una de las paredes de su cubículo para así gozar de la buena vista que permite uno de los ventanales de IT. Algo más adelante, un par de nuevos montages, que como el anterior se organizan bajo los compases de una serie de temas hip-hop: el primero de ellos muestra a los tres personajes principales -Peter, Michael y Samir- llevando a cabo el plan que les permitirá, o eso creen, vengarse de IT, y el segundo comprende una secuencia justamente mítica que muestra a los tres empleados  destrozando a puñetazos, patadas y golpes propinados con un bate de béisbol una de las impresoras que les ha hecho la vida imposible durante sus años en Initech. Lo catártico y estéticamente sucio -teniendo en cuenta la pobre pulcritud del conjunto del film- de esta última escena la hace especialmente disfrutable… pero mucho menos agresiva de lo que puede parecer a simple vista pese a que no faltan en Trabajo basura buenas dosis de vitriolo. El rol moralizante de Joanna, que pese a ser tan desgraciada como Peter parece haberse resignado a llevar la vida que lleva, que podría haberse erigido como faro moral desde el que juzgar una serie de actitudes infantiles por parte del resto de personajes es afortunadamente desarticulado por una catarata de personajes y situaciones que en la mayoría de ocasiones resultan paradójicamente más lamentables que divertidas. Y eso que lo estereotipado y carente de matices del retrato de los personajes que pueblan Trabajo basura puede resultar, como en el caso del personaje tan competentemente interpretado por Aniston como el resto de actores del film hacen con sus papeles, tedioso y manido en algunas ocasiones, pero en otras benefician el retrato de un zoo humano en el que hasta la catarsis es contemplada, a veces de forma consciente, como una pírrica venganza fruto de una visión del mundo más propia de una mentalidad adolescente que de una adulta. La magnífica escena de apertura del film, que muestra a los tres protagonistas masculinos de Trabajo basura en su particular via crucis al volante en medio de un atasco, resulta especialmente reveladora en este aspecto. En esta secuencia, Judge muestra al irascible Michael Bolton al volante, cantando una canción de hip hop mientras la escucha por la radio de su automóvil, poniendo los seguros de su coche al ver en el horizonte a un afroamericano que deambula entre los coches mientras intenta vender unas flores a los conductores. En silencio, Bolton contempla como el hombre pasa junto a su automóvil mirándolo de reojo con desconfianza, para después volver a subir el volumen y seguir cantando con pose agresiva… resumiendo un unos escasos planos no sólo la mentalidad de Michael, sino también la de Samir e incluso la de Peter, que creen estar a punto de dar un gran golpe cuando más adelante se verán obligados a buscar en el diccionario la palabra “blanqueo” en busca de inspiración para salir del atolladero en el que han entrado como gangstas para luego intentar huir como niños asustados ante la que se les viene encima. Vista así, quizás lo más sorprendente de Trabajo basura reside en que su sentido del  humor digamos, maleducado acaba por ser uno de los aspectos más mansos de la película, por mucho que Judge pretenda disfrazarlo bajo un manto de gamberrismo que a veces divierte pero nunca llega a ser realmente agresivo, sino que desvela una y otra vez lo ridículo (y reconocible) de la mentalidad de los tres trabajadores de IT. La ironía que se desprende de algunas escenas de la película, y que provienen más de recursos formales como cámaras lentas o determinados acompañamientos musicales (desde el mentado hip-hop  a la salsa) nunca hace mella en lo pobremente rebelde de su discurso, sino que lo hincha hasta hacer evidente la pura nada sobre la que se sostiene. Peter no es, pese a la opinión que parece tener de sí mismo, un antisistema: es un pasota al que todo le resbala hasta que decide organizar una imposible trama criminal que se deshace al más mínimo contacto con un  mundo real que el empleado de IT cree haber calado pero de cuyo funcionamiento no sabe nada en absoluto. Pero hasta ese momento, en el que se arroba de un sentimiento de venganza hacia todo lo que huela a capitalismo con IT a la cabeza tras una serie de equívocos que le hacen creer que Joanna se acostó con Lumbergh, Peter disculpa con una sonrisa los despidos que se ciernen sobre la plantilla de su empresa y vive a expensas de ella sin llegar nunca a cuestionar su moralidad y a actuar en consecuencia. El instante en el que su pasotismo es admirado por la pareja de supervisores Bob Slydell (John C. McGinley) y Bob Porter (Paul Willson), que ascienden a Peter y le aumentan el sueldo mientras le anuncian que despedirán a Michael y Samir para abaratar costes probablemente sea la escena que mejor define la estrategia dramática y humorística de la película. No hay dolor en Trabajo basura. Todo es visto como un chiste monumental sobre un lamentable orden de las cosas en el que lo mejor que puede hacerse es, como hace Peter, reírse del absoluto sinsentido que parece gobernar tanto las vidas de los que están dentro del film como las de los que, como poco a poco nos vamos dando cuenta durante el transcurso de Trabajo basura, estamos fuera de él como quien se planta ante un espejo. Y eso que pese a que no hay prácticamente un solo personaje o situación en la película que no sea blanco de las burlas del realizador, su sentido del humor resulta mucho más terrible por su desapego que por un ensañamiento tan suave sobre sus criaturas que en combinación con la estereotipada trama romántica de Trabajo basura puede provocar la impresión, comprensible pero equivocada, de estar asistiendo a una astracanada que se presenta como explosiva pero es incapaz de ocultar la pólvora mojada de sus cargas.

Todo ello debido a que, dentro de un conjunto siempre entretenido pero no completamente bien desarrollado desde el momento en el que introduce la mentada y vengativa trama criminal que comparativamente parece un peaje narrativo necesario para hacer avanzar la acción, la asepsia formal puesta en pantalla por Judge con una alarmante tibieza hace las veces de deprimente sostén a una amalgama cómica que cuando mejor funciona es cuando menos divertida y transparente se muestra como comedia. Su retrato de las oficinas de IT, así como las insufribles rutinas diarias de una parte de su plantilla, se plasman en pantalla mediante un par de pinceladas tras las que se adivinan unas intenciones que muchas veces nunca llegan a cuajar por pura desidia formal, pero que a su vez dejan que lo bochornoso de algunas situaciones caigan por su propio peso. Un único y  misero plano cenital que contempla a Peter introduciéndose en su cubículo supone uno de los escasos momentos en los que Judge hace uso de la planificación para provocar una emoción -claustrofobia en este caso- o transmitir una idea que no estuviese ya sobre el papel, ya que tanto el estatismo casi inseparable de gran parte de la planificación de la película, su falta de dramatismo o tensión en los momentos más punzantes, la ajustadas interpretaciones de unos actores que no destacan ni para lo bueno ni para lo malo, o lo aséptico de una fotografía de tonos predominantemente grises provocan una distancia en la que lo clínico pierde el pulso por la austeridad con lo tibio. A partir de una puesta en escena quizás expositiva, pero a buen seguro desabrida, casi todo el humor de Trabajo basura se construye sobre diálogos o giros cómicos propinados por la aparición de algún personaje de aspecto tibiamente caricaturesco, mientras que las zonas más oscuras, que como casi todo en la película de Judge resultan paradójicamente ligeras pese al dramatismo que late en su interior, se benefician de la lúcida y ocasionalmente sangrante ironía que se erige como el más sólido valor de la película.

Así, la agradecida modestia del guión e intenciones de Trabajo basura deriva en una puesta en escena que se define por una ambivalente falta de garra que tanto echa por tierra las posibilidades de hacer de la película de Judge una especialmente brutal como sátira como hace de atalaya formal desde la que apoyar el tedio generalizado que se desprende de la mayoría de situaciones relacionadas con las condiciones laborales de los trabajadores de IT que pueden verse en el film. Bajo este punto de vista, y de haber optado por otro formato de duración más reducida, Trabajo basura habría sido una excelente colección de cortometrajes protagonizada por los más variopintos perfiles laborales y humanos con lo estúpido (y reconocible como propio y ajeno) como mínimo común denominador[4]. Prácticamente todo el mundo en Trabajo basura está alienado, o es idiota, o ambas cosas a la vez, y lo mismo da que se trate de una pandilla de superiores que se regodean en su poder de despido con una alegría repugnante o de un grupo de empleados a cuál más servil en público y valiente en privado y a toro pasado, ya que sorprendentemente Judge se mantiene a raya, y recalca sus filias y fobias desde una relativa distancia respecto a un conjunto de seres humanos sobre los que evita ensañarse, dejándolos caer por el peso de su propias miserias. Judge no llega a ser cruel, pero tampoco se muestra escasamente compasivo en su retrato sobre el miedo a perder un trabajo bien remunerado a pesar del estrés y falta de perspectivas vitales que ello puede conllevar, pueriles fantasías de venganza que o bien acaban machadas o en agua de borrajas, o la toma de conciencia de lo inútil de muchas labores diarias… todos ellos  motivos argumentales que orbitan alrededor de un cuerpo fílmico cuyas secuencias, vistas por separado, acaban siendo más satisfactorias y divertidas que todas juntas en el muy irregular todo que es Trabajo basura. La necesidad de crear una trama más o menos sólida que haga de puente sobre el que construir una serie de estampas protagonizadas por pobres diablos descompensa el conjunto al hacerlo  deudor de una serie de lugares comunes que sitúan la película de Judge en una interesante pero frustrante tierra de nadie entre la más estereotipada de las comedias y una clarividente (y miserablemente divertida) visión de los moradores de una sociedad desnortada que no entienden pero de la que tampoco pueden escapar. Y esto último quizás sea porque, a decir de Trabajo basura, ni siquiera lo intentan: la trama que vertebra el film, de un antipático y ambiguo regusto a moralismo propio de un libro autoayuda y que tiene a Peter como catalizador, se resume en el viaje personal de un hombre que culmina cuando encuentra su lugar en un mundo presentado como un sitio tremendamente deshumanizado… sin cambiarlo en absoluto. Una curiosa llamada al conformismo, coherente visto el desarrollo argumental del film[5], que diluye definitivamente la impresión de estar ante una película gamberra, pero que a su vez refuerza la considerable cantidad de cargas de profundidad que en su aparente desgana, Trabajo basura lanza sin cesar hasta perfilar un acerado retrato del que gotea más verdad que en muchos otros filmes de corte presuntamente rompedor. Y es en esa capacidad para dar gato por liebre bajo su condición de comedia amable, pobremente dirigida y desarrollada de manera harto irregular, donde Trabajo basura deja en evidencia un grado de ridículo propio y ajeno gozosamente lúcido.

Título: Office space. Dirección: Mike Judge. Guión: Mike Judge, inspirándose en su propia serie de animación Milton. Producción: Daniel Rappaport y Michael Rotenberg. Dirección de fotografía: Tim Surhstedt. Montaje: David Rennie. Música: John Frizzell. Año: 1999.
Intérpretes: Ron Livingston (Peter Gibbons), Jennifer Aniston (Joanna), David Herman (Michael Bolton), Ajay Naidu (Samir Nagheenajar), Diedrich Bader (Lawrence), Stephen Root (Milton Waddans), Gary Coole (Bill Lumbergh).


[1]Michael Craig Judge nació en la localidad de Guayaquil, en Ecuador, durante la estancia en el país de su padre, de profesión arqueólogo, que trabajaba allí a las órdenes de una organización sin ánimo de lucro. A los siete años de edad Judge emigró a Albuquerque, Nuevo Méjico, junto con sus dos hermanos, su padre, y su madre, que allí comenzó a ganarse la vida como bibliotecaria. En Albuquerque, y una vez había cursado sus estudios básicos, Judge asistió a la Saint. Pius X High School para más tarde, en 1986 graduarse en Física en la UCSD, o Universidad de California en San Diego. Su primer empleo fue como programador para aviones de combate F-18, aunque en 1987 se trasladó a Silicon Valley para prestar sus servicios a la empresa Parallax Graphics, una pequeña empresa con cerca de cuarenta empleados en plantilla… en la que Judge sólo aguantó unos pocos meses antes de irse, repelido por el ambiente laboral y sus compañeros de trabajo. Y ni corto ni perezoso, Judge se enroló en un grupo de música blues en calidad de bajista con el que pasó un tiempo de gira mientras se sacaba el graduado en Matemáticas para la Universidad de Tejas en Dallas. En 1989, y tras ver una serie de cortometrajes de animación, Judge se hizo con una cámara de 16 mm. con la que llevó a cabo sus pinitos animados de corta duración. En 1991 dirigiría The Honky Problem  y Office Space, cortometraje de idéntico título a la película que nos ocupa y que daría pie a una pequeña serie de animación igualmente dirigida por Judge tres años después. En 1992 llevaría a cabo Frog baseball, cortometraje en el que ya hacían acto de aparición los posteriormente celebérrimos Beavis y Butthead, y que fue emitido en Liquid Televisión, show de animación de la cadena MTV en antena desde 1990. Frog baseball obtuvo un éxito considerable, el suficiente como para que Beavis y Butthead recibieran su propio espacio en la MTV, en cortos animados de reducidísima duración que llevarían en preclaro título de Beavis y Butthead, siendo aún a día de hoy la mejor, más garrula, y divertida creación de Judge, de trazo tan tembloroso y feísta como hilarante en su desenfado por el más puro descerebre. La serie empezó su célebre andadura en 1993, y se mantuvo en antena hasta 1997, un año después de que las grotescas criaturas de Judge protagonizaran su propio largometraje, dirigido y escrito por su creador, que llevaría el nombre de Beavis y Butthead recorren América. En el año 1997 en el que las aventuras de la pareja con menos repertorio verbal de la historia de la televisión concluía sus correrías catódicas, Judge se embarcaba en El rey de la colina, una nueva serie animada que en esta ocasión vendría auspiciada por la 20th Fox, y que en un registro algo más atemperado que el demostrado en Beavis y Butthead, con la que mantenía numerosos elementos en común, narraba las correrías de un familia metodista de clase media de Tejas. Gracias al doblaje de la mayoría de los personajes aparecidos en sus series (desde Beavis y Butthead hasta una parte importante de los hombres aparecidos en El rey de la colina), la voz de Judge comenzó a ser utilizada como marchamo cualitativo en productos de similares características a los que llevaban la firma del futuro realizador de Trabajo basura. Fue el caso de su participación en la desternillante South Park: la película, estrenada en el año 1999, donde doblaba a uno de los personajes de la serie cuyo mutismo sólo era igualable a su mala suerte en la vida: Kenny McCormick. Ese año 1999 sería el de Trabajo basura, que obtuvo un relativo éxito gracias en parte a la mencionada prolongación del cortometraje Office space en diferentes programas del Saturday Night Live, en base a una miniserie de tres capítulos protagonizadas por el personaje de Milton. Un año después, dirigiría la película para televisión Monsignore Martinez y a partir del año 2003, Judge se alió con el talentoso animador Don Hertzfeldt para poner en marcha el festival de cortometrajes de animación The animation show, que sigue teniendo lugar a día de hoy. Pero a pesar de lo apretado de su agenda, Judge no abandonó la dirección de largometrajes y volvió a la carga con la fallida Idiocracia, que constaba de un excelente punto de partida para vulgarizarse tras el primer tramo de una película tan idiota que acababa por parecer una apología de lo que pretendía denunciar. En el mismo año 2006 en el que Idiocracia llegó a los escasísimos cines estadounidenses en los que se estrenó, Judge hacía una breve aparición en un nuevo producto de la MTV de nulo contenido pero divertidos resultados: Jackass 2. En el 2009, dirigió la película Extract, de la que nada puedo decir por no haberla visto ni tampoco haber oído nada de ella y un año más tarde llevaría a cabo The Goode Family un nuevo intento de volver a la palestra animada por parte de Judge para la cadena ABC, pero que fue cancelada tras una única temporada en antena. A pesar de que The Goode Family fue posteriormente comprada por la cadena Comedy Central, el escaso público que obtuvo durante su emisión hizo inviable la producción de una segunda temporada, un desolador panorama a lo que Judge respondió poniendo en circulación nuevos episodios de Beavis y Butthead para el relanzamiento de la serie preparado por la cadena MTV. Durante estos últimos años, Judge ha producido junto a John Altschuler y Dave Krinsky la serie de ficción con actores Silicon Valley para la HBO y rodada con una sola cámara grabando las idas y venidas de un grupo de programadores informáticos que este mismo año 2014 ha recibido luz verde para la filmación de una segunda temporada.

[2]Una nueva muestra de la imaginación de los traductores españoles, que dejaron a un lado la traducción literal del original Office space (que podría haber sido Espacio de oficina), para dar una visión mucho más clara del regusto que dejan las jornadas laborales de Peter en el ánimo del público. Aunque el paso del tiempo y lo deplorable de la situación económica de muchos a día de hoy harían dudar de la validez de esa traducción libre, pero informada.

[3]Por aquel entonces, la actriz Jeniffer Aniston se encontraba en el ecuador del buque insignia de su carrera: la mítica teleserie Friends que en el 1999 en el que se rodó Trabajo basura finiquitaba su quinta temporada para encarar la sexta de un total que alcanzaría las diez temporadas en antena. La serie en general y el papel de Rachel (interpretada por Aniston) en particular, suponen a día de hoy un estándar televisivo sinónimo de una blancura y buenas intenciones en las antípodas del desmadre y lo escatológico que representaban Beavis y Butthead, pero la presencia de la actriz, lejos de suponer una concesión a una presunta comercialidad que pudiese beneficiar la distribución  del producto, fue una iniciativa del propio Judge. El director, que con Aniston o sin ella se muestra mucho más atemperado en su humor que lo que podría esperarse de sus shows televisivos, afirmó que la actriz lograba parecer tremendamente atractiva sin perder un punto de cotidianeidad que la hacía creíble en el papel de Joanna y que la sorpresa se la llevó él cuando Aniston aceptó el papel en un abrir y cerrar de ojos.

[4]Trabajo basura tiene precisamente su origen en una serie de cortometrajes animados para el programa Saturday Night Live, agrupados bajo el título de Office space con Milton (el personaje secundario interpretado por Stephen Root en la película) como protagonista absoluto. Dibujada temblorosamente y parcamente coloreada Office space, estática y desabrida donde los haya, resulta mucho más deprimente que la película que nos ocupa, que goza de una muchísimo más amplia galería de personajes inexistentes en el original, aunque algunos como Bill Lumbergh sí hayan sido trasladados del dibujo a la realidad tanto en aspecto como en espíritu encarnado por el actor Gary Coole, quien se inspiró parcialmente en el propio Judge para interpretar a tan repelente personaje.

[5]Algo con lo que al parecer el director no debería estar demasiado de acuerdo a decir de las tiranteces que surgieron entre director y productora, la 20th Century Fox, con la que ya tuvo más de un problema durante la escritura del guión cuando les comunicó a los productores su intención de relegar el personaje de Milton a un papel casi residual, por secundario, en la trama de Trabajo basura. Pero el mayor conflicto tuvo lugar cuando la Fox impuso su propio final al director, el happy ending que conocemos hoy y que a Judge le disgustaba profundamente a pesar de que no chirría en absoluto con el resto de la filosofía que emana del film. Casualidad o no, su siguiente película, que de nuevo fue producida por la Fox y que respondía al nombre de Idiocracia planteó problemas aún mayores, aunque más concretamente relacionado con su distribución. Pobremente promocionada y estrenada en poquísimas salas en el 2006 en el que se estrenó, Idiocracia tuvo su más masivo estreno cuando llegó al mercado doméstico alrededor de dos años después de pasar por las salas comerciales estadounidenses donde a duras penas recaudó nada. Mucho se ha hablado sobre los posibles motivos que expliquen la desidia con la que Fox distribuyó una película que, si bien quizás no contaba con todos los números para ser un taquillazo, a buen seguro habría tenido un mayor poder de convocatoria del que tuvo de haber gozado de una campaña de promoción más hábil. Hubo quien dijo que la Fox se habría asustado frente a la premisa de la película que denunciaba frontalmente el grado de estupidez que parece asolar a la especie humana de un tiempo demasiado largo a esta parte aunque luego acabara convirtiéndose, en opinión del que escribe, en una tontería. Y también hubo quien aseguró que era el continuo pitorreo a costa de la cadena de cafeterías (por llamarlas de alguna manera) Starbucks que por entonces se publicitaba continuamente en la cadena Fox, o el cachondeo alrededor de Fox News, filial de la productora de Idiocracia, en la película lo que motivó la desidia con la que la 20th Century Fox estrenó un film que les hacía mala publicidad tanto a la productora como a sus colaboradores.

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